By Tom.
En cuanto colgué el teléfono me di cuenta de que acababa de hacer la cosa más absurda que había hecho en mi vida, a parte de otras tantas que, joder, para mi desgracia, también tenían que ver con Bill. ¡Como si al tenerlo cerca me volviera un estúpido que hacía cosas estúpidas! Maldito Bill.
-¿Ya has terminado? - miré a Aaron, recién salido de la ducha, con los pantalones del pijama puestos y una toalla alrededor de los hombros desnudos, secándose el pelo.
-Sí.
-¿A qué venía tanta urgencia?
-A nada. El gilipollas de mi hermano se ha escapado de casa y ha aparecido aquí. Se había perdido en los barrios bajos.
-¿Tu hermano? ¿El gemelo? - me mordí el labio inferior. Claro, me olvidaba de aquella vez, cuando me tiré al Príncipe en mitad de la calle y había permitido que mis más sucias fantasías con Bill fluyeran a través de mi boca. Seguramente, Aaron era el único de toda la pandilla que sabía que tenía un hermano gemelo, pero por suerte no se imaginaba que ese hermano gemelo era mi fantasía sexual desde que puse un pie en Hamburgo. Sabía, como Andreas, que existía un Bill, pero no que ese Bill fuera mi hermano. Y mejor así.
Me dejé caer boca arriba sobre la cama de Aaron. Su casa era enorme, mayor que la de Bill incluso y su cuarto lo mismo. Tenía una televisión de plasma para él solo conectada a todo tipo de consolas, una cama de matrimonio enorme, su armario era tan grande como un cuarto de baño mediano, el cual también tenía para él solo, sobre el escritorio descansaba un portátil táctil de último modelo, algún que otro libro de medicina y derecho y dos botes de colonia que parecían de adorno. Tenía todo tipo de libros extravagantes y figuritas exóticas. Hasta tenía un loro abajo, al lado de la ventana, en la sala de estar, no en el salón (tenía una sala de estar y, a parte, un salón). Había intentado enseñarle al loro algunas palabras y tras mucho persistir, había conseguido enseñarle decir algo parecido a hijo de puta. Las habitaciones estaban pintadas de azul celeste, demasiado llamativo para que me agradase, y además, para rematar, tenían tres criadas y una cocinera.
Nadie a parte de mí venía nunca a casa de Aaron, ni aunque los invitara. Andreas vino una vez pero se fue enseguida, rabioso de celos. Para las personas de los barrios bajos, ser conscientes de que un niño repelente tiene tantos lujos inmerecidos los volvía locos de rabia y no se acercaban a los barrios altos ni aunque le dieran dinero a cambio. Era como vendar los ojos de un toro con un pañuelo rojo. A mí, sinceramente, me daba igual. Quizás era porque sabía que por muchos lujos que Aaron tuviera, yo tenía el premio gordo. Su respeto, su temor y su "corazón". En pocas palabras, el Príncipe que todo el mundo odia es fácilmente manipulable para mí y que me dejara pasar la noche en su casa cuando a mi me viniera en gana pedírselo, lo verificaba. Como aquella noche.-¿Cómo es tu hermano gemelo? - me preguntó, dejándose caer de rodillas frente a la cama, encima de la alfombra oriental que ocultaba el suelo. Me encogí de hombros.
-Gemelo.
-No puedo imaginarme a dos Tom iguales.
-No es igual a mí, es... lo opuesto a mí. En todos y cada uno de los sentidos. Si lo vieras por la calle, nunca te darías cuenta de que somos familia.
-Hum... ¿Y por qué quieres quedarte aquí esta noche? - cerré los ojos, aperreado. Todavía no había pegado ojo desde la noche anterior y empezaba a olerme por dónde iban los tiros según Aaron.
-Mi hermano va a pasar la noche en mi casa con mi padre.
-¿Y no hay sitio o qué?
-No... pero aunque hubiera no iría. - no me molesté en dar más explicaciones. La situación era simple. Estaba haciendo todo lo posible por esquivar a Bill, incluso había obligado a mi padre a ir a buscarle él en mi lugar, solo para no tener que verle la cara. Podría haberme quedado a dormir en casa de Black, o de Ricky, o de Kan o dormir simplemente en la calle. Sabía que a Andreas no le importaría que fuera a dormir a su casa, pero estando herido y con un simple colchón viejo para él y para su pierna escayolada, prefería no tener que causarle la más mínima molestia.
