Desperté en una habitación vacía, con las paredes pintadas de un blanco amarillento por la humedad, no había ventanas, solo una puerta de madera agrietada que estaba cerrada. Aparecí en una camilla parecida a las que hay en el hospital pero más baja. Me acerqué a la puerta y no escuché ruidos. Me desesperé al no saber dónde ni hace cuánto tiempo estaba en ese lugar.
Abrí la puerta lentamente y divisé un lugar amplio con una escalera muy grande. Parecía una casa antigua abandonada. Una casa que aparentaba ser del siglo pasado, como en la que había vivido Ian antes de convertirse…
Escuché unas voces a lo lejos en una sala amplia (había eco y el sonido llegaba hasta la entrada).
Quise correr en silencio hacia la puerta principal pero estaba cerrada, tiré de ella pero nada pude hacer.
- ¿Intentabas ir a algún lado, corazón? – dijo una voz femenina detrás de mí. Katherine Pierce.
- ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy? – pregunté desesperadamente.
- Estás en el sitio donde todo comenzó, linda – dijo una chica morena apareciendo detrás de Katherine. Me miró fijamente y alzó una mano hacia mí. Luego miró a Katherine con una expresión de preocupación –. No la afecta nada, Kathy.
- ¿Qué? Bonnie, es imposible. ¡Ella es humana! – discutían entre sí. Estaba asustada. Las lágrimas caían por mis mejillas mientras recordaba lo que Alice me había dicho: “Tienes algo extraño que no deja que ni Ian pueda leerte la mente, que Rosalie no pueda manipularte, que Jasper no pueda controlar tus emociones, solo yo puedo ver algo de tu futuro pero siempre que uno de nosotros esté allí. Eres especial Emily”. Soy especial. Nada sobrenatural puede afectarme ni controlarme. No entendía por qué.
Era inútil correr hacia algún lado, de todas maneras ella podía alcanzarme en menos de un segundo. Tenía que pensar algo o tratar de conectarme mágicamente con Alice. Ella había dicho que era especial, tenía que tener algo que pueda conectarme con ella.Cuenta Ian:
Bajé unos segundos después que Emily, pero ya se había marchado. Intenté llamarla al celular y rogarle que no se vaya, que no me deje solo. Pero fue imposible, no me respondía, ni siquiera lo tenía encendido. Tenía miedo por ella, no era bueno caminar por el bosque a estas horas de la noche sola. Decidí ir a buscarla junto a Alice y Emmett.
Caminamos por todo el bosque pero no la encontramos. Fuimos hasta su hogar, vimos que su madre no había llegado, así que decimos entrar. La casa estaba sola, reinaba un silencio sepulcral. No se veía nada por la oscuridad hasta que Alice encendió la luz que iluminaba la sala de estar.
- Alguien estuvo aquí – dijo Emmett respirando el aire infectado por un extraño perfume.
- ¿Alguien como quién? – pregunté.
- Uno de nosotros. Mejor dicho: una – Emmett observó toda la habitación en busca de algo o alguien escondido en algún lugar. No había nadie. Alice se movió sigilosamente hasta la cocina.
- ¡Ian! – me llamó. Sostenía un papel escrito sobre su mano. No paraba de mirarlo.
- No me esperes, mamá. No vendré a dormir. Emily – leí lo que decía después de sacárselo a Alice de las manos –. Esta no es la letra de Emily – dije seguro de lo que veía. Me asombré al recordar que esa letra pertenecía a Katherine. Pero el recuerdo se me borró rápidamente cuando Alice quedó totalmente paralizada. No sabíamos qué le estaba pasando, empezaba a llorar.
- Alice. Alice, ¿qué ves? – preguntaba Emmett al mismo tiempo que la sostenía de los brazos para que no se cayera.
- Una casa… vieja… del siglo pasado – decía lentamente –. Una mujer morena… es bruja… Katherine… - levantó la cabeza de golpe y me miró fijamente – ¡Emily está con Katherine!Salí de la casa de Emily rápidamente, tanto que mis hermanos no pudieron seguirme. Sabía dónde estaba ella: la había llevado a donde todo comenzó. Las ruinas de mi casa de Mystic Falls. Debían estar allí.
Tardé menos de dos horas en llegar a Virginia, mi Ford volaba prácticamente. Nunca me había sentido tan nervioso como en este momento, ya llevo 150 años de vida y jamás había experimentado esta sensación. No sabía lo que era amar de verdad hasta ahora.
Que la persona que amas esté en peligro es la peor sensación que puedes experimentar. No hay comparación con sentir que pierdes a alguien que con su sola presencia te llena el vacío que existe en tu alma. En mi caso, directamente, ella es mi alma.Llegué a mi viejo hogar y un escalofrío recorrió mi espalda. Miles de recuerdos que creía olvidados volvían como una catarata de emociones. Mi padre. Mi madre… ¡cómo extrañaba a esa mujer! No la conocía, pero la necesitaba tanto durante mi infancia. Toda mi vida humana se podía representar con ese hogar.
Escuché un grito desgarrador de una mujer dentro de una de las habitaciones de la planta baja. Conocía ese lugar a la perfección.
- ¡Déjame ya! – gritó Emily, llorando. Era ella. La ira creció poco a poco en mi interior.
- ¡Emily! – grité al entrar en la habitación. Era mi antigua sala de estar, había solo dos sillones los cuales estaban completamente manchados de humedad y sangre. Una mesa de madera en el centro de la sala, cerca de la chimenea. Emily estaba sobre ella.
- ¡Mira, Bonnie, el mismísimo Ian Hale! ¿Me recuerdas, amor?
- Katherine... – dije en voz baja. Ella se acercó a mí tan rápido que no pude defenderme y me tiró contra una pared. Era más fuerte que yo, tenía unos 500 años de edad.
- Llegas justo para el sacrificio, querido Ian – dijo cuando me soltó. ¡¿Sacrificio?! – Como verás, Emily es la pieza que faltaba, mejor dicho, la sangre de Emily. Si esto se cumple, nadie en el mundo podrá lastimarme – sonrió – ¿Quieres acompañarme, dulce? – su sonrisa era macabra.
- Déjala en paz. Ella no tiene nada que ver en esto.
- Sí – respondió Bonnie –, ella es la única en el mundo que es inmune a mis hechizos y a los vampiros. Ella es especial, Ian.
Quise correr hasta Emmy, pero fue imposible: Bonnie me paralizó. Un dolor de cabeza intenso e inaguantable me llegó de repente. No podía moverme y ella seguía suplicando que la ayude. Gritando mí nombre. Pidiendo por favor que ya dejaran de hacerla sufrir.
Habían cortado sus muñecas para que la sangre caiga dentro de dos vasijas de oro y plata, con el fin de desangrarse y que Katherine beba su sangre para hacerse inmortal ante cualquier riesgo de muerte sobrenatural o no.
Las lágrimas no podían dejar de salir de mis ojos. No me importaba mi sufrimiento, solo me importaba ella. Sentía impotencia, miedo, angustia, ira, furia, dolor, tristeza...En un instante, sombras comenzaron a girar en círculos a nuestro alrededor. Supuse que era mi familia.
Rosalie atacó a Bonnie dejándola desmayada sobre un sofá de la habitación. Emmett atacó a Katherine, pero esta era difícil de domar. A esa pelea se unió Esme y Jasper. Alice me ayudó a levantarme, corrí hasta donde estaba Emily ya casi inconsciente. Carlisle ya la estaba ayudando.
- ¿La han mordido? – pregunté al ver tanta sangre en sus brazos. No sabía si podía contenerme. Tampoco sabía si alguno de nosotros podría contenerse, especialmente Jasper.
- No, pero se está desangrando. Rápido, ayúdame a sacarla de aquí – en ese momento, vi que Damon se abalanzaba sobre mí para impedirme tocar a Emily.
- ¡Llévatela! – le grité a Carlisle mientras luchaba contra Damon.Mi mundo se iba por la puerta central de mi antiguo hogar hacia quién-sabe-dónde. La ira, la furia, la tristeza, y todos los demás sentimientos que se encontraban en mi fuero interno los descargué contra Damon. Luchamos hasta que Damon se debilitó debido a un extraño dolor en su espalda. Detrás de él, estaba John, el padre de Emily, con un arma que disparaba estacas de madera. Él sabía lo que éramos. Vi como Damon se retorcía a mis pies. Sentí pena por él, al fin y al cabo, era mi familia.
Fui hasta donde estaba John y lo miré fijamente. No sabía qué podría decirle. Me llevó hasta donde estaba Emily con mi padre. Este tenía un equipo médico a su alrededor. Buscaba cosas dentro de su kit médico desesperadamente. Y allí estaba ella, tendida en el suelo, inconsciente y desangrándose. Mi dulce ángel agonizaba. Me arrodillé a su lado y tomé una de sus manos, aún seguía cálida. Las lágrimas estallaron en mis ojos de la tristeza que inundaba mi ser.
- Ya no sé qué hacer, Ian. Sólo queda una opción – dijo Carlisle mirándome fijo. Yo sabía perfectamente cuál era esa opción.
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La oveja y el león
Fiksi PenggemarNo hay cuerpo ni alma que aguante "para siempre", dijo Emily, sin saber que su "para siempre" sería real.