Capítulo 21

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Cuando por fin se despertó, ya había transcurrido la mañana. Parpadeó y abrió bien los ojos, y se incorporó un poco sobre el diván. Y entonces frunció el entrecejo.

Alguien había dejado su libro sobre la mesa que había junto al diván. Rebuscó entre la niebla de sus recuerdos y entonces recordó vagamente haber visto a Timms, así como una mano que le acariciaba el pelo.

También recordó una mano que le acariciaba el torso. Parpadeó, y a su mente acudieron en tropel otros recuerdos, otras sensaciones. Abrió mucho los ojos y dijo en voz alta:

—No, eso debe haber sido un sueño.

Sacudió la cabeza, pero no consiguió mitigar la nitidez de las sensuales imágenes que surgían en su mente una tras otra. Miró hacia abajo para disipar aquella molesta incertidumbre… y la incertidumbre cristalizó en hechos.

Tenía la camisa desabrochada.

Horrorizado, musitó una imprecación y se la abotonó  rápidamente.

—¡Diablos!

Miró a su alrededor con un ceño de mil demonios, y su mirada colisionó con la de Myst. La pequeña gata gris se encontraba instalada sobre una mesa auxiliar, con las dos patas delanteras recogidas con primor.

—¿Has estado ahí todo este tiempo?

Myst abrió y cerró sus grandes ojos azules y se limitó a mirarlo fijamente.

Jimin sintió que el rubor ascendía a sus mejillas y se preguntó si era posible sentir vergüenza ante un gato, de lo que podría haber presenciado ese gato.

Pero antes de que pudiera decidirse al respecto, se abrió la puerta y entro Jungkook. La sonrisa que lucía en la cara, que curvaba aquellos fascinantes labios suyos,  fue más que suficiente para que Jimin  jurase para sus adentros que jamás, por nada del mundo, le daría el gusto de saber cuán alterado se sentía.

—¿Qué hora es?  —inquirió en un tono de indiferencia.

—Hora de almorzar —contestó el lobo.

Sintiéndose igual que Caperucita Roja, Jimin fingió un  bostezo y a continuación estiró los brazos y le hizo un gesto al alfa  para que se acercara.

—Entonces ya puede llevarme al comedor.

La sonrisa de Jungkook se hizo más pronunciada. Con elegante agilidad, se acercó y lo tomó en brazos.

La entrada de ambos en el comedor no pasó inadvertida para nadie. Allí se encontraban el resto de los huéspedes, todos reunidos alrededor de la mesa con una notable excepción: la silla de Gerrard estaba vacía.

Araminta y Timms sonrieron con benevolencia cuando Jungkook depositó a Jimin en su asiento. La señora Chadwick se interesó por su estado con maternal cortesía. Jimin respondió a las omegas con sonrisas y palabras de amabilidad... e ignoró por completo a los alfas.

Excepto a Jungkook; a él no podía ignorarlo. Aún cuando sus sentidos se lo hubieran permitido, no se lo permitía él, pues insistía en establecer una conversación general acerca de temas inofensivos y en absoluto provocadores. Cuando Henry, estimulado por el ambiente de calma que reinaba en el comedor y con el pretexto de servirle un poco más de jamón, trató de engatusarlo con una sonrisa y una pregunta cortés sobre su rodilla, Jimin lo dejó helado con una contestación glacial y notó que, por debajo de la mesa, la rodilla de Jungkook daba un empujoncito a la suya. Se volvió y lo taladró con una mirada inocente; él aguantó el envite con ojos inexpresivos y acto seguido  lo arrojó sin piedad al centro de la conversación.

Cuando, una vez terminado el almuerzo, lo tomó de nuevo en brazos, Jimin no estaba de muy buen humor. No solo tenía los nervios en tensión por el ambiente que se respiraba en la mesa, sino que además Gerrard no se había presentado.

El corazón de un Jeon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora