Mis tacones repiqueteaban contra el mármol claro de la recepción del edificio mientras me adentraba en él para caminar hacia el ascensor.
No me molesté en decirle a la mujer a qué piso iba y Nath tampoco, pero probablemente estaba deduciendo que iba hacia alguno de los niveles que no estaban relacionados con la compañía de mi madre.
Presioné el último piso y esperé paciente a que cerrara sus puertas y ascendiera hacia el lugar indicado.
Intentaba canalizar mis emociones para verme impasible desde afuera, aunque por dentro estuviese hecha un manojo de nervios. Y lo estaba logrando, pues el reflejo que me daba la pared de espejos era la de una mujer con cara de póker que no admitía ninguna mierda.
Y realmente no lo haría.
Cuando las puertas se abrieron tuve la dicha de verla recorriendo el pasillo con pasos lentos mientras sonreía a varias personas en el piso.
Al ser pocas las plantas a su disposición debían juntar varias áreas en un solo nivel.
Por lo que el piso tenía a varias personas correspondientes del área administrativa vagando por lo alrededores.
Ella portaba un vestido verde claro que se aferraba a su buena figura y su rostro estaba estirado, como si los años no hubiesen pasado por encima de ella.
Un recogido perfecto mantenía su cabello oscuro a raya y sus tacones blancos hacían ver sus piernas perfectamente estilizadas.
Estaba segura de que había intervención de a fuera para que se viera tan joven.
O solo yo había envejecido producto de una vida miserable durante los últimos años. Cualquiera que fuera la razón, no estaba ahí para ver que tanto había cambiado ella, solo estaba ahí para demostrar que tanto había cambiado yo.
Por lo que tomé una bocanada de aire antes de recorrer el camino que me separaba de la recepción de ese piso y casi de inmediato la mujer detrás del mostrador habló en mi dirección para evitar que continuara, pero no era mi intención perder el tiempo con ella.
—Señora Heder, buenos días —mi voz se escuchó fuerte en todo el lugar.
Hasta creí sentir vibrar las paredes ante mi fuerte saludo.
Ella se giró en mi dirección conservando aquella sonrisa y mi estómago se apretó ante aquella acción.
¿Alguna vez me sonrió así? Sí, tal vez cuando papá aun estaba vivo.
—Buenos días —saludó ella extrañada por mi presencia.
No me reconocía, al menos no todavía.
—¿No me recuerdas? —cuestioné.
Intenté que mi voz no se quebrara, también luché por no amedrentarme, ya que más de uno estaba ahí observando aquel encuentro y a las mujeres desconocidas.
—No creo que... —pero calló cuando sus ojos hicieron contacto con los míos.
Dio un paso atrás y pasó saliva de forma dificultosa bajo mi atenta mirada.
—Calliope —susurró.
—Sí, soy yo, madre —y los susurros no se hicieron esperar.
Ella se enderezó y colocó esa máscara de hielo que la caracterizaba y que la hacía lucir impenetrable, pero ya me había abierto una brecha, había visto su interior por un segundo y de esa forma avanzaría de forma implacable.
Tiraría su orgullo a la basura.
—¿Qué haces aquí? —su pregunta fue brusca, como si le desagradara mi presencia y no lo dudaba.
Probablemente si le desagradaba que estuviese ahí.
—Vengo por negocios —le dejé claro y la risa que soltó me erizó la piel.
—Haz una cita con mi secretaria, no acepto consultas a mitad de pasillo.
—Secretaria que pronto pasará a ser mía como no prestes atención y te tomes esto enserio —mi voz continuaba calmada, aunque el marullo en mi interior me arrullaba deseando que flaqueara.
—¿Perdón? —sonreí.
—Perdonada, no tomaré en cuenta tu pésimo recibimiento e iré al punto, ya que tengo muchas cosas que hacer y que planificar ahora que tengo que buscar un nuevo productor que pueda cumplir con el contrato que tú no pudiste.
—¿De qué hablas? —su voz tembló ante la expectación de lo desconocido y quise darme palmaditas yo misma en mis hombros por mantener la calma.
Aun cuando creía que me desmoronaría.
—Heder industries se comprometió a elaborar unas piezas que solicité en tiempo récord gracias al monto estúpidamente alto que le transferí a la compañía, se excusaron con un correo alegando que serían elaboradas con retraso y que pagarían el monto oportuno para la indemnización, pero en mi contrato especifiqué que si no se cumplía con el tiempo estipulado la indemnización no sería monetaria, sino a través de bienes materiales —sus ojos atentaron con salir de sus órbitas y quise sonreír con satisfacción —así que vine personalmente a ponerte un ultimátum para la entrega inmediata del mando de tu compañía, bueno, ahora es mía, el contrato así lo estipula.
Nath me pasó el contrato con la hoja marcada y yo se lo extendí a mi madre.
Irguiéndose una vez más extendió su mano y me arrebató el documento para leer la cita marcada y la vi respirar abruptamente, luego lo hojeó hasta llegar al final y verificó que su firma estuviese plasmada en aquel documento.
—No puedes hacer eso —su voz era débil y temblaba como nunca lo había hecho, ni siquiera cuando mi padre murió la vi flaquear de esta manera.
—Oh, madre, lo estoy haciendo —con una sonrisa de superioridad me crucé de brazos y la vi mirar a todos lados percatándose de que todos habían escuchado mis palabras.
—La casa es parte de mis bienes materiales, te la puedo dar junto con la casa en la playa —reí como si me hubiese contado el mayor chiste.
—Millones de dólares fueron pagados para poder obtener mis piezas, y esos millones no serán remunerados con una casita destartalada en alguna playa lejana y mucho menos con una casa tan antigua como la tuya, hasta la mía a estas alturas cuesta más que ese monumento que tienes como casa.
—Estás siendo muy injusta, hubo una falla en la fábrica y no se pudo sacar a flote el pedido —me encogí de hombros.
—No tengo por qué hacerme responsable por eso, no tiene nada que ver conmigo.
—Calliope —rogó suavemente y enarqué una ceja ante el tono de súplica que implementó —debe haber una forma, algo, no puedes hacerme esto, no puedes vengarte con esto, es mi patrimonio.
—Patrimonio que construiste con el dinero que adquiriste con mi venta ¿lo recuerdas madre? —no me importó en lo absoluto que todos escucharan que fui vendida como una puta vaca.
Mejor, así se enteraban de la porquería de ser humano que tenían como jefa.
—No puedes vengarte, no cuando ahora estas donde estás por mi —negué de forma incrédula.
—Estoy donde estoy porque pude salir adelante cuando el hombre al que me vendiste casi me mata, hui y gracias a Dios murió en ese incendio tiempo después, así que no te tomes atribuciones que no te corresponden y no vine aquí a hablar del pasado, está enterrado hace mucho tiempo, solo quiero resolver esta situación y poder regresar a mi ciudad con esta situación solucionada, así que dime cuando me entregas el poder o si tendré que traer a mis abogados para que cedas.
—Calli, no, debe haber algo, una forma, no puedes quitármelo todo así tan rápido.
Sus manos se juntaron aun con el documento entre ellas y lamí mis labios extasiada al tenerla en donde quería.
—Arrodíllate —le ordené —arrodíllate y consideraré dejarte al mando, aunque tengas que responder ante mí, arrodíllate y consideraré no te mandarte a casa despojándote de todo definitivamente.
Titubeó más de una vez, miró alrededor percatándose de que ahora estábamos rodeadas por más personas, sus ojos brillaron con lágrimas en ellos y negó, pero se detuvo al tomar en cuenta lo que sucedería si no lo hacía.
Y dejando de lado el orgullo y la prepotencia que la había envuelto desde el minuto uno en que pisé la oficina, comenzó a arrodillarse en frente de mi bajo la atenta mirada de todos.
—No me lo quites todo —pidió con sus manos aun juntas y sonreí sin importar lo cruel que me viera.
—Eso es por Enís y la cicatriz que le dejaste en la cara —ella miró hacia el suelo y una vez estuvo ahí por varios segundos me reí —Igual tendrás que entregarme todo, no me satisfizo como debía.
—Pero dijiste... —la frené antes de que pudiese continuar.
—Dije que lo consideraría, no que lo haría, no prometí nada.
Suspiré y Nath retrocedió un paso.
—Ya estas advertida, espera mi llamada madre, en poco tiempo tendrás a mi abogada y a mi representante sobre ti para que entregues cuentas y te daré un consejo, deja de impresionarte por el puto dinero y revisa cada maldita letra de los contratos. Que tengas buen día.
Y dichas mis palabras me encaminé hacia el ascensor con Nath siguiéndome.
El silencio era ensordecedor y escuché como ella gritaba frustrada mientras el ascensor cerraba sus puertas.
Me mantuve serena mientras descendía y guardé silencio hasta que salimos del edificio. Frente a este estaba un auto con chofer que nos llevaría hasta una habitación de hotel en donde organizaríamos ciertos detalles antes de irnos de la ciudad al medio día.
Nath subió primero y yo tras ella.
Y cuando la puerta se cerró y quedé encerrada tras los espejos polarizados mi boca formo un puchero y mi rostro se estranguló.
E inevitablemente las lágrimas hicieron su recorrido por mis mejillas y los sollozos rompieron el silencio.
—Llora todo lo que necesites.
Nath me llevó hacia su pecho y yo me aferré a ella jadeando por aire mientras sentía como todo lo que había guardado por años salía.
Odiaba a mi madre, pero en algún entonces ella y Enís fueron todo lo que tenía.
En algún momento de mi vida la amé como a nadie. Por Dios, ella fue la mujer que cubrió mi cuerpo con las mantas antes de dormir, la que me leyó cuentos, la que me lanzaba a la piscina junto con mi padre, la mujer con la que compartí las navidades más hermosas.
¿Cuándo cambió tanto? ¿Cuándo el dinero se volvió más importante que su propia hija?
¿Cuándo dejó de amarme?
—¿Lo tienes? —le cuestioné a Nath cuando logré calmarme.
—Completo —aseguró.
—Véndelo a cuantas revistas de farándula sea posible, pauta una hora específica para enviárselo a todos y quédate con el dinero, borra mi cara y muestra solo como ella se arrodilla frente a una mujer. Que salga en la portada de cada puta revista, la quiero humillada, destrozada, que sienta un poco de cómo me sentí todos estos años.
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Atados a mi
General FictionSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...