Capítulo 48

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By Bill. 

-Ah… uff… dios… - mis manos contra el frío muro de ladrillo aún temblaban y las piernas me ardían por el carrerón. Había corrido tanto o incluso más que el primer día que llegué a Stuttgart. Ni yo mismo sabía que podía alcanzar semejante velocidad. Era consciente de que en el agua, era el mejor de todo el país, pero ¿En tierra? Bueno, las pocas veces que corría en atletismo siempre llegaba el primero. ¡Tendría que haberme apuntado al maldito club de atletismo! Si lo hubiera hecho, en ese momento no estaría con un pulmón fuera y el otro peleándose con mis tripas. Suspiré, dándome aire con una mano. El frío se me había quitado de golpe, ahora estaba sudoroso y acalorado. Maldito fuera el maldito bicho que me había dado un susto de muerte. Me preguntaba qué demonios había sido eso y dejé caer mi espalda exhausto sobre la pared. No había sido una persona, era demasiado pequeño, pero fue tan rápido y yo había salido corriendo tan apresurado, que no ni me había parado a ver qué era ese bicho. Otra rata quizás o un mapache asesino. Maldecía una y otra vez a esa cosa, más relajado y en plena maldición mental, oí los quejidos agudos de alguien revolcándose en el suelo. Giré la cabeza muy lentamente y miré las bolsas de basuras rotas esparcidas por el suelo. ¡Pero bueno! ¿es que en cada esquina del barrio había basura? La gente era tan guarra… el significado de higiene no se conocía todavía, por lo visto. 

-¡Iauuuurggggh! - me tensé como un palo. No tenía ni idea de a donde daba el callejón donde me había metido, pero sin mirar atrás, retrocedí, otra vez asustado, escapando de ese ruido espeluznante que venía de la basura. Otro chillido agudo y un montón de latas vacías y algo más chocando contra el suelo. Dios mío, estaba demostrado. Óscar el Gruñón me seguía. El vello de la nuca se me erizó. - ¡Mauuurgg! - tragué saliva. Algo pequeño que era incapaz de ver chocó contra una caja de metal y maulló con fuerza. ¿Maulló? El corazón se me aceleró y fui incapaz de dejar a Óscar el Gruñón allí solo, quejándose y sacudiéndose como un loco. Me acerqué dubitativo, nervioso, dando pasos muy cortos. ¿Y si era un mutante? Con toda la mierda que había por allí no sería de extrañar encontrar un poco de materia radiactiva. Empezaba a pensar que la ciudad entera podría ser un enorme basurero nuclear. 

Me asomé muy despacio por encima de la basura, estirando el cuello e inclinando la espalda. Algo negro se movía violentamente y enseguida me eché hacia atrás. ¡Se parecía increíblemente a aquel bicho que me había saltado encima en la puerta de casa! ¿Me había seguido? ¿Era una rata mutante gigante? El bicho maulló, amenazante. Las ratas no maullaban ¿no? Y unos ojos amarillos, afilados y enormes, me miraron. ¿¡Una serpiente!? No… 

-¡Miaurrr! - ¡Un gato! 

-¡Maldito seas, bola de pelos! - grité. 

-¡Shhhhhiisshh! - me chistó, con el vello erizado, enseñándome los dientecitos. 

-¡Y encima me amenazas! Tú tienes mucha cara. - el gato alzó una patita e hizo un movimiento agresivo, como si intentara arañarme o advertirme. - Vale, ¡Vale! Ya me voy. ¡No pensaba quitarte tu basura! - le di la cara y empecé a andar hacia el final del callejón, por donde había entrado, ¿O había entrado por el lugar contrario? Me quedé paralizado. Oh, dios mío, oh, dios mío, ¡Oh, dios, mierda! ¿¡Pero por dónde se volvía a casa!? ¿Dónde estaba? ¿Qué camino había cogido? ¡No, perdido otra vez no! ¡NO! 

Me entró vértigo. Quería vomitar. ¡Y Tom no se daría cuenta de que me había ido! Y aunque se diera cuenta… seguramente pasaría de buscarme. Eso era lo que quería, que me fuera. Precisamente eso. Me tapé la cara con las manos. ¿Y qué debería hacer? ¿A dónde iba? ¿Qué hacía? ¿Dónde dormiría? ¿Y si alguien me atacaba? 

El miedo empezó a poseerme otra vez. 

-¡Miaaurrgg! - el gato maulló, no. Prácticamente chilló. Lo miré arrastrarse fuera de la basura, detrás de mí, con una pata alzada, cojeando. 

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora