Capítulo 34

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Sus miradas no abandonaban mi cuerpo, quemaban cada centímetro expuesto de mi piel y aunque quería no podía enfocar mis ojos en ellos.
Estaba ardiendo y no podía evitarlo.
Las imágenes pasaban por mi mente de cada momento vivido en aquel edificio. Podía recordar las folladas sobre los escritorios, los besos en aquella misma sala de reuniones después de cada una a la que asistía.
Recordaba el piso de tuneo en donde Meyer me folló pegada al cristal en donde había diseñado su mismo auto.
Y todo eso evitaba que me concentrara del todo en lo que cada activo estaba diciendo.
La presentación había sido básica y aunque había dejado picado a más de uno por habérmeles adelantado a la compra de tantas acciones para ser un activo indispensable, la mayoría solo sonrió e indicó que esperaba que pudiésemos trabajar en conjunto de la mejor forma para el impulso de la empresa.
—¿Cómo logró convencerlos de vender las acciones en esta empresa? —mi atención se desvió de las sensaciones que me recorrían y enfoqué mi atención en Cavalcanti.
Le sonreí con suavidad.
—Supongo que la oferta que les ofrecí fue muy tentadora —me encogí de hombros no queriendo ahondar en más explicaciones.
—Ahora me arrepiento de no haberlo pensado —sonreí de forma arrogante distrayendo mi mirada de su persona para enfocarla en los tres hermanos que estaban sentados a la cabeza de la mesa de cristal.
—Ahora que ya me conocen y entienden quien soy, deben saber que he comprado las acciones en esta compañía de forma anónima, por lo que les voy a pedir que mantengan la confidencialidad, si es algo difícil para ustedes pues los hare firmar acuerdos de confidencialidad y de no querer hacerlo simplemente retiraré mi capital de esta compañía dejando un espacio en blanco que no será tan fácil de llenar de manera inmediata ¿me han entendido? —mis manos se entrelazaron sobre la mesa y les sonreí suavemente.
—No hay inconveniente en mantener su identidad en secreto —afirmó uno de ellos y el resto de las personas en la mesa asintieron.
—Bien, entonces esto ha sido todo, gracias por venir aquí —me estaba tomando muchas atribuciones, claro que sí, pero podía, ya que tenía el veintisiete porciento de dicha empresa en mi poder.
Y por increíble que pareciera tenía más poder que los hermanos por separado.
Porque solo el cuarenta porciento de la empresa estaba en manos de otros activos, ya que los Hoffman tenían veinte porciento cada uno y en conjunto sumaban los sesenta que los ponían por encima de todos.
Uno por uno se fue levantando y yo hice lo mismo para esperar a que pasaran junto a mi y me dieran la mano dándome la bienvenida de una forma más personal.
Les sonreí amablemente mientras continuaba intentando no dejar en evidencia que estaba desesperada por salir de esas cuatro paredes que me mantenían bajo su radar.
Y cuando el último de los activos salió quise huir detrás de él, pero en un movimiento rápido él se movió hasta estar frente a mí.
—Lo siento —soltó con suavidad y mi rostro dejó atrás cualquier emoción que cruzara por él.
—¿Disculpa? —había entendido, pero hacerme la desentendida era la mejor opción en ese momento.
Quería ver hasta donde llegaba, que tanto podría arrastrarse y si no era lo suficientemente bueno para mi tensaría la cuerda hasta donde no diera más para arrastrarlo por sus ataduras hasta que se arrodillara.
—Joder, lamento haber roto el lazo que me mantenía unido a ti metiendo a alguien más a mi vida, pero te juro por Dios que no ha ido más allá que solo compartir una cama —sus ojos azules calaron profundo en mí y el hielo que vi hacía un tiempo ya no estaba, se había derretido para mí.
—¿Algo más que quieras decir? —cuestioné en un susurro.
—Yo... fui un idiota —solté una suave carcajada.
—Fuiste un reverendo imbécil, Meyer y esta disculpa de mierda me sabe a nada, así que hazte a un lado porque tengo muchas cosas que hacer como para perder el tiempo escuchando una disculpa poco elaborada y sincera.
Sus ojos se cerraron pesadamente y un suspiro cansado fue soltado.
—Será difícil ¿no es así? —lamí mis labios con lentitud apreciando su semblante derrotado frente a mí.
—Todo lo que vale la pena lo es —susurré acercándome poco a poco a su rostro —pero eres tú quien decide que merece la pena —me encogí de hombros —que tengas buen día, Meyer.
Y luego simplemente me hice a un lado para tomar mi bolso y poder escapar de aquellas paredes sin siquiera mirar a Becker o a Klein.
Aparentemente ese era el momento de Meyer y aunque mi corazón latió desbocado y mis entrañas se retorcieron ante su cercanía y sus palabras, declaré que no era suficiente.
No era suficiente y esperaba que se esforzaran, porque de lo contrario aprendería a soltar aun cuando amara profundamente.
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Nadaba furiosamente de un lado a otro tratando de liberar toda la tensión que me envolvía, pero nada parecía funcionar. Porque además de sentirme estresada, sentía un fuego ardiente recorriendo cada poro de mi piel.
Era devastadora la forma en la que las prendas se pegaban a mi cuerpo y el deseo me recorría con cada instante.
Ya cansada me acerqué a las escaleras de la piscina y salí de ella mientras llevaba todo mi cabello hacia atrás.
Al darme la vuelta para ir hacia mi toalla Toshio estaba en la orilla con un traje negro.
Él no estaba en casa cuando llegué, había salido y no sabía a donde, pero no tenía por qué saberlo, ya que les di pase libre para entrar y salir como creyeran correcto.
Él recorrió mi cuerpo sin molestarse en disimular y sonreí de forma disimulada mientras tomaba la toalla para secar mi rostro.
El bikini que llevaba era de dos piezas y se resumían en tres triángulos que cubrían las partes esenciales de mi cuerpo. Incluso mis senos se desbordaban por las orillas y mi trasero estaba muy expuesto.

Pero lo peor de todo era que su mirada poco disimulada me encendió más de lo que había estado en un principio.
Y quise huir, porque eso solo daría paso a una cosa siempre y cuando él estuviese interesado.
—Llevo veinte minutos observándote hacer esto —respiré pesadamente dejando caer la toalla.
—Necesitaba distraer mi mente —susurré mirando en su dirección.
—¿Se puede saber de qué? —negué lentamente.
—No me gusta decir las cosas que me aquejan si aún no tengo una solución —él lamió sus labios con lentitud.
—Tal vez diciéndomelo encuentres solución.
Podría haber dicho cualquier cosa u optado por seguir con mis labios sellados, pero realmente necesitaba algo.
Cualquier roce, cualquier toque que me impulsara hacia el límite que quería cruzar.
—Resulta, Toshio, que estoy llena de ganas y deseo y mis dedos no son suficientes para calmar el desespero que me envuelve —lentamente fui acercándome y él no retrocedió cuando invadí su espacio personal.
—Te dije que diciéndomelo encontrarías solución —una nueva sonrisa apareció en sus labios y simplemente reí.
—¿Me vas a ayudar con mi problema? —él movió su cabeza de un lado a otro como si se lo estuviese sopesando.
—Puedo aliviar la tensión.
Sin preocuparse por que pudiese rechazar su toque posó su mano sobre mi pecho y me empujó suavemente hasta que la parte trasera de mis pies tocaron una de las sillas del exterior.
Me dejé caer en ella ante su orden silenciosa y desde abajo lo observé desabotonar su saco para comenzar a quitárselo con lentitud.
—Abre las piernas —susurró.
Con un jadeo lo hice y lo vi recorrerme completa mientras doblaba su saco para llevarlo hacia la silla junto a mí. Entendía su técnica, me estaba desesperando lo suficiente como para que rogara que lo necesitaba.
—Ahora quita esa pieza que te cubre —pasé saliva y sin dudarlo tomé las tiras rojas de mi bikini y las hice descender por mi cuerpo elevándome un poco para sacar la pieza dejándome expuesta.
Sintiéndome más atrevida de lo que debería subí mis piernas hacia los bordes de la silla abriéndome totalmente de piernas para él.
Su mirada curiosa recorrió mi coño lentamente y lamió sus labios con suavidad antes de arrodillarse frente a mí.
—Desde el día en que la conocí me pregunté como sabría —admitió.
Y antes de poder soltar una respuesta inteligente su lengua hizo contacto con mis pliegues haciéndome temblar.
Vibré bajo el toque de su lengua caliente mientras sus manos me sostenían de ambos muslos y mis manos se dejaban caer sobre su cabeza para sentir su cabello.
Me había cuestionado si era igual de sedoso que como se veía y estaba en lo correcto, era tan suave que se escurría de mis dedos.
Su lengua jugó conmigo. Lamió la parte interna de mis muslos, luego bajó a mi pubis y dejó un par de besos, continuó hacia mis labios pasando de largo mi clítoris y solo pude retorcerme.
—Por favor —rogué suavemente y lo sentí sonreír contra mi piel ardiente.
Mi corazón latía a una velocidad desenfrenada mientras mis manos se aferraban con más fuerza a su cabello.
—Por favor —rogué nuevamente y jadeé cuando su boca chupó mis labios mas internas.
Sonreí maravillada cuando su lengua se encontró con mi clítoris y sentí que todo dentro de mí se reorganizaba.
—Si —jadeé extasiada cuando sus lamidas recorrieron toda mi feminidad hasta mi entrada en donde empujó su lengua simulando que me follaba.
Una de sus manos abandonó mi muslo y se dirigió a mi clítoris para torturarlo con sus dedos elevándome deliciosamente a mi orgasmo.
Gemí sin ningún remordimiento y sin temor de que pudiesen verme, ya que las cámaras no se encontraban en esas áreas y Nath no estaba en casa.
Sin mencionar que mi hermana no saldría de esa habitación hasta que no fuese la hora de cenar.
Cuando uno de sus dedos se adentró en mi interior y su lengua se dirigió hacia mi clítoris todo mi cuerpo se arqueó para él recibiendo todo lo que me daba.
Su dedo entraba y salía de mi interior abriéndose paso en mi húmedo canal y aprovechando mis fluidos adentró otro dedo para estimularme mucho mejor logrando que llevara mi cabeza hacia atrás sintiéndome en el puto paraíso.
Y luego de que encontró su ritmo arremetió contra mí con su lengua y sus dedos sin parar hasta que me corrí aparatosamente en su boca y él absorbió todo de mi creando unos sonidos hipnóticos que me mantuvieron elevada por unos segundos más.
—Joder —gemí extasiada mientras la nebulosa se esparcía.
—Sabe mejor de lo que esperaba —admitió lamiendo sus dedos uno por uno saboreando toda mi liberación.
Mis mejillas se encendieron en rojo y lentamente bajé mis piernas sintiéndolas débiles.
—Gracias —susurré.
—Gracias a usted por permitir que este plebeyo pueda saborear el elixir de una diosa.
Y dichas sus palabras se levantó del suelo, tomó su saco y se molestó en acercarme la toalla antes de caminar hacia la casa para perderse dentro.
Una sonrisa se esparció por toda mi cara y confirmé que un orgasmo era la mejor solución para el estrés.

Atados a miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora