Mis manos se aferraban a los bordes de la camilla mientras el doctor esparcía un líquido frío por mi estómago para luego proceder a pasar un aparato en mi vientre que dejaba ver en una pantalla lo que estaba sucediendo dentro de mí.
Decir que no estaba asustada era una falacia, pues mi corazón martillaba con una fuerza ensordecedora y podía sentirlo palpitar en mis oídos aturdiéndome cada vez más.
Sin mencionar que las manos que tan fuerte se aferraban a los bordes metálicos, segundos antes habían estado temblando desesperadas, no solo ante la noticia de tener un hijo cuando eso se creía imposible desde el momento en el que tuve conciencia, sino también por creer que había dañado ese milagro que se estaba formando en mi vientre.
Emocionalmente me sentía estable, tranquila y físicamente de la misma forma, mi mente también había estado en armonía, todo hasta que me enteré del feto que se estaba desarrollando en mi interior y del que no me había dado cuenta.
—Bueno —lo escuché susurrar mientras movía el aparato a lo largo de todo mi vientre.
—¿Qué? —cuestioné nerviosa.
Nath juntó a mi tomó una de mis manos para despegarla de la barra de metal y poder sostenerla ella.
—¿Puedes calmarte? Estás muy nerviosa y eso va a empeorar todo el proceso, respira conmigo —pidió.
Yo pasé saliva antes de asentir un par de veces, luego me acoplé mis respiraciones a las de ella intentando que los acelerados latidos de mi corazón desaceleraran.
—Aquí estas —susurró nuevamente y yo miré a la pantalla olvidándome si quiera de respirar.
Unos fuertes latidos bañaron el silencio en el que había estado sumergida la habitación y yo sonreí abiertamente al entender que eran los del bebé que llevaba dentro.
—Dígame algo —pedí y él sonrió ante mi desesperación.
—Tienes veintitrés semanas de embarazo —Nath junto a mi contó con su mano libre de cuatro en cuatro.
—Cinco meses y dos semanas —aseguró en voz alta luego de su conteo.
Al darse cuenta llevó su mano hasta su boca y yo solté una carcajada relajándome por unos segundos.
—El feto se encuentra bien —lo escuché decir.
El alivio me recorrió completa ante esa afirmación.
—No parece haber daño y sus latidos van a un ritmo normal.
Él continuó explicando un sinfín de cosas a las que le presté total atención, pero la verdad es que yo me había quedado en la primera parte: que estaba bien.
Una vez finalizada la ecografía me indicó medicamentos, vitaminas y algunas otras cosas más.
Nath a mi lado anotó en su móvil cada recomendación, mientras que yo solo podía asentir emocionada.
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Atados a mi
Ficción GeneralSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...