Capítulo 37

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Mis manos tamborileaban sobre el volante mientras me dirigía hacia la dirección pautada.
Estaba algo nerviosa ya que la última vez que lo había visto no había sido especialmente bonita, pero aquella noche no podía pensar bien todos mis actos.
Al llegar estacioné y dejé dentro del auto el arma, el gorro que tenía en la cabeza y el aparato.
En cuanto lo vi acercarse bajé y casi corrí hacia él sintiendo mi pecho latir velozmente.
Él suspiró antes de atraparme en sus brazos y dejar que rodeara mis piernas en su cintura mientras enterraba mi rostro en su cuello y dejaba que las lágrima salieran.
—Lo siento, lo siento tanto, Mails —mi cuerpo tembló producto de los sollozos y lo sentí pasar su mano por mi espalda baja tratando de tranquilizarme.
—Tienes mucho que explicar, Calliope —asentí aun sollozando y lo sentí moverse para dejarme sobre el capó de su jeep.
—Tenía que desaparecer —susurré.
—¿Sí? —cuestionó irónico.
—Yo... había demasiadas cosas que me estaban superando y, solo quise desaparecer.
—Pasó un año, Calli y se suponía que tú y yo éramos amigos, te llamé, pero cambiaste de número, fui al departamento al que te había llevado y también te habías mudado, simplemente me olvidaste como si no hubiese estado en tus peores momentos y dolió.
—Lo sé, lo sé —intenté excusarme, pero hacerlo significaría mucho.
Pero él lo valía.
—Estaba embarazada y no lo sabía —susurré tomándolo por sorpresa.
—Mierda —lo escuché decir antes de tomar el objeto que tenía en su oreja izquierda y que no había podido ver ya que había estado enterrando mi rostro en la parte derecha de su cuello.
Tomó el objeto y lo arrancó tirándolo al suelo y mi boca se abrió con pánico.
—Corre al auto —boqueé en busca de aire sin entenderlo.
—¿Qué? —cuestioné en un susurro.
—Ellos te estaban escuchando.
Y al entender sus palabras salté del capó del auto mientras lo empujaba para correr hacia el mío.
—Sígueme —pidió subiendo hacia su auto y gruñí molesta mientras me subía al mío.
Las lágrima secas picaron en mis mejillas y encendí el auto deprisa viendo como el auto de Mails pasaba frente al mío para dirigirse hacia la calle.
No me dio tiempo de procesar la situación, solo quería huir lejos de donde estaba sabiendo que ellos estaban conscientes de cual era la ubicación de ese lugar.
Demasiado pasaba por mi cabeza como para analizarlo mientras conducía a una velocidad de vértigo detrás del auto de Mails.
Las calles estaban solitarias por ser las cuatro de la madrugada, lo que facilitó nuestra huida, pero al mirar por el retrovisor vi a un auto a lo lejos acercándose a paso veloz y entendí que ellos no estaban tan lejos.
Había una distancia prudente, pero en cualquier momento podrían alcanzarme.
La sensación familiar de ser perseguida me recorrió y solo pude apretar el acelerador para seguir a Mails hasta que salimos de su radar y ningún auto estaba detrás de nosotros.
Seguimos doblando por ciertas calles hasta que se dirigió hacia las afueras de la ciudad acercándose a uno de los tantos lagos cerca de Detroit.
Nos adentramos en el camino de tierra con murallas de árboles a ambos lados hasta que estacionamos no muy lejos.
Al estacionar salí dando un portazo y Mails lo hizo de forma calmada sabiendo que lo había jodido.
—Me has traicionado —dije molesta intentado que mi voz no se quebrara.
Apenas y entendía la magnitud del problema en el que me había metido.
—Lo siento —su voz sonaba nerviosa.
Y por primera vez vi inseguridad en sus facciones.
Mi labio inferior tembló y cubrí mi rostro para sollozar.
Probablemente todo se me había juntado y estaba cayendo encima de mí por completo.
—Los iba a dejar secuestrarte —admitió —hablaría contigo, haríamos las paces y ellos te llevarían a un lugar que habían arreglado para ti, yo... dios —jadeó la última palabra y negué.
—¡Ay dios mío! —jadeé retirando mis manos para observarlo entre la nube borrosa que habían dejado mis lágrimas.
—Lo siento —negué.
Probablemente me había traicionado porque yo misma me había encargado de romper esa alianza que existía entre los dos.
Dejé de escribirle, de llamarlo y de dejarle saber cómo estaba porque abandoné todo lo que me recordara a mi otra vida, porque necesitaba cortar lazos para encontrarme y no me arrepentía de los sacrificios, pero realmente me estaba doliendo haber abandonado a Mails cuando fue el único que permaneció cerca.
—En algún momento iba a pasar —susurré.
Él se acercó y me envolvió en sus brazos para apretujarme contra su cuerpo.
—Lo siento, Calli, debió ser de otra forma.
Negué entendiendo que si no era así nunca se los diría, nunca saldría de mis labios que tuve algo que era de ellos, nuestro.
—Está muerta —sollocé y me aferré a su camisa con fuerza y no dudé de que se hubiesen roto un par de botones ante mi fuerza —casi lo lográbamos, pero no fue suficiente todo mi esfuerzo, ella murió. No supe de ella hasta después de recuperarme, los síntomas los pude haber confundido con la desintoxicación, además nunca lo hubiese imaginado porque se supone que no podía, Mails, perdí un milagro, se me escapó de las manos y fue devastador, yo solo necesitaba recuperarme, necesitaba encontrar la forma de vivir con eso, aun sigo buscando la forma de hacerlo porque siempre viene a mis pensamientos, la siento en mis entrañas y es horrible no tenerla en mis brazos.
Él escuchó, se aferró a mi dejando que yo me aferrara a él y no pude hacer nada más que llorar todo lo que no pude antes.
—Lo siento tanto, cariño, dios, de verdad lo siento.
Y ahí en medio de la nada, llorando como no lo hice en su momento dejé que Mails me ayudara con esa pena que había estado llevando desde aquel día que debió ser uno de los mejores de mi vida.

Ahí con la brisa fresca chocando con nuestros cuerpos me aferré a él como lo había hecho hace años cuando caí en lo más profundo.
Con los árboles rodeándonos le declaré las penas que había estado callando, le demostré lo fuerte que era al decirle que no volví a caer cuando perdí a mi hija.
Porque aquello debió ser un incentivo para volver al alcoholismo y solo lo usé para nunca más sentir la necesidad por esa maldita cosa.
Porque, aunque los médicos dijeron que no era mi culpa, que esas cosas pasaban, yo seguía creyendo que fue mi culpa, que si no hubiese sido alcohólica hubiese podido saberlo meses antes, si no hubiese arruinado todo lo bueno que tenía en su momento la hubiese tenido a ella también en mis brazos.
—No fue tu culpa, no lo fue Calliope —negué separándome de su cuerpo.
—Quiero creer que así fue, pero ellos... ellos entenderán que, si lo fue y yo también lo hago, entiendo que fue mi culpa, yo orillé a ese bebé a la muerte por mis conductas suicidas de esos meses, Dios ¿cómo voy a verlos a la cara y les diré esto?
—Ahora ellos deben creer que está viva en algún lado, porque solo escucharon que estuviste embarazada, Calliope —restregué mi cara mortificada por el rumbo que había tomado mi noche, pero esto era lo que realmente necesitaba, aunque no fuese algo positiva la situación.
Pero aun así era mi coartada perfecta.
No tuve tiempo de hablar con Mails por más tiempo ya que me despedí y me di la vuelta sin dejarlo detenerme.
Había alegado que conducir así era un riesgo para mí, pero el alba estaba cerca y debía llegar a casa y organizarme para poder enfrentarme a la situación que tenía en camino.
Ellos me buscaría y esta vez no se detendrían hasta haber registrado cada centímetro de la ciudad y encontrare.
Probablemente esto los movería mucho más sin importarles si jodían mi privacidad o mi negativa a tenerlos cerca.
Al llegar a casa eran casi las seis de la mañana y solo atiné a subir a mi habitación y ducharme, luego me coloqué unos jeas negros, un suéter blanco y amarré mi cabello en una coleta. Me coloqué unas botas bajas y luego de un par de suspiros me encaminé hacia ese cajón de mi closet en donde tenía una caja con todo lo que fue de ella.
La mano me temblaba débilmente al sostenerla mientras iba hacia la puerta y antes de salir tomé el móvil junto a la mesa y salí al pasillo para acercarme a las escaleras.
Eran las seis con treinta y mi rostro debía verse desastroso por la falta de sueño y las lágrimas que había soltado cuando estaba en la ducha.
Al salir de la casa subí al auto una vez más y conduje fuera mientras miraba la caja a un lado mío.
Mi teléfono vibró y al detenerme en el semáforo observé para ver de quien se trataba.
Eran números desconocidos y entendí que probablemente eran de ellos.
Era fácil conseguir mi número teniendo a Alicia, ya que ella tenía mis datos y nuevamente entendí que si no lo habían tomado antes era para respetar las barreras que les había levantado.
Al llegar a su casa me acerqué al comunicador cerca del portó y lo presioné hasta esperar que alguien respondiera.
La cámara se encendió y mi rostro se reflejó en él.
Ni siquiera hablaron, solo abrieron la puerta y yo conduje dentro sintiendo mi pecho vibrar a una velocidad atemorizante.
Estacioné y bajé de él con la caja en mano y me acerqué a la puerta para abrirla preguntándome porque no habían saltado hacia mi en cuanto salí del auto.
Al entrar en la casa los tres estaban de pie cerca de las escaleras esperando por mí.
Y nuevamente me pregunté como tendría el valor de decirles que su hija estaba muerta por mi culpa.
—Yo... —susurré y sentí mi mano temblar una vez más, pero me aferré a la caja y respiré profundo mientras sus miradas inquisidoras esperaban pacientes.
Aun cuando me había callado tal cosa tenían la decencia de dejar que me explicara.
Con lentitud abrí la caja e ignorando el resto de las cosas dentro saqué la memoria y cerré la caja de nuevo para dejarla en el piso. Y suspirando una vez más retomé mis pasos y les tendí la memoria.
El que la tomó fue Becker y su rostro estaba totalmente inexpresivo.
—Prefiero que vean lo que hay ahí antes de hablar al respecto.
Mi voz, que no la había usado después de abandonar a Mails estaba algo ronca y grave.
En absoluto silencio Becker se dio la vuelta y caminó hacia la sala, Klein y Meyer me dieron una mirada antes de darse la vuelta y seguir a Becker a la sala.
Las luces estaban apagadas tal vez porque estaba amaneciendo. Pero aun así no entraba mucha luz, ya que las cortinas eran gruesas y oscuras.
Becker colocó la memoria en la Tv y tomó el control para acceder a lo que había en la memoria, luego se sentó en medio de sus hermanos y le dio a inicio al primer video.
—Bueno, amm —me vi a mi misma sonriendo de forma nerviosa.
Los recuerdos de aquel día me envolvieron y las lágrimas comenzaron a salir.
—Es extraño hablar con una cámara, pero realmente les hablo a ustedes, estoy embarazada y es de alguno de ustedes, obvio, tengo cinco meses y dos semanas. Se supone que no podía suceder esto, me habían dicho que era estéril, pero pasó y estoy tan feliz de que si haya podido pasar —al ver mi sonrisa emocionada me descompuse un poco más y solo atiné a recostarme del marco de la puerta mientras los veía a ellos —quisiera decir que tras saber esta noticia iré hacia ustedes, pero no es así, porque recuerdo claramente cuando me dijeron que debía brillar y que cuando estuviese en lo más alto, volviera a ustedes y sé que está mal que me aferre a eso sabiendo que un bebé en ese entonces no estaba en la ecuación, pero, no puedo volver, no ahora cuando parece que el mundo se me cae encima, porque creerán que lo hago porque los necesito y realmente no es así, no lo hago, así que apenada por hacer algo que realmente no debería, me despido dejando este video guardado para el día en el que vuelva a ustedes.

Y lo había hecho, había vuelto a ellos, pensaba que lo haría con mi hija en brazos.
Pero eso no había podido ser.

Cada video pasó y los vi prestando atención, también las fotos digitales de las ecografías, las grabaciones de las consultas con el doctor, todo estaba ahí, hasta que llegaron al video de aquel fatídico día.
Cubrí mis labios mientras veía las escenas pasar de forma alborotada debido a los movimientos bruscos de Nath mientras todo sucedía.
—Una vez más, tu puedes —escuché decir y recordé el sufrimiento en mis gritos mientras hacía el último intento.
—Eso, lo lograste —su voz me llevaba a días de miseria.
—¿Por qué no llora? —el video se detuvo en ese momento.
Y yo me deshice al recordar cuando desperté y me habían dicho que mi hija murió.
No lo soporté, debía decirles que lo sentía, que había sido mi culpa y que realmente lo sentía, por lo que me moví hacia en frente de ellos tapando la visión de la pantalla y me dejé caer de rodillas en frente mientras juntaba mis manos frente a ellos.
—Lo siento —pedí en medio de mis sollozos —fue mi culpa, lo sé, yo... lo jodí, la jodí y lo siento tanto.
—Cállate —pidió Klein y lo vi con lágrimas en sus ojos, pero no podía.
Porque si ellos creían lo que yo sería el final de todo esto, sería el verdadero final.
—De verdad lo siento.
Casi al instante sentí unos brazo envolverme y llevarme hacia un cuerpo caliente que se aferró a mi con fuerza.
Sollocé más fuerte sintiendo como me desgarraba hasta que escuché su susurro en mi oído.
—Tu no tuviste la culpa, no fue tuya —mis sollozos se detuvieron y mis lágrimas se pararon en seco al escuchar la voz de Meyer.
Mis labios se entreabrieron con sorpresa y suspiré aparatosamente.
—¿Qué? —la confusión estaba reflejada en mi cuestionamiento.
—Tu no tuviste la culpa —reafirmó y solo eso bastó para que lo abrazara con fuerza dejando que una pequeña parte de mi se arreglara.
Y aunque había escuchado esa frase muchas veces proviniendo de los doctores, de las enfermeras, de la terapeuta, de Nath, de Kendal, de Mails, esta fue la primera vez que significó algo.
—No fue tu culpa —repitió Klein arrodillándose junto a nosotros y envolviéndome con sus brazos.
—Así que deja de pensarlo, Calliope, porque nosotros no lo hacemos —y luego de sus palabras Becker me abrazó también permitiendo que me relajara un poco en sus brazos.

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