By Tom.
-Bill ¿estás bien?
-¡Suuuiii!
-¿Seguro? – su voz alegre y gangosa junto a esos extraños ruiditos dentro del cuarto de baño me estaban poniendo los pelos de punta. Había tirado de la cisterna tres veces y por el ruido que hacía el rollo de papel higiénico cada vez que alguien tiraba de él, diría que había gastado uno entero por lo menos.
-¡Ah! – chilló.
-¿Qué ha pasado?
-¡El jabón me ha atacado!
-¿Pero no te estabas meando? ¿Qué puñetas haces con el jabón?
-¡Me limpio!
-¿El qué? – Bill no contestó y volví a golpear la puerta por octava vez. - ¡Bill! – y por fin salió, con la cara empapada y muy ojeroso. Me miró con los ojos muy abiertos, tambaleándose y tras unos segundos de silencio, habló.
-He fallado el tiro.
-¿Qué tiro? Ah… ya. – sabía por experiencia que apuntar al interior del inodoro cuando se estaba colocado o borracho era muy difícil, así que preferí no entrar al baño. - ¿Y tú por qué coño te drogas, eh? – pregunté, intentando aguantarme la risa y parecer cabreado. Bill negó con la cabeza fuertemente y apoyó la mano contra la pared, mareado.
-¡Yo no me drogo!
-¡Bill, estás colocado! ¿Cuántos dedos ves aquí? – alcé tres dedos de una mano y Bill los observó en silencio.
-¿Eso son dedos? ¿Y por qué saltan?
-No saltan. Tú estás colocado.
-Aaaaaahhh… ¿Los alienígenas se pueden drogar?
-Tú no eres un alienígena. Eres mi hermano pequeño.
-¡No! ¡Eso es mentira! – gritó. - ¡Yo soy el Muñeco! ¡Soy tu Muñeco! ¿A que sí, Tom? – contuve el aliento. Bill estaba drogado… conocía perfectamente los efectos secundarios de las drogas. Estaba seguro de que esa era su primera vez y a juzgar por cómo se movía y las tonterías que decía, aparte de la dilatación de las pupilas, habría esnifado por lo menos una papelina y media, quizás más. Algo sumamente bestial para alguien que no había probado la droga en toda su vida. Esperaba que no fuera cocaína de la buena, porque si no… el golpe de calor podría matarlo.
Y yo pensando en muñecos cuando a él podría pasarle algo malo.
Lo cogí del brazo y lo empujé hacia la cocina.
-Vamos, Bill. Tengo que meterte algo en esa tripa consumida que tienes.
-¿Vas a darme de comer? ¡No tengo hambre! ¡Quiero bailar! ¡Quiero moverme! ¡Quiero poner música heavy! ¡Y quiero alcohol! ¡Uooohh! ¡Alcohol! – sí, claro. Estaba como para darle alcohol, mierda.
-Vamos, bébete eso. – lo obligué a sentarse en la silla, frente a la mesa de la cocina y le puse un vaso de agua delante. Y otro… y otro… el agua era buena para limpiar las impurezas. Me hubiera gustado darle un buen vaso de café para espabilarle, pero con lo alterado que estaba (casi pegando botes en la silla, moviendo las manos de arriba abajo y girando la cabeza de un lado para otro sin parar) preferí no hacerlo. - ¿Estás bien? ¿Mareado? ¿Tienes calor? – Bill negó con la cabeza y se rió.
-Un poco de calor sí… pero siempre tengo calor cuando estoy contigo, jijijiji…
-¿Ah, sí? – sonreí y me incliné hacia él apoyándome en la mesa. Cuando Bill asintió efusivamente y me imitó, intentando besarme en la boca sin rodeos, me aparté de un salto. ¿Estaba loco? Bill estaba drogado y esa era una oportunidad de oro para enmendar los errores de la noche pasada y tirármelo de verdad, porque era obvio que él lo estaba deseando, pero… ¿y si le daba un ataque de calor en pleno calentón? Aunque si no le había dado ya… - Bueno, voy a hacerte algo de comer.
ESTÁS LEYENDO
MUÑECO By Sarae
RomanceUn Muñeco al que hacer sufrir... un Muñeco al que romper... Poco me importaba quien fuera o qué fuera para mí. No tenía preferencias por nadie, cualquier criatura bonita con cuerpo de porcelana y fácil de manejar estaría bien. Cualquier persona, cua...