Mis ojos escaneaban mi rostro cuidadosamente intentando encontrar alguna imperfección, pero no la había.
Había usado muy poco maquillaje, así que era más difícil encontrar algún error en mi rostro producto de alguna mala colocación.
Suspiré pesadamente mientras alisaba la falda del vestido que había elegido y me preparé mentalmente para recibir a Alicia en mi casa.
Después de aquel día con los Hoffman regresé a casa, de hecho, ellos me trajeron aquí y una hora después fue devuelto el auto en el que había llegado hasta su casa.
No los había vuelto a ver y había pasado una semana desde entonces, pero habían estado presente, más que nunca.
Recibía flores todos los días que podía plantar en mi jardín y había elegido una zona específica para preservarlas. Recibía chocolates y notas con frases que me hacían latir el corazón de una forma veloz.
Me estaban conquistando y se estaban esforzando por dejarlo claro.
No cedería tan rápido, no porque no quisiera, sino porque la confianza que habían roto debía ser reparada y eso era algo que se daba de a poco, aunque los lazos afectivos y físicos se estrecharan, estaba ese algo que aun permanecía roto.
Cuando me sentí preparada salí de la habitación hacia las escaleras y en cuanto las bajé me encontré con Alicia en la sala esperando sentada mientras miraba todo el alrededor.
Ella llevaba la ropa que le había dado para reemplazar la que le había dañado y quise sonreír, porque yo llevaba el vestido blanco que ella me había dado para reemplazar el anterior.
En cuanto me vio entrar en la habitación se puso de pie como un resorte y lentamente me acerqué a ella para tenderle la mano en un saludo.
—Buenas tardes, Alicia —su sonrisa fue suave y se la devolví.
—Buenas tardes, señorita —negué lentamente mientras soltaba su mano.
—Soy Calliope —asintió tratando de entender a lo que me refería —siéntate —le ofrecí y ella lo hizo casi de inmediato mientras yo me acomodaba junto a ella con algo de distancia entre nuestros cuerpos.
—¿Te despidieron? —cuestioné iniciando la conversación.
Ella negó de inmediato.
—Fui transferida a otra área —asentí comprendiendo.
—¿Estás bien con eso?
—Si, la verdad es que sigo bien con eso, tengo el mismo sueldo y el trabajo es menor al de antes —ladeé la cabeza al ver el evidente nerviosismo.
—¿Estás bien? —asintió un par de veces.
—Solo que —suspiró suavemente antes de continuar —nunca había hecho esto —nos señaló a ambas y entendí a qué quería referirse —pero debo hacerlo, porque por primera vez no quiero ser el mar tercio en una situación como esta, no cuando he visto lo que vi.
Suspiró abruptamente y extendí mi mano para tomar la suya.
—No necesito que expliques nada, se nota desde lejos que no quieres estar en medio, no estarías aquí de ser así, no abogarías por ellos como intentas hacerlo y no quiero que lo hagas, no porque siga renuente a entender la situación, sino porque acepté que vinieras aquí para hablar de ti, para conocerte, no para hablar de ellos, solo quiero saber quien eres, Alicia Jackson.
Sus ojos buscaron los míos y le sonreí abiertamente a lo que ella me devolvió la sonrisa.
—No hay mucho que conocer, pero estaré encantada de mostrarle —le di un leve apretón a su mano.
—Bien, porque quiero saber de qué forma puedo convencerte para que trabajes conmigo y dejes la compañía de los Hoffman.
Y esas palabras la hicieron abrir sus ojos con sorpresa.
Me encogí de hombros y esperé paciente a que hablara.
Y cuando se recompuso tuvimos una de las mejores conversaciones que tuve en mucho tiempo, porque ella era espontánea y hablaba con fluides, sin tabúes y sin restricciones, ella hablaba tal y como le llegaba a la cabeza revelándome sus gustos, sus afecciones y su pasado.
↞↠
—¿Dormiste bien? —suspiré al escuchar la voz de Klein del otro lado de la línea.
—Lo hice ¿Qué tal dormiste tu?
—Bien, cariño, aunque hubiese deseado que estuvieras aquí.
Inevitablemente sonreí y mordí mi labio inferior para que pasara desapercibido mientras esperaba que el ascensor subiera hasta el helipuerto.
Estaba rodeada por varios hombres y aunque sus miradas estaban sobre mi a través de los espejos intentaba no parecer nerviosa.
—Sigue esforzándote y tal vez lo consigas —Nathalie estaba junto a mi revisando algunas cosas en su móvil y cuando bufó todas las miradas se dirigieron hacia ella lo cual agradecí.
—No me voy a rendir, tenlo por seguro —esta vez si sonreí y en ese momento las puertas se abrieron permitiendo que los hombres trajeados salieran en su piso.
Suspiré aliviada cuando las puertas se cerraron dejándonos a mí y a Nath solas.
—Tenemos veinte minutos para llegar, tiene una reunión con sus amigas en el club al que asiste regularme, tengo a mano el contrato con la cláusula marcada —asentí un par de veces.
—¿Estás bien? —asentí nuevamente y ella tomó mi mano para darle un apretón.
—Será difícil, pero estoy aquí para ti.
—Lo sé y te lo agradezco —dije de forma sincera —de no ser por ti ahora mismo no tendría el valor para enfrentarme a ella.
No pudo contestar, pues la puerta se abrió y ambas salimos.
Ante la brisa mi gabardina de color marrón claro voló hacia atrás dejando ver perfectamente mi vestido color ciruela. Era ajustado en todos lados y muy recatado, perfecto para lo que haría ese día, debía dar mi mejor impresión.
A paso rápido nos acercamos al helicóptero que nos estaba esperando y cuando nos prepararon estuvimos listos para despegar.
Mi corazón quería salir por mi boca y los nervios afloraron cuando el helicóptero tomó altura.
Nunca había viajado en uno, pero no estaba nerviosa precisamente por esa situación, sino porque vería a mi madre después de tanto tiempo.
Vería a la mujer que me dio la vida y la misma que fue la causante de quitármela.
Me quitó mi libertad, la oportunidad de ser alguien mejor, me quitó la oportunidad de vivir durante muchos años. Y eso creaba sentimientos contradictorios en mí, hacía años que no la veía, que no la tenía en frente, que no veía hacia sus ojos iguales a los míos y no sabía como reaccionaría.
Tanto ella como yo.
¿Siquiera me recordaba?
Sería difícil saberlo, porque he cambiado tanto, no solo por dentro, sino por fuera.
Ya no era la misma niña de dieciocho años por la que pagaron una fortuna, no era aquella niña que le rogó que no la dejara ir.
Aun podía recordar mis gritos desesperados, como le decía, mami no me dejes ir.
Y ella solo se quedó de pie, observando como se llevaban a su hija mayor siendo arrastrada y sin derecho a defenderse.
Sus únicas palabras fueron.
Si no eres tú, es ella.
Y solo bastó eso para calmarme, esas palabras se repitieron por días en mi cabeza, mientras él me tocaba, mientras se forzaba por mi entrada para penetrarme, mientras desgarraba mi virginidad sin importarle si me dolía o no.
Solo podía recordar esas palabras cuando me lanzó a cada tortura con la excusa de que debía domesticarme.
Si no eres tú, es ella.
Las repetí cuando un hombre que no era él me esperaba en una habitación dispuesto a joderme solo para cobrar un favor, hombre que a estas alturas está muerto.
Suspiré pesadamente y me enfoqué en el paisaje que se admiraba por la ventana intentando escapar de mis recuerdos.
No quería llorar, pero el nudo en mi garganta me pedía a gritos ser liberado, pero no podía, no todavía, primero debía verla, enfrentarme a ella y luego podría liberarme como lo considerara correcto.
Cuando el helicóptero aterrizó dejé que me ayudaran a quitarme el cinturón y dejé los auriculares en manos del que me ayudaba, luego bajé y me encaminé hacia el ascensor para dejar de sentir la violenta brisa revoloteando todo mi cabello.
En cuanto ingresé en el ascensor reparé en mi presencia y peiné mi cabello suelto en rizos con los dedos para acomodarlo.
Nathalie ingresó en el ascensor y presionó la planta baja.
El edificio en el que nos encontrábamos estaba frente al de mi madre, al menos la mitad del edifico de en frente era de ella y ahí tenía sus oficinas.
—Tranquila —pidió Nath.
¿Cómo podía estar tranquila? ¿Y si terminaba llorando a mares frene a ella? Probablemente no podría controlarme y desbordaría sobre ella años de rencor y resentimiento.
Hacía meses que quería estar frente a ella, joderla, decirle que todo lo de ella ahora era mío, quería decirle que, aunque me había intentado joder yo había ganado, porque nunca lograron destruirme, al menos no del todo, porque seguía de pie después de todo.
—Hagamos esto —y dichas mis palabras salí del ascensor para cruzar la calle y adentrarme en el edificio de mi madre.
![](https://img.wattpad.com/cover/280819475-288-k588986.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Atados a mi
Ficción GeneralSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...