Capítulo cuarenta y dos

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Luché para tratar de encontrar otra solución que no sea esa. Pero no había. Me desesperé, gritaba que no podía hacerlo, que iba en contra de todo lo que yo quería para ella, que era imposible. Pero los segundos pasaban y sus latidos disminuían. Carlisle me gritaba desesperadamente que yo era el único capaz de hacerlo, que no había más tiempo. Mi vida se convertiría en un completo calvario si no lo hacía...
- Hazlo – me dijo John, el padre de Emily, apuntándome con su arma cargada de balas de madera. Si no lo hacía, él me mataría y estaría en lo correcto – ¡Hazlo ya! – me repitió.

Entonces lo hice. Mordí mi muñeca dejando salir mi sangre para hacer que Emily la beba. Una vez hecho esto, Carlisle la mató ya que yo no tenía fuerzas para hacerlo. Las lágrimas caían de mis ojos con demasiada fuerza. Nunca pensé que debería llegar a esta situación.
Entré de nuevo a la habitación donde tenían a Katherine atada de pies y manos sobre la mesa en la que había estado Emily minutos antes. Eso es lo único que me ha hecho sonreír. Verla sufrir... Pero recordé que no era la única que sufría: yo lo estaba haciendo y Emily también.

- ¿Lo has hecho? – preguntó Alice al ver mi rostro. Solo tuve la fuerza de asentir. Ella no dudó en abrazarme. En sus brazos encontré el consuelo que necesitaba. Ella me sacó del lugar, ya no me importaba lo que pasaría con Katherine y su bruja amiga –. Ian, mírame, – me dijo cuando estábamos lejos de todo el mundo. Nos encontrábamos en la cima de una montaña ubicada en el medio de un gran bosque de Virginia – no debes culparte por lo que pasará. Simplemente era lo único que quedaba. ¿Hubieras preferido no poder verla nunca más?
- Era lo que tenía que hacer. Lo deseó tanto que ahora lo tiene – contesté fríamente mirando hacia la nada.

Tan solo si yo no hubiera hablado jamás con ella. Si tan solo nunca hubiera posado mi atención sobre su mente. Si solo hubiera seguido mi vida normal sin importarme nada ni nadie, nada de esto hubiera pasado. Ella seguiría con una vida normal sin tener que renunciar a nada. Ahora, por mí, ella tiene que dejarlo todo. Abandonar a quienes la aman para vivir una vida nómade, exactamente como la nuestra.

Nada me alegra más que saber que la voy a tener conmigo para el resto de la eternidad. Pero nada me entristece más que saber que lo que más me enamoró de ella va a desaparecer: su humanidad. Eso que la hacía tan única para mí…

- ¡Hey! ¿En qué piensas? – me dijo Emily despertándome de mi sueño. A veces, suelo soñar despierto.
- Soñaba despierto – confesé sonriéndole.
- ¿Con qué? – recordé todo lo que había pasado dentro de ese horrible sueño, en realidad, era una pesadilla. La idea de perder a Emily me había llevado a cometer algo que jamás podría hacer – ¡Vamos! Cuéntame, Ian.
- Soñé que… – respiré hondo – que la única solución para que siguieras con vida era que te convierta – vi en su rostro un toque de sorpresa mezclado con angustia. No quería morir.
- O sea que solo en una situación límite sí lo harías.
- Solo si es la única opción, jamás en la vida me lo perdonaré de todas formas…

La luz del atardecer siempre me causó tanta paz. Era mi hora favorita del día. Donde todo lo malo del día se iba junto con él, solo quedaba atravesar la noche. La noche en la que desde hace más de un siglo era mi día. Respirar el aire cálido que caracterizaba a la primavera, me reconfortaba. Me hacía recordar lo que era sentirse humano.
- ¿Cómo puedes rechazar esto? – pregunté con los ojos cerrados tratando de disfrutar cada segundo de este atardecer en la montaña.
- ¿Rechazar qué? – contestó Emily.
- Rechazar esta sensación de estar vivo. De ser humano – la observé, estaba contemplando el cielo con los ojos abiertos de par en par – ¿Nunca habías visto un atardecer así?
- Sí, pero aquí es más hermoso. Es más… placentero.
- ¿Has visto? Justamente eso es a lo que no puedes rechazar. Siendo como yo, esas sensaciones poco a poco se van  perdiendo. Nunca verás ni sentirás lo que es un atardecer placentero.
- Ian, no intentes cambiar mi opinión sobre mi futuro, por favor. Solo quiero estar contigo para siempre – se acercó a mí –. Para siempre, ¿has oído? Para siempre.

