Sus palabras habían sido claras. Necesito sentirte, había dicho y yo no me culpaba por haber asentido sin siquiera dudarlo.
Por ello me encontraba rodeada por los brazos de Klein y los de Meyer. La cama sobre la que estábamos era suave y olía principalmente a Meyer, lo que me hacía saber que era su habitación.
No había pasado nada, solo sus brazos rodeando mi menudo cuerpo y deleitándose con mi cercanía.
Yo también lo necesitaba, sentirlos en todo el sentido de la palabra, cosa de la que me cohibía hasta que fuese debido, pero aquí estaba, sucumbiendo a los deseos de mi corazón y no a las advertencias de mi mente.
Pero, se sentía de cierta forma correcto estar entre sus brazos, así como lo estuve entre los de Becker.
No había podido conciliar el sueño y ya que ellos habían respetado mi renuencia a hablar de todo lo que había sucedido, pidieron que me quedara con ellos por una noche.
Eran tal vez las cuatro de la mañana cuando el teléfono de uno de ellos comenzó a vibrar en la mesa de noche.
Curiosa por indagar en quien los llamaba a estas horas de la madrugada me zafé con delicadeza del brazo de Klein y me arrastré por la cama para llegar a la orilla y poder salir de ella sin mucho movimientos. Al llegar a la mesita de noche lo hice en el momento justo en el que la llamada finalizaba dejándome a penas ver el nombre de Alicia en la pantalla.
Pero no pasaron ni diez segundos cuando el otro móvil junto al primero se iluminó y empezó a vibrar con una llamada de la misma Alicia.
Y ni siquiera pensé, mi cerebro no procesó lo que hacía, solo pude llevar mi mano hacia el teléfono y descolgar la llamada para quedarme en absoluto silencio esperando la respuesta del otro lado.
—Al fin, me responde uno de ustedes, pequeño Klein —la escuché jadear con suavidad y no pude evitar pasar saliva.
No dije nada, solo esperé a que continuara.
—Estoy tocándome mientras pienso en mis hombres y me parece realmente horrible que no esté uno de ellos conmigo —y sin poder seguir escuchando más colgué la llamada.
Mis ojos se quedaron mirando la pantalla y aunque sabía que no tenía clave no me atreví a ingresar en mensajería para ver que tanto se habían dicho con la susodicha, no llegaría tan lejos.
Pasando saliva con algo de dificultad dejé el móvil en la mesita de noche y en absoluto silencio tomé mis zapatos, mi saco que lo había retirado y el pequeño bolso que había sido entregado una vez el auto se estacionó en el frente de aquella casa por orden de Klein.
Después de todo debían repararlo, ellos lo habían destrozado ¡y conmigo dentro!
En absoluto silencio salí de la habitación cerrando detrás de mi y luego me dediqué a descender las escaleras para salir por la puerta delantera.
El sol ni siquiera se asomaba y el frío de la madrugada hizo que mi cuerpo se estremeciera.
Pero ni siquiera di muchos pasos cuando una voz detuvo mi andar.
—¿Calliope? —cuestionó su voz y yo me di la vuelta con una mirada rota que a él no le podría ocultar.
—Mails —susurré.
Aun después de tanto tiempo no podía llamarlo por su nombre, prefería su apellido por mucho.
—¿A dónde vas a estas horas?
—¿Lo sabías? ¿sabías de esa mujer? —cuestioné con un nudo en mi garganta que sentía me destrozaría.
—Si —admitió y yo asentí sintiéndome dolida.
—Me cambiaron —susurré.
—Solo es alguien que viene furtivamente —intentó excusarlos.
Yo negué.
—Está con más de uno —susurré —algo que no habían hecho hasta estar conmigo, lo peor es que se los pregunté y no me lo dijeron —yo negué sintiéndome considerablemente mal.
—Calli.
—¿Cómo es? —me atreví a preguntar.
—No hagas esto —pidió.
—¿Cómo es, Mails? —él suspiró y pasó sus manos por su cabello mientras se acercaba a mi para envolverme con sus brazos.
—No haremos esto, Calliope —dijo seguro.
Yo asentí amargamente y me separé de su cuerpo para comenzar a caminar hacia la salida.
—¿A dónde crees que vas a estas horas? —cuestionó deteniéndome.
—Hazme un favor y dame la salida, Mails, al menos haz eso por mi ya que no pudiste advertirme de que tienen a alguien más en su vida —él negó.
—Ya te dije que solo viene furtivamente —yo reí de forma incrédula.
—Le dice mis hombres, Mails. Así los llamaba yo —susurré algo bajo y él simplemente soltó mi mano.
—Te llevó —aseguró y yo negué.
—Ya me sé cuidar sola.
Y luego de mis palabras me di la vuelta para retomar mi camino hacia la salida de aquella bonita casa.
Mis ojos picaron por derramar las lágrimas, pero me las aguanté.
Era algo que debía esperarme, pero estúpidamente creí que si esperarían, tenía la ilusión de que no meterían a nadie más a sus vidas, esperaba que hicieran lo que Becker hacía, aunque no tenía muy claro la naturaleza de la relación que mantenían con aquella mujer, solo podía hacer conjeturas en base a lo que ellos mismos habían evitado decir y con las palabras de aquella mujer que parecía llamarlos de una forma posesiva dejando en claro que le pertenecían.
En cuanto llegué a la cerca esta se abrió para mi y crucé con mis cosas aun en las manos sin molestarme en arreglarme.
No tenía la intensión de ponerme presentable por lo que solo caminé por la solitaria calle sintiéndome perdida de cierta forma.
Si, había regresado por trabajo, pero también por ellos ¿a quién engañaría diciendo lo contrario? A nadie, pues la naturaleza de mis sentimientos por ellos estaban claras, aun los quería.
Joder, que me cortaba una mano si no los amaba igual o más que antes.
Y realmente no me duele que se hayan acostada con cuanta mujer se les cruzara por el frente, lo que me dolía es que ellos habían prometido esperarme y eso no había sucedido, tenían a alguien más.
Al salir a la avenida no fue difícil conseguir un taxi, pues una vez salías de aquel territorio se extendía en frente una recurrente calle que daba al centro de la ciudad, por lo que frené uno de los taxis que pasaba y subí en él indicándole la dirección de mi casa.
Al llegar le pasé el dinero que cargaba en la cartera y bajé del auto para luego acercarme a la cerca.
Damián, uno de los chicos que mantenía alrededor de la casa como seguridad se acercó casi de inmediato y me miró de hito en hito.
—Señora —dijo preocupado mientras ponía su mano en la pantalla para poder abrir la cerca.
Un suspiro pesado escapó de mis labios y él me observó atento.
—Estoy bien —dije de forma tranquila, aunque ni yo misma me creía esa falacia.
—¿Necesita algo? —cuestionó y yo negué suavemente.
—No, Damián, puedes seguir con lo tuyo.
Sin esperar alguna otra pregunta de su parte caminé hacia la entrada de la casa atravesando el enorme jardín delantero y luego simplemente puse mi mano para abrir y poder ingresar en mi hogar.
—Me tienes más preocupada que el carajo, tu celular suena apagado —aseguró Nath en cuanto entré y al observar como llegaba me observó con el ceño fruncido —¿qué demonios, Calliope?
—Loa usaré como palanca —dije olvidándome por completo del trazo que había formado para mis planes.
—¿A quiénes? —preguntó algo alterada y yo sonreí de medio lado importándome ya nada.
—A los Hoffman, Nath, los usaré.
Sus ojos me escanearon y me analizó tan profundamente mientras yo dejaba la mayoría de las cosas tiradas en el piso.
—Los viste —aseguró la mujer de cabellera castaña y piyama de estrellitas.
—Así fue y mientras permanecía abrazada a ellos una mujer llamó a ambos móviles de los hombres que permanecían conmigo y los llamó mis hombres —yo reí de forma incrédula.
—Mierda —soltó Nath —¿estas bien? —yo negué.
No podría mentirle, no a ella.
—¿Quieres que averigüe quien es esa hija de su puta madre? —cuestionó furiosa y yo negué.
—No me haré daño con eso —dije de forma segura —ahora solo serán un escalón más.
Solté sin siquiera sopesar en la gravedad de mis palabras.
—Haz que se arrodillen para dejarte escalar —pidió suplicante.
Ella se arrodilló frente a mí ya que había alcanzado el sofá para sentarme. Estaba agotada y ni siquiera había hecho mucho movimiento físico.
—No sé si lo logre —ella frunció el ceño algo molesta y sus bonitos ojos verdes me repasaron.
—Que esto te sirva para avanzar, no para dejarte caer —yo suspiré profundamente y las lágrimas comenzaron a hacer su camino por mis mejillas.
—Yo... —gemí dolorosamente sintiendo como me desentumía —duele —admití entre el sollozo que rompió el silencio de la sala.
—Y por ello los harás pagar, es suficiente de tanto arrastrarse —dijo de forma severa —cada que te veo llorar solo puedo recordar a esa mujer que estuvo a punto de rendirse cuando a penas llevaba tres meses desintoxicada, a esa mujer que llegó a mi habitación hecha pedazos por la desesperación y la duda, solo puedo recordar a una mujer débil que desapareció hace muchísimo tiempo y verla regresar solo me hace recordar que eres humana, pero que así como humana has podido superar cada mierda en el camino, pero ahora no es hora de superar la mierda Calliope, debes hacerla pagar —yo suspiré aparatosamente.
—No quiero llenarme de odio —dije con suavidad y ella acarició mi rostro con delicadeza.
—No puedes odiarlos ni, aunque quieras, pero si puedes hacerlo sufrir hasta que necesiten, aunque sea una migaja de tu aprecio, hazlos arrepentirse de haber metido a una mujer en su vida de esa forma.
Sintiendo un poco de valentía sequé mis lágrimas y suspiré pesadamente acomodando el montó de ideas que era en ese momento.
—Investígala —solté tomándola por sorpresa —y prepara ese contrato que pospusiste, te doy una semana para que logres llegar a ellos nuevamente —ella asintió segura —y dile a Liam que elimine todo rastro mío de esta ciudad en lo que llevo aquí —ella asintió.
—Si, señora, al amanecer me hago cargo —ella sonrió maravillada y yo mordí mi labio inferior.
Nunca había sido una perra de persona con nadie, pero como esa maldita mujer fuese algo más que solo un acostón de a ratos, los haría pagar, jodidamente lo haría.

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Atados a mi
Aktuelle LiteraturSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...