Capítulo 39

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—Mails dijo que ustedes habían planeado secuestrarme.
Habían pasado un rato desde que habíamos entrado.
Yo estaba metida en un suéter de alguno de ellos que me llegaba hasta las rodillas y unas medias largas. Mi cabello ya estaba seco y estaba sentada en un sofá de la sala con ellos alrededor que portaban solo pantalones dejando que mis ojos se movieran por sus pechos viendo aun el tatuaje con mi nombre.
—Si... —Meyer dudó.
—Hemos estado investigándote, buscando un patrón en tus movimientos —una de mis cejas se enarcó.
—Nuestra intención era encontrar el motivo de tus acciones a través de tus movimientos —y al ver sus sonrisa supe que lo habían entendido.
—Dos de los siete hombres a los que les compraste sus acciones terminaron muertos —susurró Meyer y solo pude restregar mis dedos de forma nerviosa.
—¿Sí? —cuestioné como sino supiera lo que había sucedido con ellos.
—Si y estoy seguro de que sabes por qué —intenté hacerme la desentendida ante la acusación de Becker, pero Klein dejó en claro que no podía.
—Cambiaste tu dinero del banco en el que te lo depositábamos hacia otro y ¿sabes lo que hicimos? Compramos el banco y así accedimos a la información en tus cuentas y bienes.
—Tienes acciones en todas las compañías del mundo automovilísticos y eres dueña de una cuarta parte de ellas —negó sin creérselo.
—Casi la mitad —susurré.
Sus ceños se fruncieron y sonreí avergonzada.
—En un par de días me adueñaré de la de mi madre —Meyer rio sin poder creérselo.
—Mi información no estaba tan actualizada —y eso de cierta forma me hizo sentir increíble, porque, aunque investigó no tenía todos mis planes en claro.
—La pregunta es por qué has estado haciendo todo esto —nuevamente restregué mis dedos sin saber si decirles o no.
—Es complicado —susurré.
—Tenemos tiempo para escucharte si es que quieres decirlo —suspiré pesadamente.
—¿Recuerdan aquel día cuando me llevaron a la playa y les dije lo que Galicia hacía conmigo? —ellos asintieron —tenía nueve nombres en mi lista, fueron nueve hombres los que se atrevieron a hacerme daño sabiendo que no estaba de acuerdo, al primero al que jodí fue el último que me jodió a mi, Galicia lo conoció en uno de sus eventos y eso me sirvió para rastrearlo, supe que era uno de sus accionistas y le quité todo lo valioso en este mundo antes de sobornarlo con sus secretos para que acabara con su vida.
—Harvey Thomas —susurró Klein —fue anoche y subiste todo su historial delictivo ¿por qué con los de nuestra empresa no?
—Porque eso los perjudicaría a ustedes.
Un brillo pareció en sus ojos y me encogí en mi lugar al dejarles saber que si me preocupaba por ellos.
—¿Por qué seguiste comprando las demás acciones? —cuestionó esta vez Klein.
—Me enojé cuando me di cuenta de que había habido alguien más que estaba muy cerca de ustedes y solo quería dejarles ver en quien me había convertido, quería que entendieran que cometieron un error olvidándome —Meyer suspiró.
—Nunca te hemos olvidado, Calli, fue un error, realmente fue un error haberlo hecho y lamentamos eso.
—Igual dolió —ambos suspiraron mientras me encogía de hombros.
—La cuestión es esta, investigamos todo sobre ti, para saber tu meta y entender que necesitabas para llegar a ella —Becker empujó una carpeta sobre la mesa y yo ladeé mi cabeza para ver si había alguna letra en alguna parte, pero no había nada, así que volví mi cabeza a su posición.
—¿Qué es? —cuestioné en un susurro.
—Acciones —explicó Meyer —quince porciento se suma al veintisiete porciento que tenías y ahora el cuarenta y dos porciento de la compañía es tuya, el otro trece porciento sigue siendo de los demás accionistas, solo que nosotros te hemos cedido el cinco porciento de cada uno, si llegamos a ir por nuestra cuenta en algún punto tu tendrías el mando absoluto de la compañía —mis labios se entreabrieron con algo de sorpresa.
—Habíamos deducido que tu idea era adquirir acciones de las personas que habían tenido negocios con Galicia, ya que ese era el único patrón que habíamos encontrado, por ello metimos nuestras manos en la compañía de Leopoldo Davis —suspiré entrecortadamente al escuchar el nombre de ese hombre.
—Tienes veinte porciento ahora.
—Y yo tenía un cinco, ahora es veinticinco —Meyer sonrió suavemente y me sonrojé en desmedida.
—Me sorprendes —admitió.
—¿Cuál es tu plan? —negué no queriendo que indagaran más.
—Prefiero no hablar de eso ahora —susurré.
—Esta bien, pero antes de terminar queremos que sepas que estamos aquí y que si necesitas ayuda aquí estaremos para ti.
—Gracias —susurré.
—¿Quieres algo de comer? —asentí suavemente y los tres sonrieron para levantarse e ir hacia la cocina a preparar algo.
Estaba tarde, eran las seis de la tarde, lo que me dejaba saber que me quedaría con ellos esa noche.
Y no me molestó en lo absoluto, ya que su presencia me hacía sentir mejor con cada segundo que pasaba.
Y aquella conexión que en su momento sentí rota poco a poco se estaba recomponiendo.
Como ese momento en el que los tres miraron hacia mi mientras se movían alrededor de la cocina y yo ya me encontraba mirándolos a ellos.
↞↠
Al día siguiente habíamos desayunado de forma tranquila, me habían llevado de vuelta a su casa y me llevé el auto con el que había llegado mientras Mails conducía mi auto propio el cual estaba ya arreglado.
Al llegar a casa Nath explicó que Mails le había avisado mi paradero con la ayuda de Alicia y me pidió todos los detalles a los cuales accedí.
Luego comenzamos nuestra jornada de trabajo y durante todo el día los mensajes de ellos me distrajeron haciéndome sonreír a cada nada.
Todo lo que sabían hacer era cuestionarme si estaba bien recordándome que estaban cerca y eso me hizo sentir de una forma que no recordaba.

Una vez terminó el día me duché y me encaminé hacia mi cama para dejarme caer en ella sintiendo la tranquilidad burbujear por todas mis extremidades.
Luego de unos minutos Enís ingresó en la habitación y la envolví en mis brazos para contarle todo lo que me había sucedido y ella compartió mi felicidad conmigo.
Al día siguiente cuando bajé a mi sala, en ella había un enorme ramo de flores rojas con una simple nota que contenía la firma de cada Hoffman.
El detalle me envolvió con una sensación cálida y sin dudarlo les envié un mensaje de agradecimiento.
Y aunque nos faltaba camino por recorrer para volver a ser lo que alguna vez fuimos, al menos estábamos yendo por buen camino.

Atados a miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora