Jungkook había bajado la voz hasta convertirla en un ronroneo profundo. Se acercó un poco más a Jimin. El omega intentó con todas sus fuerzas no hacer caso del tornillo que sentía enroscarse lentamente en su pecho. Mantuvo los ojos fijos en los de él, cada vez más cerca, resuelto a no permitir, por nada del mundo, que su mirada se deslizará hasta aquellos labios. Cuando notó que el corazón comenzaba a latirle más fuerte, levantó una ceja con aire desafiante y preguntó:
-¿Cómo cuáles?
Los besos; los besos se le daban realmente bien.
Para cuando Jimin llegó a aquella conclusión, ya estaba sin aliento, totalmente hipnotizado por las embriagadoras sensaciones que iban dominándolo poco a poco, en una lenta espiral. La seguridad con que Jungkook tomó posesión de sus labios, de su boca, lo dejó aturdido...pero de forma placentera. Los labios duros de él se posaron sobre los suyos, y él, no sólo ablandó su boca sino también todos sus músculos, todos sus miembros. Comenzó a invadirlo un calor lento, una marea de sencillo placer que parecía no tener mayor significado, mayor importancia. Era placer, simple placer.
Con un suspiro inexpresado, levantó los brazos y los enroscó alrededor del cuello del alfa. Él se acercó. Jimin se estremeció al sentir el movimiento pausado de su lengua contra la de él y devolvió la caricia osadamente; notó cómo se tensaban los músculos que tocaban sus manos. Cobrando valor, apretó los labios contra la boca de Jungkook, y lo deleitó comprobar su reacción inmediata. Lo duro se transmutó en más duro: labios, músculos, todo se volvió más definido, todo adquirió mayor nitidez.
Era fascinante: él se ablandaba y él se endurecía.
Y detrás de aquella dureza bullía el calor, un calor que ambos compartían, que fue subiendo de temperatura igual que fiebre, enardeciendo el placer. Aparte de la caricia de sus labios, Jungkook no lo había tocado, y sin embargo ardían todos y cada uno de los nervios de su cuerpo, vibrantes de sensaciones. Aquella marea de calor se extendió, se hinchó, aumentando cada vez más.
Y entonces se sintió arrebolado, inquieto.... lleno de deseo.
En aquel momento notó el movimiento de los dedos duros sobre su pecho que lo hicieron lanzar una exclamación ahogada, no de pánico sino de pura sorpresa. Sorpresa por la punzada de placer que le inundó todo el cuerpo, por el fuerte cosquilleo que se extendió por su piel. Aquellos dedos cobraron fuerza y tomaron posesión de su carne suave y extrañamente inflamada a través de la tela de su camisa que de inmediato se inflamó aún más. La mano de Jungkook se cerró y los dedos se movieron sobre un pezón; entonces su carne acalorada se endureció y quedó tenso, hormigueante.
El juego apasionado de las lenguas de ambos y el calor del alfa resultaban en verdad enloquecedores. Cuando Jungkook acarició el pezón, Jimin exclamó de nuevo. Con algo parecido al asombro, y los sentidos concentrados en la yema de los dedos de Jungkook, se maravilló por su propia reacción a aquel contacto, por la ola de calor que lo recorrió de arriba a abajo, por la singular tensión que notaba en los pezones.
Jamás había imaginado que aquellas sensaciones existieran siquiera, apenas podía creer que fueran reales. Y sin embargo las caricias continuaron, excitándolo, abrasándolo. Y tuvo que preguntarse qué más no sabía.
Qué más cosas le quedaban aún por experimentar.
Haciendo uso hasta el último gramo de pericia bajo su mando, Jungkook lo llevaba cada vez más lejos. Su falta total de resistencia lo habría hecho preguntarse, si no hubiera percibido ya su curiosidad, a qué se debía la intención calmosa y calculada que brillaba en los ojos del omega. Estaba dispuesto, incluso ansioso, y el hecho de saber eso desataba poderosamente su propia pasión. Pero la mantuvo a raya, consciente de que él no era un omega lascivo, que nunca había vivido aquella experiencia, y que, a pesar de su ingenua seguridad y de su disposición abierta, su confianza implícita era un objeto frágil que muy fácilmente podía romperse en pedazos por un exceso de arte amatoria.
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El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...