De forma dificultosa pasé saliva y traté de calmar los nervios que me azotaban en ese momento.
Mi respiración se atascó y mis manos empezaron a sudar ante lo estupefacta que su confesión me había dejado.
—Debo admitir que la primera vez que te vi, no estaba enterada de quien eras, me enteré tiempo después de que salieras con ellos en revistas, quise que nos volviéramos a reunir, pero luego de la muerte tan extraña de tu esposo fue casi imposible volver a verte.
Ella suspiró aparatosamente y tomó un nuevo trozo para llevarlo a su boca delicadamente, luego procedió a masticar como si la situación no la preocupara en lo absoluto.
Yo repasé sus delicadas facciones tratando de encontrar algún parecido y lo que vi me dejó literalmente estupefacta, sus ojos eran del mismo color que los de Meyer y Becker, pero más que recordarme a ellos, me recordaron a la morena peliblanca de ojos tricolores.
A esa morena que me dejó en claro que su madre le había heredado la heterocromía.
Me cuestionaría el por qué no lo vi antes, pero yo ni siquiera recordaba la existencia de esta mujer y verla tanto tiempo después cuando ya ni siquiera me acordaba de aquella chica que contribuyó a mi secuestro era una excusa perfecta para justificarme.
—No puedo creer esto —susurré empujando el plato ya que mi apetito había desaparecido.
—Deberías comerte eso, está muy delicioso —acotó una vez tragó.
Su mano se extendió hacia la copa y dio un suave sorbo.
—No puedes ni gesticular palabra —ella dejó de preocuparse por su plato por un segundo y se enfocó en mi dándome una suave sonrisa.
Tal vez intentando que me calmara, cosa que sería totalmente imposible, ya que mis nervios estaban disparados.
Estaba frente a la madre de los Hoffman, de la mujer que le había dado vida a los hombres que amaba.
Y era tan surrealista la situación que me cuestioné si realmente estaba sucediendo.
—No creí que... —yo pasé saliva al ni saber que decir.
—Te sugiero que cuestiones cualquier cosa ahora y que si vas a cenar lo hagas en un lapso de cinco a siete minutos, pues mis hijos me acaban de confirmar que viene hacia acá —sin pensarlo un segundo extendí mi mano para tomar mi bolso del brazo de la silla en la que me encontraba sentada.
Hice el amago de levantarme, pero ella negó lentamente y las manos de alguien se posaron en ambos de mis hombros devolviéndome a mi lugar.
No era ninguno de ellos, pues ni su aroma, ni su toque se sentía igual al de ellos, sin mencionar que, si su pronóstico era exacto, ellos aun no deberían llegar.
Recordando todas las veces en las que practiqué defensa personal y la fuerza que había adquirido durante todo este tiempo, posé mi mano en una de las del hombre y la quité de mi cuerpo de forma sorpresiva para hacerle una llave en cuanto me deslicé del asiento provocando que su otra mano dejara de sostenerme de la forma tan cuidadosa en la que lo hacía.
En cuanto provoqué la llave en su brazo poniéndolo de espaldas a mí, pateé una de sus rodillas para lanzarlo al piso y poder empujarlo completamente para colocar una de mis piernas sobre su espalda sosteniendo aun su brazo.
Un leve gruñido saltó de su boca dejando en claro su descontento con la situación y simplemente pude sonreír.
Al mirar a mis espaldas la mujer de cabello rubio se había levantado y mantenía sus manos apoyadas de la mesa mientras me observaba con la boca abierta y la sorpresa brillando en sus ojos.
—A mí nadie me obliga a quedarme donde no quiero —avisé soltando el brazo del hombre para acomodar mi vestido mientras quitaba mi pierna de su espalda —gracias por la velada, señora Hoffman, pero lamentando el caso tengo que irme.
Sin siquiera sopesarlo hice una escasa reverencia en su dirección y sin reparar en la mirada que me daban los demás comensales del restaurante emprendí el camino hacia la salida sintiendo mi corazón palpitar a una velocidad angustiante.
Con paso decidido recorrí el camino hacia la entrada y en cuanto salí la brisa fresca chocó con mi rostro dándome cierto alivio.
Antes de salir por completo miré hacia mis espaldas y observé a la mujer mirando directamente hacia mi y con el móvil en su oreja confirmándome que probablemente le estuviese dando la alerta a sus hijos de que estaba a punto de largarme.
Sintiendo la adrenalina recorrer mi sistema al no querer estar frente a ellos aun, caminé con pasos rápidos hacia el estacionamiento y mientras lo hacía iba sacando la llave de mi cartera para poder desbloquear el auto desde la distancia.
Al estar frente al auto entré de inmediato y lo encendí sintiendo el suave ronroneo del motor.
Antes de avanzar me dejé caer por completo en el asiento y suspiré pesadamente antes de salir del estacionamiento acelerando suavemente el auto.
Mirando en ambas direcciones de la calle salí hacia el asfalto y sin pensar en nada más que estar en casa comencé a conducir.
Casi por inercia las lágrimas en mis ojos se acumularon, por lo que la velocidad que implementé fue suave, hasta que observé como el auto que yo misma había diseñado me iluminaba la parte trasera y de paso mi rostro gracias a que se reflejaba en el retrovisor.
—Mierda —bramé golpeando con mi palma abierta el volante.
Dando una respiración profunda pisé el acelerador y avancé un poco más rápido para intentar perderme de su vista, pero eso no sería posible, lo sabía, había entrado en su radar y salir de él sería imposible.
En ese momento odié a Mauren por haber arruinado cada uno de mis planes, por haber hecho que se fuera por el garrete cada minuciosa pieza del rompecabezas que había elaborado y colocado en el lugar perfecto.
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Atados a mi
General FictionSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...