Cerré los ojos y estuve a punto de caer rendido ante el sueño que llevaba reprimiéndome dos noches enteras, pero en cuanto sentí el peso de Aaron hundir la cama, volví a abrirlos, molesto. Él se había subido encima de mí, a cuatro patas y me miraba fijamente, con el ceño fruncido.-¿Haces como si no te importara? - preguntó.
-¿El qué debería importarme?
-Sé que Andreas te lo contó todo después de lo que hicimos... esa noche.
-¿Y qué? No era ninguna sorpresa. Tú mismo me lo dijiste mientras te daba por el culo.
-...Quiero una respuesta. - se me escapó una leve risita cruel que pareció dolerle, pero me importó poco.
-No me gustas de esa forma, Principito. Me caes bien, eres un pasivo atractivo y da la casualidad de que este año me he levantado con la vena maricona. Una combinación de factores que me llevaron a follarte aquella noche. No hay más. - sus ojos me transmitieron su dolor y su vergüenza, pero no traspasaron ni la primera capa de hielo que me cubría el cuerpo, a diferencia de Bill, que había logrado atravesarlas todas limpiamente, o Andreas, que aunque no las hubiera atravesado todas, había llegado más lejos que ninguna otra persona, a parte de mi dulce hermanito.
-Eres cruel, Tom Kaulitz.
-Eso tampoco es ninguna sorpresa. Sé un buen anfitrión y déjame dormir.
-¿Qué tiene ese Bill que no tenga yo? - soltó, de buenas a primeras, y yo empecé a descojonarme de risa, incrédulo. ¿Había dicho lo que creía que había dicho? ¿Cómo se atrevía?
-¡Eres un puto insolente, Príncipe!
-¡Quiero saberlo! - me exigió. Estaba tan metido en su papel de nato celoso que incluso golpeó la cama con el puño, al lado de mi cabeza. ¡Pero bueno!
-¿Me estás amenazando? - pregunté, y él cerró la boca, dándose cuenta del error que acababa de cometer. Aún así, no se lo perdoné y lo tiré al suelo de una buena hostia en la cara. Encima con exigencias. Él me miró altanero, con el orgullo herido desde el suelo. Con ojos desafiantes. - Aaron, si sigues vivo hoy en día es gracias a que yo cuido de tu culo en los barrios bajos. Si te me pones exigente, igual pierdes el comodín y estoy seguro de que si me pierdes como colega lo vas a pasar muy mal. Ya sabes, soy tu único amigo así que te recomiendo que bajes esos humos delante de mí o... seré yo mismo quien te raje. - le sonreí, pero con una de esas sonrisas irónicas que daban a entender que no hablaba en broma. Aaron apretó los labios, sintiéndose humillado y yo lo ignoré y volví a echarme en la cama, esta vez dándole de lado. Cerré los ojos. - Buenas noches, Príncipe.
-¿Tan... tan fantástico es?
-¿Quién?
-Ya sabes quién.
-...No te importa. De todas formas, ahora estoy pendiente de otra persona. - se hizo el silencio. No me molesté en cerrar los ojos porque sabía que Aaron volvería a efectuar la pregunta clave de nuevo.
-¿Qué persona? - ahora sí, sonreí divertido.
-Andreas.
-¿¡Andreas?! - gritó y yo estallé en carcajadas. Ahora el Príncipe no dormiría en toda la noche dándole vueltas a la cabeza al mismo tema. ¿Qué tendría Andreas que él no tuviera?
-Mañana volveré a mi casa en cuanto me despierte. Para entonces mi hermano ya se habrá ido. Saldré por la puerta de atrás, como siempre, para que tu padre no se entere, ¿Vale? - él no contestó. - ¿Aaron?
-... ¿¡Qué tiene Andreas que no tenga yo!?
-... Cierra el pico y duérmete de una vez, Príncipe.
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MUÑECO By Sarae
RomanceUn Muñeco al que hacer sufrir... un Muñeco al que romper... Poco me importaba quien fuera o qué fuera para mí. No tenía preferencias por nadie, cualquier criatura bonita con cuerpo de porcelana y fácil de manejar estaría bien. Cualquier persona, cua...