La vena posesiva se me había hinchado hasta donde no daba más. Y no sabía como había llegado hasta este punto, por Dios, era desastrosa toda la situación.
Con un suspiro entrecortado me dejé caer en la silla giratoria de mi escritorio y apoyé mis codos en los posa brazos para unir mis manos permitiéndome pensar con calma.
Porque si actuaba por impulso jodería todo por lo que he trabajo en el último año y esa no era mi intensión.
No arruinaría todo lo que realmente valía la pena.
Nath entró en mi oficina y observó el historia de la relación de los Hoffman esparcido en todo mi escritorio.
—Tu hermana te llama —avisó tendiéndome mi móvil que no sabía había dejado cerca de ella.
Sin dudarlo lo tomé y lo llevé a mi oído para escuchar su dulce voz del otro lado.
Mi niña ya no era una bebé, era una chica con sus dieciocho años recién cumplidos ya.
—Hola, hermosa —saludé con suavidad y su ricita cada que la llamaba así se escuchó del otro lado del teléfono.
—Hola, mi amor —saludó en tono meloso y eso solo me hizo saber que estaba de buen humor.
—¿Qué tal te ha ido? ¿Y a qué se debe tu llamada? —cuestioné con suavidad.
—Pues, me ha ido excelente y quería que mi hermana de negocios y modelo a seguir lo supiera primero que nadie —dijo algo emocionada —aun no sé cómo lo haré —admitió —pero me he postulado en la universidad de Detroit para la carrera de ingeniería automotriz y ¡me han aceptado! —chilló emocionada.
Yo sonreí abiertamente sin poder evitarlo.
Dios, mi pequeña lo estaba logrando.
—¿Cómo que no sabes como lo harás? —cuestioné con el ceño fruncido.
Ella suspiró del otro lado de la línea y me cuestioné que pasaba por esa imperativa cabecita suya.
—Mamá dice que las mujeres están para decorarse a sí mismas, no para perder el tiempo en cosas que no utilizaran —yo froté mis cienes.
—¿Cuándo recoges todas tus cosas y vienes conmigo? —cuestioné de una vez por todas.
Ya era hora ¿no?
Me había aguantado porque mamá no había presentado indicios de querer joder a mi hermana, pero pronto tendría razones de sobra para utilizarla y no la quería cerca de esa mujer, mi hermana era por mucho el punto más débil que tenía y todo lo que había hecho y soportado lo había hecho por ella.
Porque si me iba ella de una forma u otra ocuparía mi lugar.
—¿Hablas enserio? —cuestionó faltándole el aire.
—Tienes dieciocho años ya —dije de forma segura —si quieres ven aquí con solo tu pasaporte e identificación y te prometo que nada te faltará, Cariño.
—Yo... —no había duda en su voz, era más bien ¿miedo?
—Conmigo siempre estarás a salvo —dije suavemente —sé que tienes una vida allá, pero no quiero que por culpa de ella te cohíbas de cumplir tus sueños, quiero verte brillar como nunca lo has hecho —ella suspiró.
—Esta bien, iré contigo —dice por fin y no puedo evitar que la sonrisa salga.
—Has tomado la mejor decisión, pequeña, te enviaré a alguien para buscarte ¿Cuándo quieres venir? —ella respiró entrecortadamente.
—Ahora mismo si es posible —y sus últimas palabras fueron arrojadas como sollozo.
—¿Estas bien? —la escuché suspirar.
—¿Me dejarás salir de fiesta y tener novio? —cuestionó y yo no pude evitar que mi corazón se apretujara.
—Podrás hacer lo que quieras, cariño, dentro de las reglas que te imponga como respeto a mi casa y como límites para que no te aloques —ella soltó una suave ricita.
—Ven a buscarme ahora mismo si quieres, Calliope.
Y sin dudarlo tomé él teléfono en el escritorio y marqué el número que me conectaba directamente con la línea de seguridad.
Sin colgarle a mi hermana comencé a hablar.
—Damián, necesito que dejes a alguien a cargo y vayas personalmente a buscar a mi hermana, hazlo rápido y alístate, te quiero en mi oficina en menos de media hora.
Sin esperar respuesta colgué el teléfono y la ricita de mi hermana me dejó encantada.
—Haré la maleta con mis cosas personales, pues estoy segura de que tendré que escaparme para poder irme, mamá no me dejaría si sabe que es contigo, te odia desde hace mucho, tu nombre es prohibido en esta casa —yo sonreí abiertamente.
—Tranquila, hermanita, en poco tiempo no podrá dejar de mencionarlo —aseguré antes de despedirme para dejar que ella se ocupara de arreglar sus cosas.
—Señora —la voz de Damián me avisó que se encontraba a mi disposición en menos tiempo del que creí.
—Pasa —le indiqué y él entró con paso seguro cerrando la puerta tras él.
—Dígame en que le ayudo.
Yo extendí mi mano para abrir uno de mis cajones en donde tenía varios sobres con dinero en efectivo. Yo tomé uno y lo abrí para ver si había dinero suficiente, al saber que así era lo extendí sobre el escritorio para hacer que llegara a él.
—Necesito que vayas por mi hermana Enís —le indiqué —es lo más valioso que tengo, Damián y es probable que las cosas se pongan alteradas si mi madre se rehúsa a dejarla salir, te mandaré su número de teléfono por mensaje para que te contactes con ella y como tu eres el mejor agente de esta casa te aviso que su seguridad estará a cargo tuya, necesito que refuerces la seguridad porque, bueno, ya te dije que es lo más valioso que tengo, supongo que durante el vuelo puedes hablar con la agencia —él asintió —ahí hay dinero suficiente para cubrir todos los gastos del viaje y por favor, desde que la tengas, ve al aeropuerto, la quiero en una pieza ¿lo entiendes? —el asintió seguro.
—La cuidaré con mi vida, señorita —yo asentí conforme.
—Puedes retirarte —él asintió y tomó el sobre antes de darse la vuelta y salir.
En cuanto salió envié todos los datos a su número personal junto con la vía de comunicación con mi hermana y después me relajé en la silla.
La llamada con Enís solo me había distraído por un rato, pues pronto la imagen de aquella mujer rubia y de ojos azules volvió a mi mente.
Ella había cenado con Klein y Meyer hacía unas semanas en un restaurante del centro, habían salido de fiesta juntos un par de veces, más, nunca los había acompañado a una cena benéfica con los reflectores puestos sobre ellos.
¿Lo que más me enervaba la sangre? Ella trabajaba para ellos.
Sintiendo algo de rabia por la situación hice bolita la foto de ella y la lancé a la puerta en el momento justo en el que Nath entraba.
Ella se hizo a un lado y el papel pasó junto a su cabeza.
—Buenas noticias —avisó algo emocionada —gracias a mi increíble oratoria logré volver a captar la atención de los Hoffman —ella sonrió maravillada.
—Cuéntame más —pedí.
—Bueno, hace un mes les pedí revisaran mi plan de inversión en su empresa, lo revisaron al igual que el contrato y lo dejaron en la bandeja para cuando me decidiera —yo asentí recordando aquellos detalles —pues hablé directamente con Meyer Hoffman y le he explicado que regresé a la ciudad y estaba lista para cerrar ese contrato —yo sonreí suavemente orgullosa de la mujer que tenía frente a mi —tengo reunión para cierre de contrato en dos días con ellos, solo tengo que ir con Liam a firmar el contrato y todo estará listo —aseguró y yo lamí mis labios con suavidad.
—Quiero ver sus cara cuando sepan que es a mi a quien representas —sus ojos brillaron extasiados.
—Puedes hacerlo —aseguró.
—Llego a pisar esa oficina y no firman el contrato —ella sonrió abiertamente.
—Solo déjamelo a mí, yo te avisaré cuando sea el momento.
Y con esa sugerencia bailando en el aire se quedó observándome, como si me estuviera analizando.
—Lo estas haciendo —aseguró.
—¿Haciendo qué? —cuestioné algo confundida.
—Cuando los engranajes de tu cabeza están trabajando sueles tener esa mirada, la tuviste cuando estaba buscando el perfecto tema para tu tesis, también la tuviste cuando empezaste a organizar el contrato para la fabricación de tus piezas en aquella empresa y la tienes ahora ¿estás pensando como deshacerte de ella? —yo negué.
—No me interesa deshacerme de ella, el problema no es ella, son ellos que han olvidado a quien pertenecen —sus cejas se levantaron con algo de sorpresa —sí, yo también me sorprendí de mi vena posesiva —ella rio con suavidad.
—Eso te hace ver tan... —ella no encontraba las palabras.
—¿Cavernícola? —cuestioné intentando ayudarla.
Ella negó una y otra vez.
—Bien, ser posesivo no está bien, pero que quieras marcarlos como si fuesen tuyos es como, tan excitante —admitió.
—No quiero marcarlos como míos, porque ya lo son, están atados a mi hace mucho tiempo, solo pretendo jalar la soga que tienen alrededor del cuello para recordarles ese hecho.
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Atados a mi
General FictionSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...