By Tom.
-Esto… no… me entra… ¡Arrrg! – como consiguiera abrocharme el maldito botón del pantalón, me estallaría un riñón, seguro.
-Tom, que te estás probando una treinta y seis, tío. ¿Cómo quieres que te entre? Si no sé ni cómo te han podido entrar esos muslacos que tienes sin haberte roto un hueso. – escuché a Andreas al otro lado de la cortina de los probadores.
-¡Arg, cállate, rubia! – me puse de pie y los pantalones me dieron semejante tirón de la entrepierna que vi las estrellas. ¡Pero cómo podía ponerse mi hermano estas cosas sin quedarse estéril! - ¡Ah, no lo aguanto más! – me los quité a mala hostia, o lo intenté. Se me habían quedado medio atascados en el culo. - ¡Joder!
-¿Te traigo una cuarenta y dos mejor?
-¡Que no, coño! ¡Trae una treinta y siete!
-¡Pero Tom, que tú eres muy ancho de cintura y de hombros, tío! ¡Que ya te has cargado dos camisetas de la talla S! Que por cierto, me acabo de dar cuenta ahora de que son de tía. Ya decía yo que te veía raro con ellas…
-¡Está bien, está bien! ¿Cuál crees que es la talla ideal para mi hermano?
-¿De tu… de Bill?
-No, de mi otro hermano, el que mi viejo encerró de pequeño en el monasterio del Escorial, ¡no te jode!
-Pero, un momento… ¿te estás probando toda esta ropa para Bill? Pero, ¿tú eres tonto? ¡Si tú le sacas por lo menos dos tallas más!
-¿Dos tallas más? – de acuerdo, eso tenía sentido pero… ¿cuál era mi talla? Siempre le añadía unas cuatro tallas más a la ropa. – Andreas… ¿tú sabes cuál es mi talla?
-La cuarenta de cintura y una M más o menos de hombros… bueno… una XL quizás. Estás más corpulento.
-Ah… ¿sabes tú mi talla y yo no?
-Tom, llevo flipado por ti desde los nueve años.
-Joder, y a mí me flipa Angelina Jolie y no me sé su talla de sujetador.
-Entonces, ¿esa ropa es para tu hermano?
-Sí. – conseguí sacarme los pantalones metidos a presión y por fin pude respirar. No había querido decírselo. Ir de compras en nuestra “cita” para comprarle la ropa a mi ex Muñeco no debía ser muy halagador y el silencio de Andy al otro lado del probador me lo demostró con creces. Suspiré. – Bueno, experto en moda, tú que lees muchos libros, ¿te sabes también la talla de Bill?
-¿Qué tiene que ver que lea muchos libros con saberme la talla de tu hermano?
-Pues que si me ayudas a buscar ropa de su estilo y talla, podrás revolcarte como un cerdo entre unos pocos libros más en el hotel donde pronto pasaremos la noche.
-¿Me estás diciendo que si te ayudo, me comprarás libros? – uff, dicho así, sonaba muy cutre.
-Si los quieres… - de repente, tiró de la cortina y la abrió. Se metió en el probador conmigo y la volvió a cerrar. –Andreas, ¿qué haces? Que aquí no podemos follar, ¿no ves que nos tapa una cortina de mierda jodidamente amariconada? – me tendió varios pantalones, entre ellos unos oscuros de pitillo, otros con rasgones por la rodilla, un chándal para mi gusto, de lo más hortera y varios pares de camisetas con abundancia de color negro y dibujos oscuros y chulos, de los que les había visto llevar a Bill en más de una ocasión. Una chaqueta de cuero muy macarra acabó entre mis manos. – Joder, eso es rapidez, Muñeco. – Andreas me sonrió y alzó una mano de las que colgaban unas bambas de color negro y blanco, del número cuarenta. Le encantarían a Bill. Me gustaban hasta a mí.
-¿Podemos ir ya a la librería?
ESTÁS LEYENDO
MUÑECO By Sarae
RomanceUn Muñeco al que hacer sufrir... un Muñeco al que romper... Poco me importaba quien fuera o qué fuera para mí. No tenía preferencias por nadie, cualquier criatura bonita con cuerpo de porcelana y fácil de manejar estaría bien. Cualquier persona, cua...