Capítulo 19

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Amarrada, así fue como recorrí todo el camino hacia la que era la nueva casa de los hermanos Hoffman. Llegué a verla en fotos de revistas y admitía que era hermosa y aunque quise apreciarla como se debía al llegar solo pude centrarme en lo que mantenía mis muñecas inmóviles a mis espaldas.
Al bajar del auto con la ayuda de Becker, ya que él mismo se había encargado de subirme a su auto en el que no dije ni una sola maldita palabra, solo miré hacia un lado sin la menor intención de entablar una conversación con ninguno.
Con pasos firmes y con las manos aun amarradas caminé hacia la entrada sin siquiera mirar a Klein que se había detenido junto a mi apreciandome como si nunca me hubiese visto.
Al llegar a ella Meyer ya había ingresado en la casa, por lo que solo ingresé y continué hacia lo que suponía era la sala del lugar y me arrojé en el sofá sin mediar palabra.
¿Qué podría decir? No quería soltar que realmente me encontraba extasiada al tenerlos cerca.
Un suspiro pesado escapó de mis labios y mi mirada descendió hacia el piso negro de mármol en un intento fallido por enfocarme en algo más que no fuese la presencia de ellos entrando al mismo lugar que yo.
—Calliope —la voz de Klein susurrando mi nombre hizo todo mi ser vibrara y pasé saliva fuertemente aguantándome las ganas de llorar.
—¿Por qué no nos buscaste? —cuestionó Becker yo levanté mi mirada hacia él para mirarlo de una forma poco amable.
—¿Acaso lo hicieron ustedes? —cuestioné intentando que no se notaran ninguno de los sentimientos que me recorrían.
—De hecho si —aseguró Meyer uniéndose a ellos dos.
Ahora los tres estaban uno junto al otro observandome. Y en ese momento me sentí tan pequeña al tenerlos en frente demostrando sus alturas imponentes.
—¿A si?
—Sí y resulta que te desapareciste del puto mapa porque en ningún lado te encontramos, lo único que supimos de ti fue que tomaste un vuelo hacia la zona oeste del país —declaró Klein.
—Ah claro y que ibas a bancos en diferentes lugares del país, para luego desaparecer como si nunca hubieses estado ahí —yo quité la mirada de ellos y pasé saliva al entender que definitivamente tenían razón.
Yo me oculté de ellos para que no supieran nada de mi, después de todo, ellos me dejaron en un principio y como me sentía acorralada cual animal indefenso decidí soltar veneno.
—No entiendo para qué querían que viniera si ustedes desde un inicio fueron los que me dejaron —Klein suspiró irritado.
—Por tu bien —yo rodé los ojos.
—¿Y si me hubiese suicidado? ¿Alguna vez lo pensaron? —los miré con una ceja enarcada —una indefensa borracha sin nada por lo cual vivir ¿Cuál esperaban que fuese el resultado?
—Justo el que estamos viendo ahora —yo reí incrédula.
—Vayanse a la mierda —un suspiro aparatoso fue soltado por mi cuerpo y sin ganas de seguir la dísputa me dejé caer por completo en el sofá recostando mi cabeza del espaldar.
Y aunque la posición era incómoda era mejor que estar completamente sentada.
—¿Nos guardas rencor? —yo pasé saliva y cerré mis ojos para evitar decir algo de lo cual arrepentirme.
No lo hacía.
Solo que no estaba lista para enfrentar esa parte de mi pasado que había llegado a mi a golpearme de tal forma que no pude retroceder.
Mauren Hoffman, te la tendría anotada.
Un movimiento frente a mi me hizo abrir mis ojos y al hacerlo me encontré con Klein arrodillado frente a mi con una navaja en una de sus manos.
—Permiteme soltarte —pasando saliva me incorporé y dejé que se acercara por completo para pasar sus manos hacia atrás de mi cuerpo para poder cortar la tela que me sostenía.
Ni siquiera sabía de donde había salido, creía que se trataba de un pañueo o algo parecido.
Al él acercarse mucho su rostro quedó cerca del mío y mi respiración literalmente se atascó ante la cercanía.
Sus movimientos a mi espalda fueron lentos con la clara intención de extender el momento o de tal vez evitar hacerme daño con el objeto filoso.
—Extrañé verte, Calliope —y sin sopesarlo un solo segundo respondí a esas suaves palabras susurradas cerca de mi rostro.
—Yo también, Klein —y que las dijera fueron el detonador para su autocontrol, ya que se acortó la poca distancia que nos separaba y sus labios se unieron a los míos.
Al principio no respondí, me quedé estática ante la calidez de sus labios sobre los míos, pero cuando estos se entrelazaron solo pude dejarme llevar.
Tanteé sus labios recordándolos, evocando a mis pensamientos el recuerdo no solo de aquellos besos que compartimos en muchas ocasiones, sino también el de sus manos desnudando mi cuerpo, las yemas de sus dedos recorriendo mi piel y erizándola en el proceso.
Evoqué cada recuerdo que me mantuvo cuerda en aquellos días en donde era más un desecho que persona, aquellos recuerdos que mantuvieron vivos mis sentimientos hacia ellos y simplemente me deshice.
Y en cuento mis manos estuvieron libres las llevé hacia su cuello para enredarlas en él y poder acariciar el cabello de su nuca con suavidad.
Al sentir que era suficiente me separé un poco de sus labios y cerré mis ojos aguantándome las lágrimas.
—Estoy orgulloso de lo que veo —susurró acariciando mi rostro —me alegra ver que has podido superar tu pasado, Calliope —y esta vez si que dejé salir las lágrimas.
¿Por qué? Porque aun con las barreras que había establecido y todo lo que había avanzado, uno siempre necesitaría escuchar esas palabras y más cuando provenían de personas que amabas.
Escuchar un estoy orgulloso de ti siempre sería necesario.
—Gracias —jadeé y sus labios se presionaron contra mi frente.
—Lo siento —susurró de una forma extraña, como si fuese algo que tenía atorado en lo más profundo de su ser y al fin se liberaba de él —yo... —él suspiró y yo abrí mis ojos para perderme en el verde de su mirada.

Esperé, dejé que él organizara sus ideas para que pudiese hablar y evité presionarlo.
—Siempre me cuestioné si las palabras que usé fueron las correctas, sé que te rompí, te saqué de tu zona de confort y no me reprocho el haberte dejado caer para que te levantaras sola, lo que me reproché fue si la forma en la que lo hice fue la correcta —yo me separé de él y negué una y otra vez.
No quería volver ahí.
—No —susurré —no quiero hablar de eso —él suspiró —solo quiero irme a casa —pedí cuando sentí que el nudo en mi garganta era dificil de soportar.
—No podemos dejarte ir así como así, Calli, necesitamos hablar, saber que te ha sucedido durante todo este tiempo, saber por qué regresaste y ni siquiera llamaste —yo miré en dirección a Meyer y fruncí el ceño nuevamente.
—¿Cuál es el punto? —cuestioné con un tono poco agradable —cada uno hizo su vida, ni ustedes pausaron la suya ni yo la mía, nada nos une, nada nos ata, por lo que no veo el sentido de todo esto.
Vamos, mi excusa era estúpida, pero era lo único que tenía a la mano para poder deshacerme de la situación no planeada en la que estaba envuelta.
—¿Por qué volviste? —cuestionó Meyer nuevamente.
—Por ninguno de ustedes fue, conformate con eso.
Una vez soltadas aquellas palabras me puse de pie alejando a Klein con la única intención de salir de aquella casa.
Pero antes de poder alejarme mucho Becker me tomó de la muñeca esta vez, pero lejos de soltar alguna amenaza, solo lo hizo para envolver sus brazos alrededor de mi cuerpo y aferrarse a mi dándome un fuerte abrazo que me dejó completamente desestabilizada.

Atados a miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora