Capítulo trece

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La mañana siguiente no podía mirar a los ojos a uno de los hermanos de Ian Hale. Emmett Hale. El más grandote de todos. Lo vi claramente, era él. Pero, ¿cómo podía estar en una pintura que tenía más de cien años? Obviamente, imprimí la foto de la pintura para mostrársela a Ian, quería respuestas. Una persona bastante parecida a su hermano estaba pintada en un cuadro que tiene unos ciento setenta y ocho años, era algo totalmente desconcertante. 

"Tengo que hablar contigo lo antes posible" escribí en un mensaje de texto que pronto le enviaría a Ian desde mi camioneta. No sé si lo vería hoy o no, pero no me costaba nada mandarle ese mensaje. Menos con las dudas que tenía.

- Aquí me tienes, mi reina – me dijo cuando estaba en la fila de la cafetería para elegir mi comida. ¿Por qué me hablaba así? ¿Mi reina? Me sonrojé y una sonrisa estúpida apareció en mi rostro. Esperen, ¿me estaba hablando a mí o a otra persona? Había chicas realmente lindas a mí alrededor. Esos pensamientos borraron por completo mi sonrisa. Lo miré por encima de mi hombro para saber si me estaba hablando a mí o no. Maravillosamente, era a mí –. ¿Qué pasa, Em? 

- Tengo que mostrarte algo y hacerte unas preguntas – dije seria terminando de elegir lo que comería hoy.

- Cuando gustes. Voy a estar en la mesa con mis hermanos, cuando quieras ven a buscarme ¿sí? – no, no iría a buscarte. Por varias razones. La primera, estaba Emmett en esa mesa. La segunda, moriría de vergüenza y no sabría cómo hablar ni qué decir. La tercera, quería almorzar junto a él. 

- ¿Podemos almorzar juntos? – dije sin pensarlo –. Necesito hablar contigo ya, ahora, en este momento. 

Por la palidez de mi rostro se dio cuenta de que era algo serio y en minutos estábamos los dos sentados frente a frente en una mesa alejada de los demás. Pero no de sus miradas, obvio.

- ¿De qué querías hablar? Parece que es serio – rió. Yo no le encontraba la gracia. 

- Mira, ya sabes todo lo que estoy investigando y eso. Anoche encontré algo en Internet que me dio escalofríos realmente – su rostro se endureció y se volvió más serio y blanco de lo que era antes. Aun así era perfecto –. Esta pintura estaba en una página web del buscador de Google – dije mostrándole la impresión que había hecho –. Está tu hermano, Emmett, en ella – sus ojos se abrieron como los de las lechuzas. Parecía sorprendido. Demasiado sorprendido.

- ¿De dónde sacaste esto, Emily? – dijo sin sacar los ojos de la imagen. 

- De Internet te he dicho. ¿Qué hace Emmett allí? – dije lo más calmada que pude parecer. 

- No me creerías si te digo que es uno de nuestros antepasados el que está en esa foto.

- Pintura – lo corregí –. Y sí, te creería. Pero, ¿por qué no está del lado de los soldados humanos? Está del de los vampiros – dije comiendo un poco de mi ensalada. No tenía hambre pero si no quería desmayarme necesitaba alimento. 

- Se dice que nuestros antepasados eran vampiros – dijo un poco más relajado –. No se lo digas a nadie ni muestres esta pintura jamás.

- ¿Por qué? – me asustó. 

- Porque sí. No lo hagas si no quieres correr peligro. Como los periodistas asesinados, justamente uno de ellos escribió esto ¿sabías? – me aclaró. Él vio el terror en mis ojos –. ¡Por Dios, no quería asustarte! ¡Perdón! 

- No me asustas – dije seria e imponiendo mi valentía –. No me importa correr peligros para saber un poco de historia. ¡Es la historia del pueblo en el que estoy viviendo y voy a vivir hasta que termine la secundaria! – la cara de Ian cambió.

- ¿Volverás a California cuando termine el año escolar? – veía un poco de tristeza en sus ojos. ¿Quería que no me vaya? ¡Qué tan estúpidamente enamorada estaba! 

- Creo que sí. Necesitaba cambiar un poco el aire este último año. En mi escuela anterior, este año era símbolo de bromas todos los días contra mí y no deseo eso – se produjo un silencio, el cual rompí después de unos segundos –. En realidad, no es un cambio de aire. Necesitaba liberarme de todas esas personas idiotas que se creen más por ser de una familia adinerada. En California, si no eres hijo de un doctor, eres un hijo de un abogado o un empresario importante... 

- Mi padre es doctor y yo no soy como tus antiguos compañeros.

- Por suerte no – dije sonriendo –. Creo que en este lugar las personas son más humildes y bondadosas a pesar de tener todo para ser un soberbio que no le importa nada de la vida – la conversación se desvió completamente y ya no tenía sentido retomarla.

Cada vez que sonreía, sentía como si el mundo cambiara de color. Como si todo lo malo desapareciera al ver la claridad de su sonrisa. Aún es totalmente increíble que sea tan perfecto; a veces llegaba a pensar que no era humano.

Pero no solo él era así, sus hermanos: Rosalie, Jasper, Emmett y Alice, eran así como él. Rosalie era como una muñeca, rubia, con ojos dorados, de una tez perfectamente blanca y un cuerpo angelical. Jasper era el típico caballero europeo, de melena dorada al igual que sus ojos, serio, alto y atento. Emmett era como un oso gigante, protector de su familia, un guerrero de tez blanca, cabello negro como la noche y ojos dorados. Alice era como un hada perfecta, su cabello corto y castaño casi oscuro hacía que su rostro blanco como la nieve se vea más que otra cosa, sus ojos dorados se podían divisar desde lejos. Simplemente eran perfectos.

La oveja y el leónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora