Con sus sentidos enardecidos, Jimin aguardó. Su respiración era superficial, tensa por la emoción; sentía un cosquilleo en la piel. Con las manos laxas a los costados, escuchó los latidos de su corazón y el deseo correr por sus venas.
El primer tirón fue tan leve que no estuvo seguro de que hubiera sido real, pero entonces saltó otro botón más del camisón que llevaba puesto. Sus sentidos le decían que Jungkook estaba cerca, próximo, pero no podía distinguir exactamente dónde. Alzó una mano de forma tentativa...
—No. Sólo quédate quieto.
Obediente a aquella voz profunda, a aquel tono irresistible, Jimin dejó caer los brazos. La botonadura del camisón iba de arriba a abajo hasta el suelo. Tan sólo el roce del aire en la piel y el ligerísimo tirón que sintió le indicaron que se había desabrochado el último de los botones. Antes de que pudiera imaginar lo que venía a continuación, unos leves tirones en las muñecas desanudaron las cintas de encaje.
Ciego e impotente, se estremeció.
Y entonces notó que el camisón se abría y le resbalaba por los brazos, por la espalda, se liberaba de sus manos y caía en el suelo, detrás de él.
Respiró de forma entrecortada... y percibió la mirada de Jungkook sobre él. Lo tenía frente a sí. Su mirada lo recorría. Jimin sintió que se le endurecían los pezones y que un intenso calor se le extendía bajo la piel. Una ola de calor siguió a la mirada del alfa, una ola que inundó sus sentidos, su vientre, sus muslos. Notó que se ablandaba, conforme se iba incrementando la emoción.
Jungkook cambió de postura y se situó a un costado. Él ladeó ligeramente la cabeza y se esforzó por seguir sus movimientos. Entonces él se acercó un poco más. Se encontraba a su izquierda, a escasos centímetros; lo percibía con cada poro de su piel.
Un duro dedo se le deslizó bajo la barbilla y le levantó la cabeza. Sus labios vibraron, y entonces Jungkook los cubrió con los suyos.
Fue un beso largo y profundo ardiente, de una brutal candidez. Jungkook buscó en lo más hondo, y reclamó su suavidad, lo paladeó con languidez pero a fondo, una muestra de lo que estaba por venir. Entonces se apartó... y apartó también el dedo.
Desnudo, sin ver nada, sin otra cosa que el leve resplandor del fuego y el ardor del deseo para calentarse, Jimin tembló y esperó.
Un dedo lo tocó en el hombro derecho y comenzó a descender perezosamente para ir a detenerse en un pezón. Dibujó un círculo, lo tocó apenas y desapareció. La segunda caricia fue semejante a la primera, esta vez sobre el pezón izquierdo, y le provocó un largo estremecimiento en todo el cuerpo. Aspiró entrecortadamente.
Jungkook se acercó a su espalda para acariciar los largos músculos que bordeaban la columna vertebral, de uno en uno y se detuvo cuando se perdieron en el hueco de la cintura.
Una vez más, el contacto se desvaneció; una vez más, Jimin aguardó. Entonces sintió una mano dura y caliente que, ligeramente áspera contra su piel, se apoyó en su espalda, en la curva por debajo de la cintura, y comenzó a descender con audacia. Se apoderó de de su cuerpo, conocedor, valorativamente. Jimin sintió que estallaba en deseo en su interior, ardiente y urgente, y notó como su rocío le humedecía la punta de su miembro y lubricada su entrada.
Dejó escapar una suave exclamación y el sonido reverberó en la quietud del dormitorio. Jungkook inclinó la cabeza, él lo percibió y alzó los labios. Y entonces se unieron en un beso tan rebosante de necesidad, que casi perdió el equilibrio. Levantó una mano para agarrarse del hombro de Jungkook...
—No. Quédate quieto —le susurró Jungkook en los labios antes de besarlo otra vez. A continuación su boca se posó en la sien—. No te muevas. Siente, nada más. No hagas nada. Deja que te ame.
ESTÁS LEYENDO
El corazón de un Jeon
RomanceA diferencia de los demás alfas de la hermandad Jeon, Jeon Jungkook nunca quiso verse atado a ningún omega, ya sea hombre o mujer, por muy encantador que éste fuera, y la mansión de su amiga Amarinta le parecía el lugar perfecto para ocultarse de lo...