Mis manos sudaban dejando en claro que me encontraba nerviosa, pero no era para menos, por fin vería a mi hermana después de tanto tiempo y la tendría solo para mí. Damián me había escrito avisándome que estaban ya en la ciudad y que solo estaban esperando a que uno de los de seguridad fuera a buscarlos.
Había pasado alrededor de una hora y la ansiedad se estaba apoderando de cada una de mis partículas mientras esperaba que llegaran en la parte delantera de la casa.
Estaba sentada siendo observada por la mayoría de los de seguridad, pero era difícil no hacerlo, llevaba un vestido azul cielo semitransparente ajustado a mi figura y mis pies descalzos estaban cruzados uno encima del otro mientras me apoyaba del suelo para recostarme al estar sentada en el primer escalón.
Cuando las puertas se abrieron yo me levanté como resorte y observé como el auto se acercaba despacio hasta estacionarse cerca. Cuando eso sucedió una mata de cabello negro salió del auto para correr en mi dirección.
Mis ojos en automático se llenaron de lágrimas y cuando se aferró a mi sin siquiera dejarme verle la cara solo pude abrazarla.
Mis brazos se envolvieron alrededor de todo su cuerpo y la sentí sollozar fuertemente mientras acariciaba su cabello.
Ella no era tan alta como yo, pero estaba muy cerca, por lo que fue fácil besar su cabeza mientras absorbía su aroma, su tacto, su calidez.
—Te extrañé tanto —admití dejando salir un suave sollozo.
Ella se aferró a mi con más fuerza y solo pude apretujarla un poco más al sentir como se deshacía entre mis brazos.
—Déjame verte, hermosa —pedí tomando su mandíbula entre mis dedos, pero ella rehuyó de mi mirada evitando que viera su rostro —Enís —pedí suavemente, pero ella negó enterrando su rostro en mi pecho.
Haciendo un poco de fuerza y preocupada por su renuencia a observarme la tomé con algo más de fuerza y la hice levantar su rostro con sus manos aun envueltas en mi cintura.
Jadeé al verla y pasé saliva de forma lenta sin poder creer lo que estaba viendo.
Yo pasé saliva de forma lenta y Enís intentó descender su mirada nuevamente pero mi mano se aferró a su mandíbula con más fuerza de la que tenía prevista y sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más.
—¿Qué demonios pasó? —cuestioné con voz muy baja y ella tembló.
Enís tenía una herida que cruzaba toda la parte derecha de su rostro iniciando en su frente y continuando por su ojo, descendiendo por la mejilla hacia su oreja.
Estaba con varios puntos en algunas zonas confirmando que había sido profunda y su ojo en ese lugar estaba más claro de lo normal.
Enís tenía los ojos verdes y ese ojo se acercaba más a un grisáceo y alrededor estaba totalmente rojo.
—Enís —susurré suavemente y ella volvió a sollozar para abrazarme evitando que continuara mirándola.
—Me dijo que si no usaría mi cara no la necesitaría, me corto el rostro, Calli, pasó el cuchillo por mi rostro mientras se aferraba a mi cabello, intentó cortarlo también, pero Damián llegó antes de que eso sucediera.
Ella jadeó y sentí como la respiración le faltaba cada que soltaba palabra tras otra.
—Dios, santo, cariño.
Y sin poder hacer nada más me aferré a ella dándole el apoyo que necesitaba.
Mis lágrimas descendieron por mis ojos y terminé sollozando con ella al escuchar el dolor en sus gemidos sollozantes y desesperación.
—Me marcó, Calli, me dejó marcada para toda la maldita vida.
Sus manos se aferraron a mi vestido y al notar como los guardias nos miraban la cubrí con mi cuerpo.
Damián se acercó por detrás y llevó un dedo a sus labios antes de mostrarme una jeringa.
Con cuidado de que ella no lo notara le hice a un lado el cabello y Damián se acercó para inyectarla antes de que pudiese refutar y yo la aferré a mi cuerpo evitando que pudiese moverse.
No paso mucho tiempo cuando se deshizo en mis brazos y Damián se extendió para tomarla y cargarla hacia dentro de la habitación.
Secando las lágrimas que había desbordado seguí a Damián y él ingresó a la sala para dejar a Enís sobre el sofá boca arriba.
Con cuidado retiró el cabello en su rostro y la acomodó.
—¿Qué diablos sucedió? —cuestioné con el rostro rojo de la ira que comenzaba a envolverme con cada segundo que pasaba.
—Cuando llegué escuché gritos, parecían ser de una chica y deduje que eran de su hermana, así que sin pensármelo dos veces entré en la casa, noqueé a la seguridad cerca de la entrada y cuando entré a la sala el piso estaba cubierto de sangre y su madre, tenía un cuchillo en la mano y el cabello de la señorita en un puño a punto de cortarlo, solo pude quitársela de encima y salir con la señorita lo más rápido posible, la llevé al hospital y después salimos de la ciudad en cuanto ella estuvo consciente.
Yo me dejé caer en uno de los sofás y apreté mi collar contra mi pecho intentando respirar con normalidad.
Un nudo se instaló en mi garganta mientras la rabia florecía y ni siquiera sabía que decir.
¿Cómo mi madre había podido hacerle tal cosa a Enís? Esperaba que tuviese más consideración con ella que la que tuvo conmigo, pues no la necesitaba para nada, pero mi madre era egoísta por mucho y tuvo que arruinarle la vida a ella también.
Por dios, esa herida dejaría cicatriz en su rostro, eso era seguro.
Jadeando dejé salir un sollozo y apreté mi mano con más fuerza sin poder contenerme.
Iba a acabar con ella, la iba a joder de todas las formas posibles de una vez por todas, pues no seguiría soportando sus abusos, no seguiría soportando que un ser como ella se paseara por la faz de la tierra como si nada.
—Gracias, Damián —susurré antes de levantarme para arrodillarme frente a ella.
Su respiración era lenta y pausada y debajo de sus ojos se apreciaban unas suaves ojeras que dejaban en evidencia la falta de sueño.
Pero lo que más resaltaba en ese momento eran los puntos suaves que habían sido dados en su rostro, en algunas otras zonas solo tenía una pequeña cinta blanca que hacía presión para unir ambos laterales de su carne.
Suspirando profundamente para calmarme extendí mi mano y retiré el cabello casi igual de negro que el mío y luego paseé mis dedos por sus facciones suaves y delicadas que aun estaban intactas.
Ella era hermosa y aun con esa herida en su rostro se apreciaba su atractivo. Pero sabía que eso abriría inseguridades en ella y aunque la herida externa cicatrizara, las internas permanecerían abiertas hasta que ella pudiese vivir con ello.
Mi pequeña no debió pasar por eso, se suponía que ella ya sería feliz, se supone que yo la liberaría y ahora solo la he atado a algo más profundo.
Levantándome del suelo miré a Damián que aun permanecía en la sala.
—Llévala a su habitación en el segundo piso, tercera puerta a la derecha.
Él asintió se acercó a ella para tomarla en brazos y comenzar a caminar hacia las escaleras perdiéndose de mi vista al llegar al segundo piso.
Con la desesperación burbujeando en mi interior y a través de todas mis extremidades, me acerqué a la mesita en donde había dejado mi teléfono.
Al tomarlo busqué rápidamente el número de Nath y llamé para luego esperar a que respondiera.
—¿Sí? —contestó pareciendo estar algo ocupada.
—Necesito que aceleres el plan, quiero la fábrica de mi madre destruida para esta maldita noche.

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Atados a mi
Fiction généraleSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...