Cuenta Emily:

Sabía que para conseguir lo que busco tenía que poner en peligro mi vida. Tenía que hacer algo que realmente me deje sin otra opción para vivir. Pero ¿qué hago? No debía morir intentando hacerlo.
Las opciones cada vez eran menos y los intentos casi imposibles. No quería hacer cosas de las cuales pueda arrepentirme seriamente.
Ian jamás me dejaba sola, descubrí que lo hacía por miedo a que me pasara algo. Después de la llegada de Damon al pueblo no quería dejarme sola ni un segundo. Alice tampoco dejaba de seguirme a todos lados. Únicamente podía ser yo misma dentro de mi habitación luego de que Ian crea que me había sumido en un sueño profundo. Hace un mes que no logro dormir ya que no paro de imaginar las posibilidades que tenía de convertirme en vampiro. A veces el cansancio se hacía notorio, mis sentidos no estaban del todo agudizados, me caía el doble que antes, no prestaba atención, y hasta llegué a tener que usar anteojos ya que no podía ver bien.

- A ti te está pasando algo raro, me han dicho que estás como zombie – dijo una voz familiar detrás de mí una tarde de sábado mientras disfrutaba del aire frío que corría en medio del  bosque. Raramente estaba sola. Alice e Ian necesitaban ir a cazar, les había prometido que me quedaría con mi madre en la biblioteca. Les mentí.
- ¡Jason! Te he extrañado – sonreí  y lo abracé.
- Yo también, Emily. ¡No sabes cuánto! – sonrió, tenía una sonrisa tan linda, llena de vida – Dime qué es lo que te está pasando para que tu madre me llame a mí y no a tu noviecito.
- ¿Mi madre qué? ¿Te ha llamado para que hables conmigo?
- No exactamente, pero ha hablado con mi padre ayer por la tarde y dijo que sería estupendo que le devuelva a su hija – rió –. Desde que estás con los Hale has dejado de hablarme.
- Perdóname Jason, es que no he tenido tiempo… Jamás me dejan sola para hablar contigo o incluso con Jessica o Hannah… Lo que pasa es que tienen miedo de que algo pueda pasarme…
- ¿Por qué? Yo sabía que esa gente no era buena…
- Me protegen, Jason – lo interrumpí.
- Tú misma has dicho que no te dejan en paz, Emmy. Si tú quieres, puedo hacer que te dejen en paz…
- ¡Jason, por Dios! ¿Puedes dejar tu odio hacia los Hale de lado un momento? – dije poniéndome de pie. Estaba cansada de que se odien.
- Es que te estás convirtiendo en una de ellos. Ya no hablas con nadie, te has distanciado de tus amistades otra vez, ya no vienes a visitarme y me he dado cuenta que no duermes.
- Eso es mentira, Jase – volví a sentarme a su lado –, no he conseguido dormir esta semana, nada más – mentí. Habían sido unas largas semanas.
- Perdóname pero no puedo creerte.
- Perdóname pero no quiero seguir hablando contigo, adiós Jason – dije y me dispuse a salir del bosque.

Sentí un ruido detrás de mí. Una rama que se partía después de que alguien o algo la pisara. Le insistí a Jason que me dejara en paz, pero al darme vuelta no estaba. Solo había un cuervo de ojos más negros que la noche que me observaba. Lo espanté pero aún seguía allí, mirándome. Empecé a correr desesperadamente. En este momento de mi vida, le temía hasta una simple criatura del bosque.
De todas maneras, no era normal que un cuervo esté en medio del bosque. No es su hábitat natural…

- ¿Cuántas veces te he dicho que no debes estar sola en el bosque? – dijo Ian detrás de mí cuando me detuve a tomar un poco de aire. Había caminado hasta el corazón del bosque sin darme cuenta. Ahora era cansador salir.
- ¿Cuántas veces te he dicho que quiero estar sola un momento aquí? No hay nada de malo en un bosque inofensivo como este.
- Eso es lo que tú crees, Emmy. Este bosque es más peligroso de lo que piensas – no contesté. Me di media vuelta y retomé mi camino –. Emily, ven aquí – me ordenó. Lo ignoré –. Em, por favor. Solo quiero hablar contigo.
- ¿Qué quieres? – dije estallando – ¿Tú también vienes a preguntarme qué me está pasando? – en su cara solo abundaba la sorpresa – ¿Quieres que te cuente por qué no duermo por las noches? Pienso en cómo voy a morir para que me conviertas y así poder vivir la vida entera junto a ti. De todas maneras, sé que es imposible porque te irás del pueblo con tu estúpida escusa de que mi humanidad es todo lo que tienes y no quieres perder. Total a ti no te importa lo que yo sienta o desee… Eres muy egoísta. El más egoísta de todos, Ian. Solo piensas en ti y lo que es mejor para ti. No ves más allá de tus estúpidos resentimientos hacia la vida humana – mis ojos ya eran como cataratas. Me dirigí hacia otra dirección dentro del bosque. No estaba en condiciones de ir a casa.

Sentí que por fin me saqué un peso de encima. Le dije a Ian todo lo que sentía sin pensarlo. No me importó lo que  pensara o cómo se sentiría. Solo quise que sepa lo que sentía en mis adentros.

La oveja y el leónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora