Capítulo 25

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Había esperado mucho tiempo para esto, demasiado en realidad. Por ello me había esmerado tanto en ponerme presentable.
Un vestido rojo cubría mi cuerpo, de cuello alto y recto y de largo hasta encima de las rodillas. Totalmente ajustado y sin ningún pliegue o diseño resaltando por completo mi figura en conjunto con unos tacones negros de punta y suela roja.
Las perlas decoraban no solo mi cuello, sino también mis muñecas y mi cabello estaba totalmente lacio llevado hacia atrás.
Y el maquillaje era suave y sutil resaltando cada una de mis facciones y el color de mis ojos.
Con una sonrisa de satisfacción tomé el bolso negro y entré en él mi teléfono, ya que todo lo demás estaba dentro.
Y con pasos firmes y destilando una fragancia envolvente salí de la habitación para dirigirme hacia los escalones.
Los bajé lentamente hasta llegar al final y luego caminé con pasos rápidos hacia la sala en donde se encontraba Enís.
Su mirada estaba metida en un libro, con un los pies sobre el sofá y una manta cubriéndola.
Me apenaba verla tan perdida, porque, aunque ella creía que lo ignoraba, sabía que usaba los libros como refugio.
Eso había estado haciendo durante la última semana mientras yo me encargaba de destruir todos los cimientos de las empresas de mi madre.
Las que había sacado a flote con el dinero de mi venta. Me importaba una mierda mandar a la basura todo ese dinero, yo solo quería obtener los desechos en los que la dejara y llevarla al borde de la desesperación cuando cayera en la ruina.
Porque en mi caso ella me tendría que ceder bienes materiales si no llegaba a cumplir con el contrato de fabricación de piezas, pero con los demás contratos, ella debería pagar una indemnización monetaria.
¿Cómo había llegado a meterme en su compañía sin que lo supiera? Sencillo, Nathalie había hecho todo. Se había encargado de ser el rostro de la operación mientras yo movía los hilos desde la oscuridad.
Así como con la inversión a la compañía de los Hoffman.
Había estado haciendo ofertas para la compra de acciones y había logrado un contrato para comprar básicamente el cinco porciento de toda su empresa, eso incluía contratos y parte del nombre de su marca.
Pero no solo era eso lo que actualmente me iba a pertenecer, esa era un haz que tenía bajo la manga.
Antes de irme me acerqué a Enís y ella se sobresaltó al verme acercarme algo rápido.
Yo ralenticé mis movimientos y ella suspiró algo aliviada al entender que era yo.
—Lo siento —me disculpé en un susurro y ella asintió entendiendo.
—Espero que te vaya muy bien —susurró algo apenada y sintiendo mi pecho encogerse me incliné para dejar un beso sobre su frente, justo al lado de donde comenzaba su herida que empezaba a cicatrizar.
—La haré arrodillarse por tu perdón —le aseguré —porque el mío nunca lo tendrá, pero quiero ver como ruega antes de irse al infierno —susurré muy segura y me levanté de mi lugar con determinación.
—¿La vas a matar? —yo enarqué una ceja en su dirección —lo digo porque como ya lo has hecho antes no será tan malo —mi ceño se frunció ante sus palabras.
—¿Quieres que la mate? —cuestioné con suavidad.
—Toda mi vida intenté entenderla, no la odie cuando te hizo lo que te hizo —ella suspiró pesadamente —traté de amarla, Calli y me hace esto —susurra con la voz entrecortada —no quiero que la mates, solo quiero que sufra lo mismo que yo.
Y acepté esas palabras como mi nueva misión en la vida.
De todas formar la haría pagar cada una de las cosas que sufrí ¿pero ahora? Ahora su deuda estaba mucho más elevada y se la cobraría hasta con intereses, me desharía de esa mujer a cualquier costo y no me importaría lo que tendría que hacer para lograrlo.
Una vez me despedí de mi pequeña tomé rumbo hacia el auto en donde Damián me esperaba.
Era evidente que no tenía mi auto, pues después del desastre que había causado Becker era imposible que me lo regresaran una vez reparado si yo había desaparecido como si nunca hubiese estado.
Él condujo de forma rápida por las calles de la ciudad, no porque fuese necesario, ya que Nath me avisaría si estaba llegando tarde, más de lo que lo haría.
Sino porque así conducía él. Si iba hacia algún lado quería llegar a la mayor brevedad posible.
Mientras nos acercábamos cada vez más al edifico que fungía como cede de la compañía mis manos comenzaron a sudar sin poder evitarlo.
Mi corazón probablemente se saltó más de un latido cuando él estacionó y cuando se bajó rápidamente del vehículo para ir a abrirme la mía, sentí que dejé de respirar.
Aferrándome a mi bolso me acerqué con paso firme a la recepción y me encontré con aquella mujer que en algún punto me había ordenado salir del piso de tuneo de Meyer.
Al verme su boca se abrió con sorpresa y sin pensárselo salió de detrás del mostrador para detenerse frente a mí.
—Señora Hoffman —susurró algo sorprendida mientras me repasaba.
—Cariño, mi apellido es Heder —le dejé saber y ella se atragantó con su propia saliva —ha pasado mucho tiempo ya.
Ella sacudió su cabeza recordando que me había ido por mucho tiempo.
—Si, si, si, discúlpeme —yo le hice un ademán restándole importancia.
—No te preocupes, vengo a una reunión con los señores, aunque voy algo tarde —ella frunció el ceño.
—Ohh, es la reunión de las tres, comenzó hace una hora, pero creo que aun está a tiempo.
Ella me guio hacia el ascensor y presionó el piso antes de cerrar las puertas.
Extrañamente se había portado decente, aunque podía recordar como su actitud hacia mi había cambiado radicalmente luego de aquel ultimátum por parte de Meyer.
Llegué a ir muchas veces a la empresa y ella se portó de la misma manera que ahora.
Cuando el ascensor abrió sus puertas en el piso indicado supe que era el de reuniones, aunque todo parecía remodelado y muy cambiado, sabía que dirección tomar, por lo que con pasos decididos me acerqué a la puerta de cristal y dando más de una respiración la empujé sin importar que interrumpiera.

Al mirar hacia la mesa me encontré con el documento en el centro completamente firmado mientras que los tres hermanos Hoffman y una chica de cabello rubio y ojos celestes estaban frente a Nath y Liam que fungía como su abogado.
—Buenas tardes —saludé bajo la atenta mirada de todos —perdón por llegar tarde, es que el tránsito estaba insoportable.

Atados a miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora