CAPÍTULO 54

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Ino continuó llorando amargamente, debido a otro golpe más que recibió dentro de ella al escuchar lo que también padeció su madre.

—Ella también era otra víctima de mi padre, pero igual también tiene gran culpa de muchas cosas... —dijo.

Belial respondió:

—Así es, Ino. La cobardia es la madre de la crueldad...
Ella escudándose en su estúpido miedo disfrazado de obediencia que le fué infundado por su absurda creencia, prefirió 'edificar' su hogar y 'honrar' a su esposo antes de velar por la integridad de su propia hija.
Fué tu misma madre quien le otorgó el poder a tu padre para que la sometiera del modo tan infame que lo hizo, todo por creer que era lo correcto y que eso le garantizaría un lugar en el sitio que los humanos imaginan como la morada de mi padre...

Ino frunció su entrecejo

—Hm, mi padre... —murmuró ella entre dientes y con desprecio. —Los padres no siempre son buenos... No siempre son protectores... No siempre tienen la razón...
El me dijo que ya no tenía una hija porque ella había muerto para él hacía muchos años. Eso me lo demostró hasta el último momento de mi vida, así que yo tampoco tengo un padre...  Desconozco a ese maldito miserable como mi padre y solo me hubiera gustado volver a la Tierra y verlo pagar por todo lo que hizo... —dijo ella.

—Sabes que ya eso es imposible, Ino... Pero si me sigues escuchando, tal vez podrías enterarte qué ocurrió después... —le dijo Belial.

Ino asintió manteniéndose en silencio mientras que el pelinegro retomó la palabra:

—El cuerpo de Deidara fué sepultado mientras que las autoridades de tu país y las fronterizas trataban de localizarte sin obtener ningún resultado.
Díez días después ya en el nuevo año, a la casa de tus padres llegaron investigadores con noticias tuyas poco alentadoras tanto para tu prima como para tu madre.

Ambas viajaron para reconocer algunas de tus pertenencias que lograron salvarse dentro de la maleta metálica otorgada por la Organización, entre ellas tu pasaporte, tu carnet de seguridad social, documento de identidad, algunas fotografías y la placa del automóvil; de esta forma fué que pudieron verificar que eras tú debido a que tú cuerpo físico quedó totalmente calcinado y obviamente irreconocible.

Ellas regresaron a su país de origen con tus cenizas dentro de un cofre y fuiste sepultada junto con el cuerpo de Deidara. Tu madre no soporto la pena de haber perdido a su única hija junto a su nieto y cinco meses después falleció de un infarto fulminante.
Tu prima Tenten con los años conoció a un agricultor que vivía en el pueblo donde vivía su familia paterna y contrajo matrimonio con él formando un hogar muy lejos de alli y tratando de llevar una nueva vida. Nunca más regresó a su casa ni tampoco volvió a tener contacto siquiera con su propia madre...

—Y... Y... ¿El? —preguntó Ino con mirada esquiva.

Belial levantó una de sus cejas mirándola de reojo

—¿Quién? ¿Tú padre...?

Ino asintió con su cabeza sin mirarlo a la cara.

—Bueno... La muerte de Deidara poco o nada le importó, pero cuando se enteró de tu fatídica muerte el peso de la culpa lo consumió tratando de quitarse la vida en dos ocasiones.
El último golpe que recibió fué la muerte de tu madre porque sintió que habia quedado solo, y en un intento más por terminar con su existencia; fué internado por tus tias en un hospital mental.
Todo parecía ir mejorando para él, pero de un momento a otro su depresión empeoró presentando estados psicóticos y delirio de persecución.
Decía escuchar dentro de su cabeza miles de voces hablando, susurrando y riéndose mientras que recitaban liturgias blasfémicas. Veía seres monstruosos que lo atormentaban día y noche. Decía tambien ver tu fantasma calcinado y a su esposa frente a él ahorcándolo cada vez que cerraba sus ojos, debido a esto podía durar días sin dormir. Escuchaba el costante llanto de un bebé dentro de su cabeza que jamás se detenía. Fué diagnosticado con esquizofrenia paranoide.
Su angustia y sufrimiento era tan terrible para él que gritaba y suplicaba porque la muerte viniera por él; pero estaba tan solo y abandonado que ni la propia muerte escuchaba sus ruegos... —le decía el pelinegro.

HAPPY BIRTHDAY LORD MADARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora