Mi pie se movía arriba y hacia debajo de forma rápida mientras esperaba a Nath.
Yo estaba totalmente lista, con un vestido blanco que cubría mi figura con un largo hasta las rodillas, un escote en v y los restos del cuello que alcanzaban mis clavículas.
No tenía mangas, ni decoraciones y la tela era casi mate, sin brillo y gruesa.
El vestido era una belleza y había sido combinado con unos tacones negros de suela roja y un bolso negro no muy grande que se ajustaba a mi hombro y caía hasta el inicio de mi muslo. Mis labios pintados de un tono oscuro y mi cabello con ondas negras ondeando a mis espaldas.
Estaba perfecta, sin un mínimo error en mi presencia y eso me hacía sentir segura.
No estaba nerviosa, ni asustada, más bien estaba en ese punto donde cada emoción era tan fuerte que no lograba identificar cual se alzaba por encima de las otras, así que no me molesté en ponerle un nombre y determiné que estaba a un nivel de excitación neuronal en el que no podía estar tranquila.
Una vez Nathalie bajó con sus tacones color borgoña resonando contra las escaleras me levanté y me encaminé hacia ella para tenderle mi mano y que la tomara para terminar de bajar.
Así lo hizo y sus dedos calientes se encontraron con los míos fríos.
—Estas hermosa —susurré al repasar su vestido negro y ella me sonrió abiertamente.
—Tu estas muy hermosa también.
Un suave suspiro salió de mi antes de que nos encamináramos hacia la entrada en donde su auto estaba aparcado.
Yo aun no había recuperado el mío, aun cuando había pasado más de una semana de aquel encuentro, pero no me molestaba en buscarlo, porque eso significaría verlos y la ansiedad de ellos al no saber donde encontrarme me había mantenido satisfecha por todos estos días.
Me habían buscado hasta el cansancio por toda la ciudad, pero yo no había salido a ningún lugar con cámaras de seguridad en la que pudiesen buscar mi rostro y el lugar en el que residía no estaba más a mi nombre.
Nath condujo por las calles a una velocidad prudente haciendo ronronear el motor de su auto deportivo y yo me sostuve del cinturón de seguridad cuando se le ocurrió acelerar de más.
Después de haber pasado tanto tiempo drogándose estaba segura de que algún botón se había fundido en ella.
—Bájale dos rayitas —solté ocultando la sonrisa —dile a ese botón que se te dañó por doparte que mas le vale que se arregle —ella soltó una suave carcajada y yo sonreí de medio lado intentando que no se viera.
—Cuando te dan tus arranques yo no digo nada, el alcohol te fundió el cerebro, pero no por eso te lo ando recordando —una risa suave escapó de mi haciendo vibrar mi pecho y ella sonrió con sus ojos brillando.
Nathalie se merecía el cielo por todo lo que había hecho por mí.
Me impulsaba cada día a ser mejor al saber que ella estaba mirando y siguiéndome, se quedó a mi lado cuando el mundo se me venía abajo y aun después de mis respuestas bordes aquel día en el que nos conocimos, se aferró a una amistad que fue lo mejor que me había podido pasar.
Mirándola conducir por la ciudad observé la sonrisa suave de su rostro y recordé las noches de pesadilla en donde ella se acurrucaba a mi lado y me abrazaba hasta que me calmaba. Recordaba esas noches en donde la presión fue tanta por la perdida de mi hija que las lágrimas descendían cual torrente y la única que estuvo ahí para mi incondicionalmente fue ella.
Para evitar hacer las cosas más profundas miré hacia la ventana apreciando como nos acercábamos cada vez más al edificio de los Hoffman.
—El proceso es simple, ellos son los que deben tener los documentos preparados y la única firma que debe ir es la de ellos, por eso no fue necesario que Liam estuviese aquí, con solo leerlo me daré cuenta de si todo está correcto y una vez tengas todo en tus manos podemos irnos, claro a menos que quieras aprovechar algo de tiempo, pero recuerda que el avión nos estará esperando.
Yo asentí un par de veces.
Al llegar, Nath estacionó el auto frente a la entrada sin importarle en lo absoluto y salió del auto de forma elegante mientras yo me quitaba el cinturón, dio la vuelta y abrió mi puerta para ayudarme a bajar y sonreí por tal cosa.
Ella estaba acostumbrada a eso y yo a esperarla al pie de las escaleras o viceversa.
Cuando ambas nos comenzamos a adentrar en el recibidor la mirada de las pocas personas en el alrededor se enfocó en nosotras y mantuve mi rostro serio guardándome la sonrisa para mi misma.
Realmente éramos un espectáculo a la vista.
—Señoritas, un placer verlas de nuevo —yo le di una sonrisa a la recepcionista ya conocida y ella nos guio hacia el ascensor antes de presionar el último piso —las esperan en la oficina.
Y una vez se cerraron las puertas respiré de manera profunda.
—Todo saldrá bien —la escuché susurrar mientras tomaba mi mano.
En cuanto el ascensor se abrió la soltó para que ambas pudiésemos salir del ascensor y al entrar en el recibidor principal vi a la chica de cabellos rubios sentada en su escritorio tecleando algo rápidamente.
Al vernos entrar se puso de pie cual resorte y se encaminó hacia la oficina para abrirnos la puerta.
Con un asentimiento de cabeza la saludé y ella respondió casi haciendo una reverencia a lo que sonreí. Ella no sabía dar asentimientos de cabeza.
En cuanto entré me acerqué a la silla del escritorio de Meyer como si me hubiesen dado permiso y me senté en una de ellas viendo como Nath imitaba mi acción.
No me molesté en saludar o darles mi mano por mera educación, no me interesaba hacer un papel.
—Bien, aquí estamos, podemos comenzar —sonreí suavemente colocando el bolso en el espaldar de mi silla y cruzando mis piernas para apoyar mis manos en mis rodillas.
—Buenos días —se molestó en saludar Becker moviéndose para acercarse detrás de su hermano, cosa que también hizo Klein y la mirada de los tres me hizo pasar saliva, pero no demostré la forma en la que me afectaban, había mucho por hacer antes de dejarles ver lo que había más allá.
Había tantas cosas que me hubiese gustado decirles, pero simplemente las callé sabiendo que lo que haría hablaría claro y fuerte sin siquiera tener que molestarme en decir una palabra.
Mis acciones hablarían por sí solas.
—Ya tenemos los documentos firmados —la mirada tan fría de Meyer como el hielo se clavó en mi mientras se extendía para pasarme un folder con todos los documentos.
No me moví, la que se movió para tomarlos fue Nath mientras continuaba con mis piernas cruzadas.
—Los revisaré —avisó Nath mientras los hojeaba.
En ese momento la chica rubia irrumpió para hacer su trabajo.
—¿Desean algo, señoritas? —yo asentí.
—Un café estaría bien, por favor, amargo —ella asintió y miré a Nath que estaba enfocada —que sean dos, por favor —ella asintió nuevamente y me dio una sonrisa antes de darse la vuelta y salir de la oficina cerrando la puerta de forma suave detrás de ella.
—Espero que estes capacitada para guiar dos compañías más las acciones de esta empresa —comenzó a decir Meyer y me vi tentada a decirle que serían tres, no dos, pero lo guardé para mí.
—Gracias a Dios que ya no es tu responsabilidad preocuparte por eso —sonreí con suavidad acomodándome en el asiento y extendiendo mis manos hacia los reposabrazos —es mi responsabilidad ahora, Meyer, preocúpate por las tuyas ahora.
Él suspiró pesadamente y fingí que no vi la mirada de Klein sobre mí, fingí que el hielo en la mirada de Meyer no me quemaba, fingí que la mirada llena de desasosiego de Becker no me afectaba y me mantuve tan dura que me sorprendí a mi misma.
Incluso cuando Alicia entró en la estancia con ambos cafés y dejó uno frente a Nath en el escritorio y luego dio la vuelta hacia mi y en el intento de llevar el café hacia delante de mí terminó resbalando por sus manos temblorosas y cayendo sobre mi caro vestido.
Mi rostro se quedó serio, como si no estuviese sintiendo el calor por debajo de la gruesa aprenda y agradecía ese detalle, pues la prenda absorbió casi todo el café.
—Ay dios santo, lo siento, lo siento —la escuché susurrar asustada mientras extendía su mano con una servilleta intentando arreglar el desastre.
Mis ojos escanearon su rostro a escasos milímetros del mío y noté sus mejillas sonrosadas y sus ojos angustiados.
No fue intencional.
—Tranquila.
—Prometo pagarlo —yo reí con suavidad.
—No creo que necesites gastar dos mil dólares en mí, tengo suficiente para comprarme otro vestido —lo dije sin intentar presumir, solo quería que supiera que clase prenda había dañado con su imprudencia y el constante temblor de sus dedos.
Hasta yo cuando estaba borracha podía dejar una taza de café sobre un escritorio.
—Retírate, Alice —pidió Klein y ella suspiró pesadamente antes de tomar la taza y retirarse.
Vi a Nath llevar su taza hacia sus labios de forma imperturbable y yo miré hacia ella esperando que notara mi mirada, cuando lo hizo una sonrisa se alzó por encima de la taza y la dejó nuevamente en su lugar sin volverla a tocar.
Una vez pasó el tiempo y analizó los documentos a fondo, cerró la carpeta y la dejó sobre su regazo.
—Está todo de acuerdo con lo estipulado en el correo que les envié hace una semana, eso ha sido todo y esperaremos que nos avisen cuando será la reunión, aunque durante la próxima semana no estaremos disponibles y ya se lo hicimos saber a su asistente.
Nath se levantó de su lugar y yo hice lo mismo sosteniendo mi bolso y elevándome como si no tuviese ninguna mancha de café sobre mi vestido.
Con una suave sonrisa tomé la taza de Nath y comencé a caminar hacia la salida sin despedirme de ninguno, esa fue la tarea de Nath ya que se encontraba tendiéndole la mano a cada uno y realmente era su trabajo. Ella era la que trataba con ellos de forma directa, no yo, yo solo asistía para joderles la existencia, porque todo podría haberlo hecho Nathalie.
Al salir de la oficina caminé hacia el escritorio de la rubia mujer y sin pensarlo dos veces vertí el café en sus piernas y parte de su blusa azul tomándola por sorpresa, a diferencia de mí, ella se levantó escurriendo el líquido hacia sus piernas.
—Creo que ahora estamos a manos —le di una bonita sonrisa —así ya no tienes que pagar el vestido que arruinaste.
Luego de guiñarle un ojo me encaminé al ascensor escuchando los pasos de Nath detrás de mí.
Ella ingresó en el ascensor y pude ver a los tres hombres de pie fuera de su oficina y me crucé de brazos mirándolos de forma intensa.
—¿Cuándo te volveré a ver? —cuestionó Becker y sonreí de medio lado.
—Tendrás que esperar mucho, no estoy disponible por el momento.
Y dichas esas palabras, Nath cerró las puertas del ascensor.
—¿Ahora? —cuestioné en un susurro.
—A buscar al mejor arquitecto que he podido encontrar, debemos viajar a otra ciudad, pero están dispuestos a trabajar con nosotros. Si vieras su edificio, está incluso blindado —susurró —y tienen un sistema especializado en contra de bombas, se activa un campo de fuerza que no tengo idea de qué está hecho y explotan antes de tocar el edificio.
—¿Quiénes son? —cuestioné impresionada por tal cosa.
— Ashton Calen y Cameron Relish de C & R Construction.
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Atados a mi
قصص عامةSentir que el mundo se te cae encima es la peor sensación, pero es peor aun cuando las únicas personas que te lo sostenían se van dejando que caiga por completo sobre ti. Cuando eso sucede la única opción que queda es levantarse y sostenerte el put...