Capítulo 15

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Mis manos alisaron el vestido blanco que portaba. Era ajustado por todos lados con unas tiras delgadas que se aferraban a mis hombros y carente de escote.
El vestido era extremadamente cómodo para la ocasión, pero sabiendo que la noche estaría fresca busqué un saco negro algo corto y de mangas hasta las muñecas en donde tenía un reluciente reloj de oro blanco.
Dando un ultimo repaso a mi figura peiné levemente mi cabello con rizos que se encontraba extremadamente largo aun después de haberlo cortado.
Pero esta vez estaba completamente sano y sin teñir.
Concluyendo que me encontraba perfecta me coloqué los zapatos negros y tomé el bolso del mismo color con correa plateada en donde tenía mis documentos, dinero, tarjetas y mi móvil.
Eran las seis treinta de la tarde y me había esmerado en estar lista con tiempo, ya que esta sería la primera vez que saldría a conocer a una persona en el año en curso.
Ni siquiera sabía por qué lo hacía, solo me aferraba a la paz que esa mujer me transmitía, como esa sensación de familiaridad que me envolvía al tenerla cerca.
Sintiéndome levemente emocionada salí de la habitación para recorrer el pasillo con pasos lentos y precisos acomodando mis pies dentro de los zapatos.
Al llegar al pie de las escaleras me sostuve del barandal para descender ladeada y de esa forma poder bajar sin terminar cayéndome aparatosamente.
Al bajarlas por completo me acerqué a la sala en donde suponía estaba Nath y al entrar me la encontré desparramada en el sofá observando una película en la TV pegada a la pared.
—Estas muy bonita —alagó poniendo en pausa la película.
—Gracias —yo solté un suspiro suave repasando la parte visible de mi vestimenta —¿no estará muy sencillo para un restaurante en el centro? —Nath negó.
—El saco y los tacones le dan el toque —yo asentí un poco más segura con mi decisión y luego de despedirme con un beso en la mejilla de ella me encaminé hacia mi auto estacionado en la entrada junto al de Nath.
Al estar frente a él me adentré por la puerta del piloto y llevé mi bolso al asiento del copiloto para luego encender el auto ya que la llave se encontraba pegada.
Era algo que no me preocupaba, pues las rejas de la casa evitaban que alguien entrara, así como así, pero sobre todo mi sistema de seguridad avisaba de cualquier persona merodeando por las cercanías ya que había sensores de movimiento.
Algo excesivo para alguien a quien nadie conocía, pero considerando que aspiraba a tenerlo todo y a estar en cada portada de cada revista, debía prepararme.
Como bien decía un dicho que escuché hacía tiempo, vive como si fueras a morir mañana, pero prepárate como si fueses a vivir toda una vida.
Podía gastar todo, pero debía pensar en cuanto tiempo estaría en este plano terrenal, pero eso no me exentaba de darme aquellos gustos que quería o de ir a los lugares que se me antojaran, solo que pensaba en que no quería que fuese la única vez y trabajaba para seguir viviendo de aquella manera.
Era difícil de entender aquel dicho, pero yo lo había captado a la perfección.
Tamborileando sobre el volante como siempre que conducía, salí de los terrenos de mi hogar y dirigí el auto hacia el centro que se encontraba a una media hora de donde me encontraba.
Mientras viajaba la música estaba apagada, por lo que extendí mi mano y al encenderlo la primera canción de la lista de reproducción que sonó fue Higher love de Kygo.
Esa canción me gustaba, demasiado, pues hacía que mis ánimos subieran de cero a mil con tan solo aquel pegadizo ritmo.
Suavemente tarareé el coro y moví mi cabeza de un lado a otro mientras la sonrisa se extendía por todo mi rostro. Por dios, la música era el antídoto para cualquier mal y aunque sabía de su efecto analgésico, lo descubrí realmente tras la perdida de mi hija, ni siquiera sabía como enfocar mi mente durante los primeros días, hasta que tomé unos auriculares y reproduje la primera canción del móvil y me concentré en ella.
Dejé que la música amortiguara el ruido de mi mente y que con sus melodías cerrara poco a poco las heridas de mi alma y aunque era algo que aun me superaba, había aprendido a vivir con ello y entendí que, aunque uno tenga planes para si mismos, el destino, el karma, aquella entidad superior de la que todos hablaban, algo que dominaba las vidas en aquel plano terrenal en el que residía, le daba vueltas dejando en claro que eso realmente no era lo mejor para mí.
Y no quería malentenderme, sí, éramos escritores de nuestro propio destino, pero había cosas en las que simplemente no podíamos opinar.
Al llegar al restaurante Silver que me había indicado Mauren me adentré en el estacionamiento y aparqué el auto para luego tomar mi bolso y salir.
La llave la adentré en el bolso y alisé mi vestido por sexta vez en la noche antes de encaminarme a la entrada aprovechando los siete minutos para las siete que faltaban.
El reloj digital del vehículo me lo había informado y por ello me apuré en ir hacia la entrada en donde un señor de traje se acercó con una IPad en su mano.
—Buenas noches, señorita, es un placer tenerla en el restaurante Silver ¿tiene usted una reservación? —la sonrisa del hombre se extendió por su rostro al finalizar sus líneas.
—Soy invitada de la señora Mauren —las cejas del hombre se levantaron con algo de sorpresa y revisó en su IPad.
Ni siquiera le había dicho el apellido de la mujer.
—¿Calliope Heder? —cuestionó luego de unos segundos y yo asentí —perfecto, la señora la está esperando.
Él sin pensárselo dos veces me hizo seguirlo por todo el restaurante en el que la decoración plateada era la que predominaba.
Al llegar al centro del lugar el hombre que me guiaba se hizo a un lado dejándome ver a la mujer de hermosos ojos que mantenía un peinado perfecto en su cabello. Sus aretes habían cambiado de aquellos sencillos a unas perlas que se notaban reales y un collar con las mismas piedras preciosas decoraba su cuello.

Un vestido azul cielo que había visto en alguna de esas revistas caras cubría su cuerpo y al ver la parte de arriba no dudé de que sus zapatos fuesen igual de caros que todo lo demás.
—Siéntate cariño, te estaba esperando.
Sin poder gesticular palabras me senté en frente de ella y me cuestioné quien carajos era la mujer que tenía en frente.
Porque esta mujer que observaba frente a mi era el claro ejemplo de una señora de élite.

Atados a miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora