Capítulo 42

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Las horas pasaron más deprisa de lo normal mientras Nath y yo finalizábamos con los pendientes para esa mañana en aquella ciudad. Tuvimos dos reuniones en el restaurante del hotel con varios asesores que nos explicaron los pasos a seguir para poder comenzar los procesos legales que nos llevarían a obtener el control total de la compañía de mi madre.
Y una vez terminado recogimos todas nuestras cosas y nos apuramos a salir de la ciudad para poder llegar a mi reunión a tiempo con Hoffman company.
Había sido pautada para después del almuerzo y por suerte el helicóptero ya estaba en el helipuerto cuando ascendimos en el edificio.
Estaba peligrosamente nerviosa y no por nada relacionado con la reunión en sí.
O tal vez tenía mucho que ver. Por dios, claro que sí.
Los Hoffman me estaban cediendo de forma voluntaria parte de todo lo que construyeron, aun sabiendo que poseía gran parte de ello.
No sabía cómo sentirme, pero definitivamente aquello les sumaba muchos puntos.
Una vez llegamos a Detroit el auto con mi chofer nos esperaba a mi y a Nath.
—Iré a casa —avisó.
Mi mirada inquisitiva la recorrió mientras el vehículo avanzaba por la ciudad.
—¿No vendrás? —negó lentamente.
—Estoy segura de que puedes mantenerme al tanto, así que prefiero dejar que hagas esto tú.
Acepté su decisión. Ella siempre había estado para mi y si no quería ir hacia los Hoffman como en las veces anteriores, pues sus razones tenía.
Aunque creía saberlas.
—¿Has sabido algo de Liam? —cuestioné luego de unos minutos de silencio.
—Si, me envió unos documentos que le solicité esta mañana, es probable que se reúna con nosotras en esta semana para hablar de ciertos aspectos legales con relación a la apertura del edificio como CEDE de C & H Company.
Asentí captando la información y tomé mi Tablet para escribir un par de apuntes en mis notas.
Tal vez solo intentaba distraerme hablando de cosas diferentes a las que realmente estaba pensando, pues el hecho de que vería a los Hoffman no salía de mi cabeza.
Después de aquel día liberador en donde solté la carga más pesada que llevaba, había estado relativamente más liviana, ya no dolía tanto como antes, ya no me culpaba como lo hacía cada día creyendo que pude haber hecho algo más.
Tal vez era lo que necesitaba, que las personas a las que de forma indirecta creía que había jodido, me dijera que no lo hice, que no fue mi culpa.
En cuanto el auto se detuvo frente al edificio salí de él y me encaminé directo al ascensor.
La mujer caminó detrás de mi y me tendió un pase haciéndome sonreír.
Era una tarjeta negra que me permitía el acceso a cualquier zona del edificio.
—Que tenga buenas tardes y una provechosa reunión.
Ella misma se encargó de cerrar el ascensor sin permitirme agradecerle.
La sonrisa suave se mantuvo aun cuando el ascensor abrió sus puertas en el piso donde se encontraba la oficina de los Hoffman.
Con pasos rápidos y seguros me acerqué a la puerta de vidrio ahumado que daba hacia su oficina y la empujé sin siquiera tocar.
Dentro se encontraba aparentemente su secretaria, sentada frente al escritorio de Klein.
Parecía tener unos treinta años y su cabello estaba recogido en un moño bajo en el que mechones rojos resaltaban de forma perfecta.
—Disculpen por interrumpir.
Los tres al escuchar mi voz buscaron la fuente y se levantaron cual resortes de sus lugares con sonrisas que aparecieron a medida que reconocían mi presencia.
Mi pecho se hinchó con una sensación que hacía demasiado tiempo no me rodeaba.
El aliento se escapó de mi cuando Becker se acercó por completo y sin importarle que aún seguía agarrada de la puerta envolvió sus brazos alrededor de mi para darme un fuerte abrazo que me permitió oler su fragancia.
Mi corazón palpitó acelerado y la sonrisa permaneció en mis labios mientras soltaba la puerta para corresponder su abrazo.
No me había dado cuenta de cuanto había extrañado sentirlos cerca.
Becker se separó unos escasos centímetros de mi para inclinarse y plantar un suave beso en mis labios que me dejó con el corazón martilleando con fuerza contra mi tórax y con ganas de que continuara.
Sus brazos se desenvolvieron de mi anatomía y por un segundo me sentí vacía antes de que los de Klein me diera el mismo sentimiento de seguridad que tanto había extrañado sentir.
A su lado me sentía protegida, invencible.
Sería imposible olvidar como lucharon para tenerme en aquel entonces, como con un par de palabras los miedos que me envolvían desaparecieron, aun podía recordar como rompieron mis cadenas liberándome.
—Hola, hermosa —susurró en mi odio y un escalofrío me recorrió completa cuando la profundidad de su voz me envolvió.
—Hola, Klein.
Él dejó suaves besos por todo mi cabello antes de dejarlo sobre mi frente y alejarse.
Meyer permaneció a varios pasos de distancia, con sus manos dentro de sus bolsillos mirándome con una sonrisa reluciente.
—¿Está lista para nuestra reunión, señorita Heder? —mi sonrisa se hizo más grande al notar su tono de voz juguetón.
—Así es, señor Hoffman, estoy lista.
Con pasos seguros recorrió la distancia entre nuestros cuerpos y me envolvió en sus brazos.
—Me alegro de que lo estés, porque yo no estaba listo para verte de nuevo y sentir que me ahogo con todo lo que siento.
Un puchero apareció en mis labios que por suerte no vio al tenerme envuelta, pero lo hice, pues las ganas de llorar me envolvieron ante las emociones que vibraban en todo mi ser.
Al separarme de Meyer me alejé un paso y miré en dirección a la mujer que se había puesto de pie una vez entré.
—Buenas tardes, señorita Heder —su voz era amable y suave y su sonrisa era tan hermosa que te hacía querer sonreír a ti.

—Buenas tardes... —esperé a que me dijera su nombre y ella recordó que no se había presentado.
—Soy Miledi Ancourt, a sus ordenes —con pasos seguros se acercó a mi y Meyer se hizo a un lado permitiendo que ella me tendiera su mano para saludarme.
—Un placer.
—Bien, creo que será mejor que comencemos, tenemos muchas cosas de las que hablar.
Y así fue, la tarde fue algo intensa gracias a toda la información que me estaban soltando, todo alrededor de su compañía y las funciones que tendría dentro de ahora en adelante con un porciento de acciones tan alto. También me explicaron mi influencia en la nueva marca siendo ingeniera automotriz, pero me negué a participar, yo estaba creando mi propio proyecto y no quería meter mis manos en el suyo dándole un toque que daría un cambio totalmente radical a lo que ellos ya tenían propuesto.
Claro, podría hacerlo, pero no era algo que yo quisiera, eso de una forma u otra limitaría mi creatividad al querer seguir la misma línea de diseño que tenían planteada.
Durante toda la reunión me mantuve atenta a todo, capté toda la información y lo más importante lo coloqué en mi Tablet.
Pero no solo prestaba atención a sus palabras, sino también a sus miradas, a la forma en la que sus labios se movían, prestaba atención a la lengua de Klein que pasaba constantemente por sus colmillos y también a la lengua de Meyer que salía a lamer sus labios resecos.
Suspiré profundamente al notar como Becker prestaba atención a las miradas que les estaba dando e intenté disimularlas. Pero era casi imposible, la forma en la que su energía me atraía como un imán hacia ellos era fascinante.
Por suerte su secretaria había permanecido afuera todo este tiempo y solo había entrado para ofrecernos algo de tomar a lo que me negué al igual que ellos.
—Bien, eso sería todo —avisó Meyer y yo asentí conforme con todo lo que había anotado.
Con dedos algo temblorosos apagué la pantalla y guardé el lápiz para dejarlo sobre la mesa mientras me erguía en mi lugar.
Me había quitado la gabardina antes de sentarme por lo que el vestido se veía a la perfección y cuando me levanté para estirar mis piernas sus ojos me repasaron hambrientos por lo que me di la vuelta y sonreí satisfecha.
—¿Tienes algo que hacer ahora? —me giré una vez más ante el cuestionamiento de Becker.
—No, terminé por hoy —avisé y él se acercó con pasos lentos hasta quedar frente a mí.
—¿Quieres ir a cenar con nosotros más tarde? Como en una cita.
Sus ojos resplandecieron al notar la sonrisa que aparecía en mis labios.
—Esta bien para mi —Meyer se levantó de su lugar y se acercó cual felino hacia su presa y sin sopesarlo ni un segundo tomó mis mejillas y acerco su cara a la mía hasta que nuestros labios se rozaron deliciosamente.
Toda mi piel se erizó ante el contacto y mis manos se elevaron para ser colocadas sobre las de él.
—Necesito hacerlo —susurró —porque ha sido casi imposible no levantarme y hacerlo antes, Calliope.
Y sin dejarme espacio para dudar juntó nuestros labios haciéndome vibrar en el proceso.
Jadeé sobre su boca al sentir la calidez de sus labios sobre los míos y los entreabrí para permitir el paso de su lengua profundizando el beso.
Lentamente una de sus manos descendió hasta mi cintura y me sostuvo ahí para apegarme a su cuerpo permitiéndome sentir su dureza contra la parte baja de mi estómago.
Gemí ante el contacto de su lengua contra la mía y sabiendo que si continuaba con el beso todo se saldría de control me separé lentamente y recuperé el aliento perdido.
—Esta noche —y esa sola oración los dejó llenos de expectación.
Pero era seguro que esa noche jodería toda la mierda en mi cabeza y soltaría.
Soltar aliviaba el alma y yo tenía mucho dentro.

Atados a miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora