Me había ido.
Una vez los hermanos Arato encontraron su lugar ideal se fueron de casa y en cuanto la semana pasó Alisha regresó a su ciudad en donde había dejado a sus hijos con su abuela.
Y una vez me quedé sola me fui, porque además de los Hoffman yo tenía otras responsabilidades, otras metas que alcanzar. Y decidí que tachar aquellos nombres en mi lista era más importante.
Por ello estaba en donde estaba, a tres ciudades de distancia de la mía buscando tachar el tercer nombre de la lista:
Harvey Thomas.
Era un contador que había sabido administrar bien los vienes de su familia, lo conocía hacía muchos años, ya que fue uno de los hombres que estaba dispuesto a comprarme, pero Galicia ofreció más.
¿El problema? Que cuando Galicia se enteró del interés del hombre hacia mí lo usó a su favor para obtener un par de cosas mientras me ofrecía a mi como pago.
Aun cuando había pasado mucho tiempo pude recordar mis gritos, las llagas en mi cuerpo producto de su cinturón que estropeó mi espalda, podía recordar su miembro entrando y saliendo de mi cuando apenas tenía diecinueve años.
Aun estaba en mi mente todo el daño que me causó.
Por ello estaba ahí, esperando pacientemente que la ronda del único guardia en turno ese día culminara.
Los jueves solían darles el día libre a los otros dos y solo quedaba uno confiando en su sistema de seguridad, sistema que había burlado ya que había aprendido a usar el de casa y era exactamente igual.
Solo necesitaba la clave de acceso y la había conseguido sobornando a alguien específico sin que supiera mi identidad.
El anonimato era el mejor de los escudos.
Soltando un suspiro lento saqué el pequeño aparato en mi bolsillo y quité mi guante para teclear un par de cosas apagando el sensor de movimiento evitando que alertara de mi presencia y una vez hecho volví a colocar el guante antes de acercarme al panel de la puerta trasera para adentrar el código y que la puerta se abriera.
Eran alrededor de las una de la mañana y todo parecía tétricamente solitario.
La esposa de aquel hombre había muerto hacía algunos años y sus hijos se habían trasladado a la universidad, por lo que ahora su casa era cede para meter a las putas que buscaba en el prostíbulo.
Con pasos rápidos recorrí la distancia que me separaba de la puerta principal, pero ladridos me hicieron detenerme abruptamente para mirar a mi alrededor en busca del perro liberado en alguna parte del terreno.
Al saber en que dirección venían metí el aparato en el bolsillo del pantalón negro que portaba y me doblé levemente al ver como el perro corría furiosamente en mi dirección.
Y cuando saltó para ir directo hacia mi pecho, tomé su hocico entre mis manos enguantadas y lo arrojé al suelo ocasionando que gimiera adolorido.
Se removió ante mi agarre y lo apreté con más fuerza contra el suelo en un intento por mantenerlo a raya, hasta que simplemente dejó de moverse entendiendo que no había de otra que mantenerse sumiso ante mí.
—Espero que corras lejos de mí, porque asesinarte no está en mis planes —sollozó como si me entendieran y una vez lo solté corrió despavorido perdiéndose en la oscuridad de la noche que mantenía al patio en las tinieblas.
Soltando un suspiro largo retomé mis pasos esta vez con un poco más de velocidad y me adentré en la casa encontrando la puerta principal sin seguro.
Esta chirrió ante el empuje e inquisitivamente lamí mis labios mientras la cerraba detrás de mi apreciando la enorme mansión con pisos de mármol con reflejos dorados en él.
Era simplemente hermosa y despampanante.
Antes de avanzar saqué el dispositivo en mi bolsillo y verifiqué que las cámaras siguieran en un bucle mientras yo irrumpía en el lugar.
Básicamente las cámaras proyectaban lo mismo, espacios vacíos desde hacía cinco minutos, pero sabiendo que en cualquier momento podrían descubrir mi intrusión en el sistema si el guardia a cargo esa noche se daba por investigar, aceleré mis pasos hacia el despacho en donde sabía que él estaba.
Según una de las prostitutas que conocí después de que la contrató varias veces, él se dirigía hacia su despacho cada que terminaba.
El hombre era una máquina, casi nunca dormía, ya que del otro lado del mundo estaba de día y él aprovechaba las bajas en cualquiera de los negocios en los que quisiera inmiscuirse antes que cualquiera.
Porque mientras los demás dormían el revisaba la bolsa de valores.
Mis botas contra el suelo no ocasionaban ningún ruido debido a la carencia de tacón y ayudándome de lo que sabía de la casa gracias a los planos, me dirigí detrás de las escaleras dobles y hacia un pasillo con puertas dobles en el fondo que daba hacia una habitación insonorizada.
Suspiré pesadamente antes de colocarme frente a la puerta y abrirla suavemente antes de empujarla.
Él no notó mi presencia cuando entré, no hasta que comencé a caminar en su dirección y al no saber quien diablos era llevó su mano al botón debajo de su escritorio que enviaba la alerta a la cabina de seguridad.
Pero eso no funcionaba, yo lo había deshabilitado.
La computadora frente a él estaba encendida y al haber tocado el botón se sentía confiado.
Con una sonrisa saqué el arma de detrás de mis pantalones y la levanté para apuntar en su dirección.
Jadeó de miedo y claro que lo tenía.
La imagen que yo proyectaba no era alentadora.
Un suéter negro ajustado a mi cuerpo que cubría mis muñecas y mi cuello y un gorro negro que cubría todo mi cabello, mis manos enguantadas y mis piernas enfundadas en jeans negros y botas militares brillantes.
—Buenas noches —saludé con suavidad mientras veía como levantaba las manos con un ligero temblor presente en ellas.
—¿Quién eres? —su voz sonaba tensa, asustada y me regodeé en ello.
—Lo sabrás, a su debido tiempo, ahora cierra el computador —le ordené de forma suave y casi de inmediato lo cerró para levantar sus manos de nuevo.
—Van a venir en cuestión de minutos —aseguró y yo sonreí de medio lado.
—Si el botón rojo debajo de tu escritorio funcionara estoy segura de que sí, pero no es el caso —su rostro palideció y una suave ricita escapó de mis labios.
—¿Qué es lo que quieres? Llévate todo, hay dinero en la caja fuerte —yo negué lentamente mientras me acercaba para sentarme en una de las sillas frente a él.
Mi mano aun sostenía el arma mientras mi codo se apoyaba en el espaldar.
—Dinero no es lo que quiero, no exactamente —susurré —vengo por algo más.
—¿Qué es? —con una sonrisa lobuna llevé mi mano hacia la unión del suéter y los pantalones y saqué de entre mi polera de tirantes y el suéter una carpeta con unos documentos en él.
—Tienes en tu poder treinta porciento de una de las compañías automovilísticas más importantes, ocupa el séptimo lugar entre las primeras diez y yo necesito esas acciones —le dejé saber y él negó.
—No, definitivamente no —suspiré aparatosamente.
—Hace tres meses se depositó el equivalente en dólares de esas acciones, está en tu cuenta y tienes conciencia de esa transacción, solo que no sabías de a donde había venido, ahora lo sabes, ya las compré, solo necesito que firmes, Harvey —negó nuevamente.
—No es una opción, es lo único que me mantiene activo en esa industria —ladeé mi cabeza de un lado a otro.
—Sé que tienes tus dedos en todas partes —susurré inclinándome levemente —hasta en la mafia rusa ¿la Bratva ha sido buena contigo? —le cuestioné de forma presuntuosa —no quiero imaginar que tan malo podrían llegar a ser si la compañía que lava su dinero terminara bajo investigación —su rostro se desencajó y me alegré de haber tenido aquella vena sensible disponible.
—No sé de qué hablas.
—Oh, claro que lo sabes, Harvey, no te hagas el desentendido ni me hagas parecer estúpida porque esto se podría poner feo más rápido de lo que planeo —sus manos se elevaron para restregar su rostro.
—Vas a matarme —negué lentamente.
—No es mi deseo matarte —admití —la pistola es por precaución.
Lentamente empujé el documento hacia él y lo vi negar mientras reía.
—Es la primera extorción que me hacen que si ha llegado a funcionar —sonreí arrogante.
—Es porque ninguno de ellos haló de los hilos indicados.
Con algo de pesar tomó el bolígrafo y fue a las páginas en donde se pedía su firma.
—¿Por qué? —fruncí el ceño.
—¿Por que qué? —cuestioné de vuelta.
—¿Por qué yo? ¿Por qué mi empresa? ¿Por qué de esta forma? —suspiré con suavidad y cuando firmó la última hoja extendí mi mano para verificar que fuese su firma real.
Cuando lo verifiqué cerré la carpeta y la metí en donde mismo había estado.
—Porque tu me quitaste algo hace muchos años y quería devolverte el favor antes de verte morir —susurré suavemente —mi nombre es Calliope, Harvey, la Calliope que una vez fue la esclava de Galicia y a la cual tu violaste como pago para una transacción, me profanaste, me torturaste y te regodeaste en la sangre que goteaba por mis muslos y solo la usaste como lubricante para seguirme agraviando.
Pasó saliva de forma rápida y jadeó al reconocer a aquella mujer en mis facciones. Me miró de arriba abajo o al menos las partes de mi cuerpo que estaban a su alcance y el reconocimiento brilló en sus ojos oscuros.
—¿Lo recuerdas? —cuestioné con voz tranquila —¿recuerdas mis gritos pidiéndote que pararas?
—Lo lamento —reí sin la mínima pizca de gracia.
—Si, creo que ya es tarde para eso.
Con un suspiro pesado busqué la otra arma en mi espalda y sabiendo que no había ninguna huella en ella la puse sobre la mesa, esta no tenía ninguna forma de ser rastreada, sin mencionar que estaba a nombre de nadie y el cañón no tenía ninguna ranura que pudiese estar relacionada con las dejadas en otras balas, era un arma limpia por más que pareciera imposible.
—Esto será sencillo si abres tu mente y comprendes todo sin hacerme repetir —palideció al ver el otro objeto siendo presionado por mi mano enguantada —tiene una sola bala, así que si intentas usarla en contra de mi fallarás y yo terminaré matándote, puede parecer buena idea intentarlo, pero te cuento, si no te suicidas en este instante frente a mí, voy a llevar toda la información que tengo sobre tus negocios ilícitos y van a incautar tus vienes, pondrás en vergüenza el nombre de tu familia y dejarás a tus hijos sin nada, porque terminarán disolviendo tus acciones en otras empresas y no quedará más que negocios ilícitos de donde recoger evidencias, estarás muerto de todas formas, pero el peso de tus acciones recaerá sobre los hijos que te haz esforzado en proteger —mis palabras salieron susurradas de una forma lenta y suave mientras las pupilas de él se dilataban.
Lentamente empujé el arma sobre el escritorio y lo vi vacilar.
—Por favor, no hagas esto, por favor, por favor, si quieres te vendo todo lo que tengo, te doy lo que quieras, pero esto no.
—Me acabas de dar lo único que quería de ti, lo siguiente es tu vida y me la darás, porque de lo contrario la tomaré de todas formas, no dejaré evidencias y no servirá de nada tu hazaña porque también haré que tu nombre caiga en lo más profundo ¿me has entendido? Si tuviste valor para violar y torturar a una joven de diecinueve cuando tenías cuarenta y cinco estoy segura de que tienes el valor suficiente para acabar con la miserable y asquerosa vida que tienes.
—Joder —jadeó tomando el arma y cuando pensé que apuntaría hacia mi la llevó hacia su cabeza.
—Recuerda, el apellido de tu padre y el legado que te dejó, recuerda que haces esto por mantener en alto aquel nombre que te esforzaste en tallar —y luego de una última mirada apretó el gatillo dejándose envolver por mis palabras.
La bala salió disparada hacia su cabeza y el impacto resonó en toda la habitación provocando un pitido angustioso en mi oído que me hubiese deshecho de no haberlo escuchado con anterioridad.
La sangre se esparció por todo su escritorio y observé atenta como toda la sangre salía de la herida de entrada y salida en su cabeza.
Su cuerpo cayó hacia adelante y la mano que sostenía el arma cayó al suelo creando un sonido seco cuando el arma se deslizó por sus dedos hacia el suelo.
Solté todo el aire que estaba conteniendo ante la imagen y lentamente me levanté de mi lugar para meter mi arma en la parte trasera de mis pantalones, luego tomé el dispositivo en mi bolsillo y verifiqué que la información de Harvey Thomas fuese enviada una hora con antelación a mi llegada a su casa.
Había mentido, porque dejar en alto su nombre no era una maldita opción. Hacía una hora las autoridades tenían en su poder la información con la que lo estaba sobornando a él y media hora antes de mi llegada recibió una llamada con el número de la policía en la que le decían que si su casa estaba protegida ya que había ladrones en los alrededores.
Evidentemente él confió en su sistema de seguridad y admitió que todo estaba en orden.
Pero visto desde este ángulo todo será diferente.
Ahora parecerá que esa llamada fue hecha para informarle a Harley que sus negocios ya habían sido puestos en evidencia por algún soplón en la policía y por ello se suicidó media hora después.
¿Y el contrato firmado que tenía? Pues la transacción había sido hecha hacía mucho tiempo y el documento tenía la fecha de ese día, solo era llevarlo al notario de Liam y sobornarlo para que lo pusiera en los registros de ese día en específico.
Lentamente me estaba abriendo paso en el mundo automovilístico desde las sombras y aunque la mayoría se pensó que eran transacciones normales, realmente no lo fueron.
Taché los primeros dos nombres de mi lista de esta forma y las demás acciones de la compañía de los Hoffman las conseguí sacando sus oscuros secretos y usándolos en su contra.
No había asesinado a nadie, al menos no directamente, pero los dos primeros en mi lista habían desaparecido de la faz de la tierra de esta forma.
Suicidados por la presión de sus crímenes al descubierto.
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Atados a mi
General FictionSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...