Me paralicé, mis brazos se dejaron caer a ambos lados de mi cuerpo mientras Becker se aferraba a mi dejándome sentir su calidez.
Luego de unos segundos en donde él se aferró a mi más fuerte, me decidí a elevar mis brazos y envolverlos alrededor de su cuerpo.
Decir que no se sentía bien sería una falacia, porque realmente lo hacía, su presencia me reconfortaba y sus brazos envueltos alrededor de mi cuerpo me hacían sentir segura, me hacían sentir en casa.
—Te extrañé, te extrañé demasiado, Calliope —admitió aferrándose a mi cuerpo con fuerza.
No respondí, no podía, el sentimiento que me recorría completa era tan arrollador que me mantuvo inmóvil entre sus brazos absorbiendo su calor, su fragancia que me volvía loca.
En ese momento en el que estaba entre sus brazos recordé que hacía un par de días él había estado asediándome en aquella fiesta sin reconocerme en ningún aspecto y aunque entendía la situación era inevitable no sentirme incómoda con aquel hecho.
Él se separó levemente de mi cuerpo y buscó mi rostro para intentar besarme, pero aparté mi rostro y de paso me alejé de él algo incómoda.
—No he preguntado si ya tienen a alguien más —susurré abrazándome a mi misma.
Pero aun así los tres me escucharon.
Yo miré a Meyer quien había sido el único que no se había acercado a mí. Él solo recorría mi rostro, mi cabello, mi cuerpo, analizándome, viendo que tanto había cambiado superficialmente.
—No pareces tu —atinó a decir y yo fruncí el ceño algo incordiada con aquel matiz extraño en su voz.
—Soy yo ahora más que nunca —un suspiro corto abandonó mis labios y envolví con más fuerza mis brazos alrededor de mi cuerpo.
—Necesitamos hablar, lo sabes ¿no? —yo asentí.
—Lo sé, lo haría, de verdad que sí, pero cuando me sintiera lista, no me siento lista para una conversación en estos momentos —Meyer suspiró suavemente y pasó sus dedos por su cabello de forma nerviosa antes de acortar la distancia entre ambos y sostenerme entre sus brazos.
Un jadeo escapó de mis labios y ante sus brazos envolviéndose alrededor de mi cintura para elevarme del suelo, me vi obligada a envolver mis manos alrededor de su cuello.
Su nariz se enterró en el mío para aspirar suavemente mi aroma y todo mi ser tembló ante esa acción. El contacto con ellos nunca había sido fácil para mí.
Todo mi ser recibía las consecuencias de los estragos producidos por ellos.
—Solo dime ¿que has estado haciendo todo este tiempo? —mi respiración se atascó ante el susurro tan suave dejado en mi oído.
—Vivir —admití.
Porque durante ese tiempo lejos de ellos eso fue lo que hice, pasé de sobrevivir a vivir una vida, a tener responsabilidades, aprendí a encargarme de mi misma.
Aprendí tantas cosas cuando me fui que simplemente no me dejan odiarlos o desentenderme de mis sentimientos por la forma en la que hicieron las cosas.
No me quito el crédito de nada, pero gracias a su empujón soy quien soy ahora.
Meyer me dejó en el suelo nuevamente y me alejé unos cuantos pasos.
Por más que quisiera intentarlo se sentía extraño, un océano se había creado entre nosotros y sería muy, pero muy difícil de cruzar.
—¿Tienen a alguien? —cuestioné sin ningún tipo de filtro.
Becker peinó su cabello de forma nerviosa. Negué lentamente antes de caminar al sofá no muy lejos de mi para sentarme.
—No les pregunté si tienen aventuritas, eso es normal —admití —han pasado casi dos años, ya, no esperaba que se mantuvieran en abstinencia, después de todo rompieron cualquier tipo de relación conmigo ¿no?
—¿Por qué volviste? —cuestionó Klein y yo miré al piso intentando buscar las palabras adecuadas.
—Trabajo —contesté simple.
—¿Trabajo? —cuestionó Meyer curioso mientras se sentaba delante de mí.
—Si, soy ingeniera automotriz —susurré con una sonrisa —estoy buscando nuevas oportunidades en la capital del mundo automovilístico —me encogí de hombros de forma simple —hice una pregunta y no parecen querer responder, deja mucho que decir ¿saben?
Becker caminó hacia nosotros y se sentó junto a Meyer dispuesto a responder.
—Yo, pues... sí, pero nada ha sido igual después de ti —él suspiró pesadamente y yo enarqué una ceja incrédula —no he besado a nadie desde aquel día —su declaración me dejó colgando en el sentido más literal.
Yo lo había vivido de primera mano, sus besos no eran algo que estaba dispuesto a compartir aquel día en el que nos vimos.
Pero igual se sentía amargo saberlo con alguien más.
Saber que sus toques fueron para con otra, sus caricias, el fuego de su deseo, la llama incesante de su pasión, que todo él fue de alguien más.
—¿Y tú? —cuestionó.
Yo negué.
¿Cómo podría pensar en tener algo con alguien más? Si cuando no estaba vomitando a causa de la desintoxicación estaba tratando con un embarazo con pocas probabilidades y después con una mente lo suficientemente dañada como para no poder pensar en nada más que fuese auto repararse.
No niego que hubo muchas oportunidades, claro que las hubo. Pretendientes no faltaron, pero yo andaba en otra sintonía ¿y lo peor? El recuerdo de aquellos hombres en mi mente cada día de mi existencia.
—Me interesa más saber que tal has estado tu independientemente de si hubo alguien más —admitió Klein sentándose por fin.
—Bien, relativamente bien.
Podía decir más, mucho más, pero no estaba lista.
Rememorar aquellos días no se sentía correcto en ese momento con esa distancia entre nuestros cuerpos.
—¿Calli? —llamó Becker y yo miré en su dirección abandonando los ojos de Klein.
—¿Sí? —cuestioné en un susurro.
—¿Puedo besarte? —cuestionó con suavidad y la vulnerabilidad en su mirada no me dejó negarme.
¿Y cómo hacerlo? Si sus ojos parecían transparentar todo lo que había en su corazón y ni siquiera cuando estuvo más apegado a mí hace algunos años pude ver esa vulnerabilidad en esos hermosos ojos suyos.
Estaba mal, claro que lo estaba, pues yo no quería que se dieran, así las cosas. Pero ya estaba ahí y yo también necesitaba de ese contacto.
Y ahí estaba, levantándome sobre mis pies para arrodillarme entre sus piernas y poder tener su rostro a escasos centímetros.
—Estás tan hermosa —admitió en un jadeo.
Su mano se elevó a mi mejilla y la acarició con delicadeza provocando que cerrara mis ojos y me acercara más a su contacto.
Se sentía tan bien.
—Puedes besarme, Becker —solté en un susurro y esa fue la luz verde que le otorgó paso a poseer mis labios.
Los míos se entreabrieron y jadeé suavemente al sentir la calidez de los suyos.
Mis manos se apoyaron de sus piernas y me apegué un poco más sintiendo como una de sus manos se aferraba a mi cuero cabelludo para jalarlo levemente.
Había olvidado que tan bien se sentían sus besos, su contacto, su calor.
Con un suave suspiró me separé de sus labios y me quedé mirando aquellos ojos que tanto me gustaban.
—No había besado a ninguna mujer después de la última vez que te besé a ti y lo digo enserio, Calliope.
—¿Enserio? —cuestioné sin aliento.
—Enserio.

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Atados a mi
General FictionSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...