Capítulo ocho

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Jason finalmente me preguntó si iría al baile con alguien y mi respuesta fue que nunca había ido a uno. Y era demasiado cierto, nadie me había invitado más que... Prefiero no nombrarlo, su nombre me daba escalofríos. 

Fue tanto lo que insistió Jason que terminé aceptando su propuesta pero con la condición de que no bailaría ni un segundo ni con él ni con nadie. Tenía miedo de caerme y que todos se burlen de mí, como siempre pasaba.

- Yo sé que bailas muy bien – me dijo en el medio del almuerzo. Me eché a reír con sinceridad. Varias personas me miraron, casualmente eran las mismas de hoy a la mañana. Me preguntaba si habían visto alguna vez a alguien reírse. 

- Realmente no querrías verme bailar. Es perjudicial para la salud.

- Muero por verte bailar. 

En ese momento, Ian pasó junto a dos de sus hermanos por detrás de mí y un escalofrío me recorrió de los pies a la cabeza. Mis ganas de comer se fueron y me sentí un poco extraña. Miré por la ventana y el cielo estaba oscuro como siempre. 

- ¿Estás bien? ¿Emily? – me preguntó Jason reiteradas veces hasta que logré reaccionar.

- Sí, sí. Perdón, ¿en qué estábamos? 

- En que ver a Ian Hale te hace poner estúpida. ¿Qué es lo que te pasa con él?

- No me pasa nada. Es un buen chico y no me pone estúpida, Jason. 

- Sí, lo hace. ¿Te enamoraste de él? – ¡¿qué?! ¿Tanto se notaba? No le contesté, no sabía qué decir –. Y sí, era obvio. No hay una chica en este colegio que no esté "enamorada" de Ian. Evidentemente es el chico más popular de todo Rosewood High School.

- ¿Qué estás diciendo? Yo no estoy enamorada de nadie y nunca voy a estarlo. Odio el amor, no existe para mí. No hay forma de que me vuelva a enamorar, Jason – dije con mucha seriedad y enojo que mi mentira pareció verdadera. 

- Está bien. Te creo. ¿Por qué no hay forma de que te vuelvas a enamorar?

- No quiero hablar de eso – me levanté de la mesa junto con la bandeja, la cual fui a tirar al cesto, y me fui de la cafetería directo a mi camioneta. 

Cuando llegué allí, las lágrimas estallaron en mis ojos. Hacía muchos años que no lloraba como lloré esa tarde. Creía que por fin eso no se repetiría jamás, pero no fue así. No entendía bien por qué lloraba, solo sabía que tenía que hacerlo. Llorar es una buena forma de descargarse, de sacar lo malo, lo triste, lo doloroso de alguien hacia al exterior. También lo bueno, lo emocionante. 

Estaba totalmente sumergida en mi dolor hasta que alguien golpeó la puerta de mi camioneta del lado del acompañante. No quería imaginar quién podría ser pero sabía que no quería que sea nadie. Sequé un poco mis lágrimas y miré por la ventana. Era él, un poco mojado por la lluvia que comenzaba a caer. Abrí la puerta para que pasara y no se siguiera mojando. 

- No sé por qué lloras, tampoco quiero saberlo. Sólo sé que necesitas un abrazo de alguien que realmente te entienda – dijo acercándome a su pecho y abrazándome tal como necesitaba.

Su perfume tan varonil y seductor me embriagaba. Sus latidos eran música para mis oídos y en sus brazos me sentía segura. Me dio un beso en mi cabeza y acarició mi pelo. Se me hacía imposible respirar y no suspirar. Levantó mi mentón suavemente y me miró a los ojos. Su mirada era muy profunda, se podía ver su alma en ellos. 

- ¿Me vas a contar lo que pasó con Jason? – su dulce aliento me embriagaba al igual que su perfume.

Quedé totalmente perdida en sus labios y en la perfección de su rostro que no escuché que la lluvia comenzaba a caer con más intensidad hasta llegar a granizar. Me separé de él para recobrar el aliento y poder contestar a su pregunta cuando vi que casi todos los autos del estacionamiento se estaban yendo. Por el granizo se habían suspendido las clases.

- Lamento decirte que esta corta conversación tiene que terminar si no quieres que tu auto tenga millones de abolladuras por granizo – dije volviendo a sonreír. Él suspiró, un poco enojado por no obtener la respuesta a su pregunta, y bajó de la camioneta. Corrió hasta su auto y lo encendió al mismo tiempo que el mío. 

Sentía que mi cabeza y mi corazón eran una laguna. No me entendía, mis sentimientos estaban cambiados. Por una parte, no quería enamorarme por miedo de volver a sufrir; pero por otra, era tan fuerte lo que sentía por Ian que nadie ni nada podía callarlo. Era increíble y jamás había sentido algo así.

La oveja y el leónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora