Mis manos alisaron la falda roja que llevaba, aunque no tenía ninguna arruga. Era de tachones gruesos y mi torso estaba cubierto solo por un top blanco de encaje dejando un ver un poco de mi piel entre la falda y el.
Por encima llevaba una chaqueta jean de color oscuro y mis pequeños tacones repiqueteaban contra la baldosa de piedra que recubría los escalones.
Estaba nerviosa, no había por qué mentir, pues esto se sentía como la primera vez.
Parecía que nunca había estado entre sus brazos, que nunca los había obtenido, parecía como si todo estuviese empezando de nuevo, solo que esta vez, menos herida, menos indefensa y mas segura de mi misma.
Al llegar a la puerta fui directo al pomo para abrirla. Estaba segura de que ya estaban conscientes de mi presencia, pues tuve que solicitar acceso para atravesar el portón delantero.
Solté todo el aire al entrar, pues la magnificencia de aquella casa era increíble. Desde las baldosas que cubrían el piso, hasta los candelabros que colgaban del techo con pequeños cristales que reflejaban la luz y que parecía como si una lluvia estuviese a punto de caer sobre ti.
Con pasos lentos me acerqué a la sala y solo me encontré con Klein de pie.
—Hola, preciosa —saludó acercándose a mí con aquella sonrisa endemoniada que no cambiaba.
—Hola, Klein —él arrugó su rostro ante el uso de su nombre.
—¿Cuándo me volverás a llamar cariño? —cuestionó mientras llevaba ambas de sus manos hacia mi cintura para acercarme levemente a él.
—Cuando te lo ganes —contesté con suavidad llevando mis manos hacia su pecho cubierto solo por una camisa de botones blanca.
Él soltó una suave risa que me hizo vibrar.
—Espero hacerlo esta noche.
—Que hermosa estás, Calli —lentamente me alejé de Klein y de su toque para mirar hacia Becker.
Su sonrisa era suave y sus pasos despreocupados, pero cuando se acercó definitivamente a mi me tomó por la nuca en donde colgaba mi cabello en una trenza y llevó sus labios a los míos para darme un beso intenso que amenazaba con retirar mi labial rojo oscuro aun cuando era mate.
—Vaya —jadeé al separarme y él sonrió orgulloso de haberme dejado con las piernas temblando y el corazón latiendo desesperadamente.
—¿Puedes esperar a que al menos cenemos? —cuestionó Meyer en algún lugar y mi rostro se colocó rojo con solo escuchar su voz profunda.
—Buenas noches a los tres —dije como pude y me alejé unos cuantos pasos de Becker para observarlos.
Estaban en diferentes partes, Becker delante de mí, Klein muy cerca de los sofás de su sala de estar y Meyer en el marco de la puerta que probablemente daba hacia el comedor.
Los tres llevaban Jeans con camisas de botones en diferentes tonalidades. La de Becker era gris, la de Meyer negra y la de Klein blanca.
Sus cabellos oscuros estaban despeinados y en sus ojos danzaba un brillo peculiar que hizo a mi corazón latir un poco más rápido.
—Adelante, Calliope —asentí en dirección a Meyer y comencé a caminar hacia él.
Al pasar junto a su cuerpo su aroma me envolvió de forma indescifrable y aspiré suavemente para llenarme con su aroma.
—¿Todo bien? —cuestionó caminando detrás de mi para poder ayudarme a sentar en la mesa.
—Sí, el viaje hasta aquí fue tranquilo.
—Me alegra escuchar eso.
Le di una sonrisa que mostró mis dientes y él me la devolvió mientras se sentaba a la cabeza de la mesa.
Yo estaba a su derecha mientras que Becker estaba a su izquierda y Klein junto a mí.
En la mesa ya había varios platos perfectamente posicionados que desprendían un aroma que hizo mi boca hacerse agua.
—Becker quiso cocinar para ti —mis cejas se levantaron algo sorprendidas y él sonrió deliciosamente.
—Espero que te guste.
La cena fue amena, los cuatros nos enfrascamos en una conversación que me sacó mas de un carcajada.
Y esta vez no solo hablamos de los errores de cada uno, sino de todo lo que habíamos logrado por separado; principalmente yo.
Les conté como había sido tener a su hija dentro de mí, les conté como luchamos hasta el final y en vez de recibir una mirada de desaprobación, solo recibí sonrisas orgullosas.
Los platos variaron entre filete y pechuga a la plancha con papas y otros vegetales, también hizo un postre frío y decir que estaba extasiada era insuficiente.
Me sentía plena, completa, como si todas las piezas dentro de mi se arreglaran en un perfecto orden.
Una vez terminamos me guiaron por toda la primera planta mostrándome las diferentes habitaciones de la casa.
Eran hermosas, sofisticadas y tenían una para cada cosa que les interesaba y al final terminamos dentro de una enorme biblioteca con un escritorio de madera oscura que podía recordar.
Klein me había follado sobre ese mismo escritorio cuando aun tenían su departamento en aquel enorme edificio.
No pasó desapercibida para mi su sonrisa mientras me acercaba con pasos precavidos.
Mis dedos recorrieron la madera y mordí mi labio inferior recordando aquella escena.
Aun podía sentir sus arremetidas, mis jadeos, la forma tan codiciosa con la que me sostenía para recibir más de mi y que yo obtuviese más de él.
—Ahora tenemos más libros —susurro Klein y me giré para mirarlo con sus manos en sus bolsillos.
—¿Si me gusta alguno podría llevármelo?
—Claro que sí —con una sonrisa suave recorrí la distancia que me separaba de él y me coloqué a escasos pasos de su anatomía.
Una sonrisa maliciosa bailó en sus labios y de forma insinuante rompió la distancia que quedaba y se inclinó hacia mí.
—¿A caso quieres recordar viejos tiempo?
Sin sentir el menor temor levanté mis manos para colocarlas sobre su pecho mientras su mirada me recorría.
Podía sentir la de los demás detrás de mí y sin amedrentarme retiré uno de sus botones y puse mi mano sobre su pecho caliente.
—Me alegra que estes en sintonía conmigo.
Su sonrisa fue salvaje mientras se inclinaba un poco mas para tener sus labios lo suficientemente cerca que sentía su respiración chocando con mi piel erizándola en el proceso.
Sus manos se aferraron con fuerza a mi cintura para juntar nuestros labios en un beso que desde el momento uno fue ardiente, intenso, codicioso y demandante.
Una de sus manos ascendió hacia mi mejilla para sostenerla y sentirme completamente.
Él no me besaba, me absorbía, bebía de mi como si estuviera sediento, como si había pasado meses sin beber y yo fuese el agua que tanto ansiaba.
Gemí sobre su boca cuando su mano bajó hacia mi trasero y lo apretó apegándome a él para que sintiera como se iba poniendo duro.
Lentamente me hizo retroceder hasta que mi cuerpo chocó con el de alguien más.
No tenía idea de quien estaba a mis espaldas, solo podía sentir sus manos posicionándose a ambos lados de mi cintura para apegarme a su cuerpo cuando Klein quitó su mano de mi trasero.
Gemí más fuerte al sentir la dureza chocando con mis glúteos gracias a la forma en la que se estaba frotando contra mí.
Los labios de Klein se separaron de mi boca para dejarme adquirir oxígeno y continuó con besos húmedos hacia mi cuello que me hicieron temblar y gemir sobre su boca.
—Todavía puedes detenerlo —susurró Becker en mi oído haciendo que mi piel se erizara.
—No quiero hacerlo.
Y eso les dio luz verde para hacer conmigo todo lo que querían desde el instante en que me vieron otra vez.

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Atados a mi
General FictionSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...