Jimin lo miró a los ojos, el rostro, y experimentó un escalofrío de lo más peculiar que le recorría toda la columna vertebral. Acababa de terminarse el té, pero notaba la boca seca. Parpadeó, luego parpadeó otra vez y decidió pasar por alto su último comentario. Le dijo con los ojos entornados:
—¿No estará, por casualidad, intentando hacer que me sienta agradecido para imaginar que estoy en deuda con usted?
Jungkook movió las cejas y curvó su fascinadores labios. Sus ojos grises, penetrantes y extrañamente desafiantes, se clavaron en los de él.
—Me pareció el lugar más lógico para empezar a minar sus defensas.
Jimin sintió que sus nervios vibraban al son de la voz profunda de aquel alfa, que su sentidos se agitaban al registrar aquellas palabras. Sus ojos, fijos en los de él, se agrandaron; sus pulmones se encogieron ante su olor. En un torbellino mental, luchó por recobrar el juicio, por obligar a su lengua a pronunciar alguna cruda réplica que quebrara el hechizo.
Los ojos de Jungkook escrutaron los suyos; elevó una ceja de forma arrogante, junto con la con las comisuras de los labios.
—No tosí porque estaba completamente abstraído, lo cual fue del todo culpa de usted. —Parecía estar muy cerca, dominaba toda su visión, sus sentidos. De nuevo sus ojos atravesaron los de él, de nuevo alzó una ceja—. A propósito —murmuró con voz grave y aterciopelada—, ¿qué estaba buscando en el parterre de flores?
—¡Estás ahí! —Sin aliento, Jimin se volvió.... y se quedó mirando a Araminta, que se acercaba como un galeón a toda vela. La flota británica entera no hubiera sido mejor recibida—. Tendrás que excusar a una anciana, Jimin querido, pero es que no tengo más remedio que hablar en privado con Jungkook. —Araminta dedicó una sonrisa imparcial a ambos y, acto seguido, apoyó la mano sobre la manga de Jungkook.
Éste la cubrió al instante con la suya.
—Soy todo tuyo.
Pese a aquellas palabras, Jimin percibió su irritación, su fastidio por el hecho de que Araminta hubiera interceptado la trayectoria del arma con que Jungkook lo estaba apuntando. Por un instante reino al silencio y, a continuación, Jungkook miró a Araminta con una sonrisa encantadora.
—¿Vamos a tus habitaciones?
—Por favor... lamento mucho acapararte de esta forma...
—En absoluto. Tú eres el motivo por el que me encuentro aquí.
Araminta sonrió al escuchar aquel halago. Jungkook alzó la cabeza y miró a Jimin a los ojos. Aún con la sonrisa en la cara, inclinó la cabeza para despedirse—. Señorito Park Jimin.
Le devolvió el saludo y reprimió otro escalofrío. Podía parecer que él se había rendido con elegancia, Pero Jimin tenía la clara impresión de que no había claudicado.
Lo observó cruzar la habitación con Araminta del brazo, charlando animadamente; caminaba con la cabeza inclinada y la atención puesta en Araminta. Jimin frunció el entrecejo. Desde el instante mismo en que reconoció su estilo, comparó a Jeon Jungkook con su propio padre, otro alfa de voz aterciopelada y serena elegancia. Todo lo que sabía sobre aquella especie lo había aprendido de él, de su inquieto y apuesto progenitor. Y lo que había aprendido, lo había aprendido bien; no había ninguna posibilidad de que sucumbiera a un par de hombros bien formados y una sonrisa diabólica.
Su madre había amado a su padre con pasión, profundamente, demasiado. Por desgracia, los alfas como él no eran de los cariñosos, de los que les gustaban a las omegas sensatas, porque no valoraban el amor, y no lo aceptaban ni lo retribuían. Peor aún, al menos a los ojos de Jimin, era que los alfas así no tenían sentido de la vida familiar, no sentían dentro de su alma un amor que los atara a su hogar, a sus hijos. A juzgar por todo lo que había visto desde su primera juventud, los alfas elegantes evitaban los sentimientos profundos. Evitaban el compromiso, evitaban el amor.
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El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...