52.- La historia de un Muchacho

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(Por favor, te lo pido, lee el siguiente capitulo con la canción del video de fondo)


El muchacho corre por la llanura. La sensación del viento en su cara y manos lo hace sentir libre, esta oscureciendo así que vuelve a casa, abre la pesada puerta de madera y lo recibe el cálido abrazo de su madre, la sonrisa de su padre y el saludo de sus hermanos. El muchacho ríe.

Se libera del abrazo, corre hacia su padre y le exige una historia, el padre se ríe y acepta. Con su voz que no es ni hermosa ni afinada canta sobre los ancestros, su esposa e hijos lo acompañan con los coros. Así es como el pequeño aprende del gran lago y el bosque infinito, aprende del sabio y del fuerte, aprende de los otros y de sí mismo. El muchacho ríe.

El muchacho crece añorando canciones, buscando historia. El muchacho conoce a otros como él, se hacen amigos, se hacen rivales, se hacen hermanos, el muchacho ríe.

El muchacho y sus hermanos viajan, viaja lejos de su tierra, en estos lugares no es bien visto pero eso no importa, hay canciones nuevas, historias nuevas. El muchacho ríe.

El viaje es difícil, el muchacho debe cubrir su cara porque es temido, ya no ve el rostro de sus hermanos, el muchacho tiene miedo, su hermano toma su mano, no está solo, el muchacho ríe.

Llegan a la ciudad de las historias, su talento les abre puertas pero su físico les cierra otras, el muchacho lucha, sus hermanos luchan. El muchacho ríe.

El mundo es cruel, no importa cuando se esfuerce, cuando luche, el muchacho no puede vencer la ignorancia y el miedo. Sus hermanos no ríen

El muchacho se rompe, corre, grita, llora, se pierde en sí mismo. El Muchacho ya no ríe.

Alguien consuela al muchacho, le enseña canciones nuevas y le pide cantar las viejas, el muchacho canta con todo su ser, sus hermanos lo siguen. El muchacho ríe.

El muchacho mira a su alrededor, está en medio del escenario, rodeado de aquellos que le odian, de aquellos que le temen, de aquellos que le ignoran, pero eso no importa, están también los que lo aman. El muchacho sonríe.

Suelta su canto como un grito, sus hermanos lo siguen, canta la canción más simple que su gente conoce, la primera canción que todos cantan, la canción con la que todos crecieron, la canta con fuerza y con alma. El muchacho Ruge.

Mientras canta recuerda el abrazo de su madre, la sonrisa de su padre, las voces de sus hermanos. Extiende sus manos y siente el viento de la llanura recorrer su cara y sus manos recordándole que él es libre. El muchacho sonríe.

Mira al público, ahí la ve, ella es tan diferente a él como el sol y la luna, pero eso no importa. Su amor es enorme como el gran lago, incontable como los arboles del bosque infinito, por ella será fuerte y sabio. El muchacho ríe.

Su canto se alza como la marea, sus emociones empapan a los presentes como la lluvia. El viento corre por su cara, el olor de la tierra húmeda lo inunda aunque no llueve, frente a él un muchacho que ríe le sonríe y corre con el viento. El muchacho ya no ríe, el que ríe es un hombre ahora.

Mira a sus hermanos, ellos sonríen, ellos cantan. Mira al cielo y siento como sus antepasados le devuelven la mirada. "Volveré a la llanura a presentar mis respetos" promete, toma una respiración y sin odio se dirige hacia aquellos que los menospreciaron. No les exige disculpas, ni arrogantemente los trata, los mira cómo se mira a un hermano y con el amor de su pecho les sonríe. Ellos no saben porque pero también sonríen.

El ahora hombre alza sus manos al cielo y frente a él corren y juegan los niños que alguna vez fueron todos, los niños que corrían sintiendo el viento, los niños que amaban las historias y las canciones ahora corren y cantan juntos sin importar su raza o estatus. Todos ríen.

Uno de los espectadores se pone de pie y como si soltara un grito reprimido se une al coro que el ahora hombre dirige. Se le suman dos y luego tres, se le suman cuatro y luego seis, al siguiente grito el estadio entero canta siguiendo al ahora hombre y su gente, la música resuena por la ciudad de piedra, la música ruge por los pasillos y corredores. Desde la casa más humilde hasta el gran salón de plata se inunda con la canción que todos cantan haciendo rugir la piedra. Aquel que vino desde la llanura ríe, y grita, y canta, y ama dejando una sonrisa en el corazón de todos cuando el silencio llega tras terminar la canción 

PantasyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora