Jodida, esa era la palabra que me describía en ese momento.
Y es que ¿Cómo no estarlo? No estaba lista, ni mi mente, ni mi alma, ni mi cuerpo se encontraban listos para tenerlos en frente y no porque no me sintiese segura de mí misma, sino porque no confiaba en mi misma a la hora de tenerlos en frente para no lanzarme hacia ellos sin sopesar en las consecuencias.
Por Dios, no había querido admitirlo, pero había flaqueado frente a Becker, estuvo a instantes de dejarlo que me hiciera suya en aquel cutre balcón.
Y no me culpaba, en lo absoluto lo hacía, yo sentía, jodidamente lo hacía y mi debilidad eran esos tres hombres, así como también mi fortaleza, pero una cosa no quitaba la otra.
Intentando evadirlos aceleré el auto para poder pasar el semáforo antes de que se pusiera rojo, pero el auto que suponía era de Becker, por el color de las franjas y el diseño que yo misma había elaborado, me sobrepasó para luego posicionarse delante de mí provocando que redujera la velocidad al no tener más opción.
Sin otra opción detuve el auto detrás del suyo al semáforo colocarse rojo y me dejé caer en el asiento suspirando pesadamente.
Un par de toques fueron dejados en mi ventanilla luego de unos segundos y al mirar junto a mi me encontré con Meyer.
Mis ojos se cerraron y un suspiro pesado abandonó mi ser rompiendo el silencio en el que se encontraba el interior de mi auto.
¿Tenía otra opción? Sí, fingir que no estaba ahí y avanzar en cuanto Becker se quitara de mi camino, cosa que no pasaría y estaba segura de que poco le importaba parar el tránsito una vez el semáforo regresara a estar en verde.
Pero aunque lograra irme, ellos me seguirían hasta mi casa, así que con los nervios a flor de piel presioné el botón para hacer descender la ventanilla y en cuanto eso sucedió Meyer se inclinó apoyando sus manos en el borde de la puerta.
No vestía de traje, de hecho, llevaba jeans negros y una chaqueta de cuero negro, su cabello negro estaba algo despeinado y su rostro lucía considerablemente serio.
Ni siquiera hablé, solo giré mi rostro para mirar hacia l suyo por completo y una suave sonrisa relució en sus labios.
—Joder —jadeó y yo pasé saliva al tenerlo tan cerca.
Dios santo, necesitaba más de esto.
—Buenas noches —dije intentando que mi voz sonara segura.
—Siguelo —ordenó y yo fruncí mi ceño.
—No pretendo hacerlo —él suspiró pesadamente.
—Tienes dos opciones, Calliope, o te saco de este auto y te meto a la cajuela del mío o lo sigues, un maldito no como respuesta no está en los parámetros.
Y sin esperar respuesta se dio la vuelta y se alejó del auto hacia el suyo en el momento justo en el que el semáforo regresaba a estar verde.
En cuanto el auto de Becker avanzó yo aceleré el mío y en vez de seguir la dirección recta que él estaba tomando giré hacia la izquierda para luego acelerar el auto y salir disparada en dirección contraria.
Al mirar por el retrovisor confirmé que los otros dos autos me siguieron, pero al menos había desaparecido dél radar de uno, por lo que conduje un poco más rápido que lo establecido por las calles.
Mi corazón latía a una velocidad preocupante y mis manos se aferraban al volante de forma nerviosa intentando calmar el temblor de estas.
Hace mucho tiempo, cuando apenas estaba iniciando lo que en algún momento tuvimos, reconocí que ellos habían hecho infinida de cosas solo para tenerme, recuerdo como contrataron a todos los empleados de Galicia solo para poder tener acceso libre hacia mi casa, recuerdo como firmaron el contrato solo para tenerme cerca, por Dios, habían hecho de todo.
Y sabía que eran capaces de más, lo entendí cuando el auto de Becker colisionó contra el mío evitando hacer el menor daño posible, solo para desestabilizarme provocando que frenara.
No lo vi venir, claro que no lo hice, pues él me embistió desde una calle por la que pasaba provocando que fuese casi imposible verlo.
Con fuerza sostuve el volante para evitar perder el control y mi pie pisó con todo el freno para detener el auto.
Con rabia golpeé el volante una y otra vez y ya rendida ante la maldita situación salí del auto sacando la llave y golpeé la puerta con fuerza dispuesta a decirles un par de verdades.
—¡Imbécil de mierda, acabas de dañar mi auto de medio millón de dólares! —grité furiosa en el medio de la calle.
—Te lo advertí —contrestó Meyer saliendo tranquilo del auto.
—No pudes obligarme a ir a ningun lado contigo, no quiero ir y punto.
Él pasó sus manos por su cabello luciendo algo irritado.
—Tengo casi dos años sin verte, Calliope, no pienso desaprovechar esta oprtunidad en la que justo te tengo cerca —yo inflé mi nariz sintiendome más molesta de lo que debería.
Mi mano fue hasta mi frente para presionar dos dedos ahí tratando de calmar no solo los acelerados latidos de mi corazón, sino también mi agitada respiración.
—No me importa —dije decidida —no me interesa verlos a ningunos, al menos no por ahora.
—No puedes...
—Si puedo —lo frené —tengo una vida ahora y no es opción posponerla solo porque tu decides.
—Bien... —yo lo frené nuevamente.
—Bien nada, Meyer —de forma rabiosa arrojé la llave de mi auto al suelo —arréglalo, maldita sea.
Y sin esperar un segundo más me di la vuelta para comenzar a alejarme de ellos.
Pero a penas di tres pasos cuando unos brazos se enredaron en mi cintura para elevarme del suelo.
—No irás a ningún lado —aseguró la voz de Becker en mi oido.

ESTÁS LEYENDO
Atados a mi
Ficción GeneralSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...