De la casa salía una música delicada, curiosamente vacilante. Jungkook la oyó cuando regresaba andando de los establos. Aquellos acordes alegres llegaron hasta él, lo envolvieron, penetraron en su cerebro y se filtraron en sus sentidos. Era un canto de sirena.... Y sabía con toda exactitud quien lo estaba cantando.
Hizo un alto en el sendero de grava delante del arco del establo para escuchar el aire. El sonido lo atraía... sentía su llamada igual que si se tratara de algo físico. La música hablaba de... deseo, de inquieta frustración, de rebelión subyacente.
Pero el crujido de la grava bajo sus botas lo hizo volver en sí. Frunció el ceño y se detuvo otra vez. La sala de música se encontraba en la planta baja, frente a las ruinas; sus ventanales daban a la terraza. Tenía que estar abierta por lo menos una ventana, de lo contrario no se oiría con tanta nitidez la música.
Pasó un buen rato contemplando la casa sin verla. La música se fue haciendo más elocuente, pretendía hechizarlo, lo atraía con insistencia. Resistió un minuto más, y después se sacudió toda vacilación; se armó de valor y se encaminó con decisión hacia la terraza.
Cuando se apagaron las últimas notas, Jimin dejó escapar un suspiro y levantó los dedos del teclado. Había recobrado una cierta calma, la música lo había aliviado de parte de su inquietud, Como un bálsamo para su alma. Una catarsis.
Se levantó ya más sereno, y más seguro que cuando se sentó. Echó la banqueta hacia atrás y se volvió.
Se volvió hacia las ventanas. Hacia el hombre que se hallaba de pie junto a las puertas abiertas. Su expresión era dura, indescifrable.
—Tenía entendido —dijo muy despacio con los ojos fijos en los de él— que tal vez estaba pensando en marcharse.
El desafío no podía estar más claro.
—No. —Jungkook contestó sin pensarlo, no hacía falta pensar nada—. Aparte de desenmascarar al espectro y descubrir al ladrón, todavía hay una cosa que deseo y que no he conseguido.
Contenido, autoritario, Jimin alzó la barbilla un centímetro más. Jungkook lo contempló con el eco de sus propias palabras todavía en la cabeza. En el momento de dar forma a la frase no apreció con exactitud qué era lo que deseaba. Ahora sí. Esta vez, su objetivo era distinto de los trofeos que solía perseguir. Esta vez deseaba mucho más.
Lo deseaba a él, todo él. No sólo su persona física, sino también su devoción, su amor, su corazón, todo lo esencial de su ser, lo tangible e intangible de su ser, de su yo. Lo quería todo, y no iba a quedar satisfecho con menos.
Además, sabía por qué lo quería, porque ese omega era diferente, pero no deseaba pensar en ello.
Jimin era suyo. Lo había sabido desde el instante en que lo tuvo en sus brazos, aquella primera noche en que la tormenta se cernía sobre ellos. Jimin era la pieza que encajaba, y él lo supo de forma instintiva, de inmediato en lo más profundo de su ser su lobo se lo advirtió. No tenía el nombre que tenía por mero accidente; poseía un don especial para reconocer lo que flotaba en el viento. Cazador por instinto, reaccionaba a los cambios en el estado de ánimo, en el ambiente, sacando ventaja de cualquier corriente que fluyera sin recurrir al pensamiento consciente.
Desde el principio supo lo que flotaba en el aire, desde el instante mismo en que tuvo a Jimin en sus brazos.
Y ahora lo tenía frente a sí, lanzándole desafíos con el centellear de sus ojos. Se veía a las claras que estaba cansado del presente vacío de actividad, pero no era tan obvio que estuviera pensando en sustituirlo. Los únicos omegas virtuosos y de voluntad fuerte con los que se había relacionado Jungkook eran parientes suyos. Y, nunca había coqueteado con omegas así. No tenía la menor idea de lo que estaba pensando Jimin, de cuánto había aceptado. Sujetó con mano firme las riendas de sus propias necesidades y dio deliberadamente el primer paso para averiguarlo.
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El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...