By Bill.
-¡Hola!
-¡Hola, hola, preciosa!
-Buenas noches, Ricky. – el mogollón de gente me espantó. Deseé dar un paso atrás y salir corriendo por la puerta al ver a tres personas inesperadas sentadas en los cómodos sofás viendo la tele, comiendo palomitas. Lo más espantoso era la escasez de ropa y el tremendo exhibicionismo carnal, además de la predominación del sexo femenino.
No es que me diera asco, pero no me esperaba verme obligado a fingir que la situación no me incomodaba, cuando claramente, lo hacía.Estaba sorprendido y, por lo visto, en cuanto ellas y él captaron mi presencia, imitaron mi sorpresa. Conocía a dos.
-¿Bill? – preguntó Heidi, levantándose del sofá y pasándole las palomitas a la otra chica. La grandiosidad de sus pechos marcados bajo ese fino top rojo y las piernas al aire con las pequeñas bragas deportivas ocultando la parte más íntima, me hicieron tragar saliva.
-Ah… hola… - ¿qué coño hacía Heidi en casa de Ricky? ¿De qué se conocían? No me digas que… ¡era un rollo lésbico que tenía!
-¿Qué estás haciendo aquí? – me preguntó y yo no supe qué contestar.
-¡Eh, Bill! ¿Qué hay? – me saludó Black desde el sofá, robándole algunas palomitas a la otra chica, un poco más vestida, con un chándal que tampoco dejaba mucho a la imaginación. A pesar de que los pantalones largos ayudaban un poco más, el pasearse solo con un sujetador semitransparente…
-Hola, Black. – encogí la cara y miré hacia otro lado. La chica era guapa. El pelo largo y castaño le caía en cascada sobre los hombros hasta la barriga plana. Sus ojos eran enormes, sin restos de maquillaje y de un oscuro como la noche misma. Algunas pecas se paseaban por su curioso rostro.
Black le rodeaba los hombros con una mano y la atraía hacia sí con maravillosa melosidad. Se acurrucó en el hueco de su hombro y le susurró algo al oído. Él sonrió.-Es Bill, el hermano de Tom. – y el rostro de las dos chicas se deformó.
-¿Qué?
-¿Cómo?
-A ver, tías. Os presento. – Ricky recuperó la atención y me señaló con un dedo. Su voz volvía a sonar gruesa y ruda. – Él es Bill, el hermano de Tom. ¡No me miréis así, no se parece en nada a su hermano! Bill, estás son mis hermanas. Heidi y Sabela.
-Un… placer. – fingí una sonrisa. Ellas no se molestaron en hacer lo mismo. La boca abierta de Sabela y los brazos cruzados de Heidi mostraban un claro sentimiento de desdén por mi persona. Mis deseos de huir aumentaron.
-¿Y por qué lo traes aquí? – preguntó Heidi, yendo a saco.
-Quería invitarlo a cenar. – contestó.
-¿Y no podías habérnoslo dicho antes? – Ricky y yo callamos. Agaché la cabeza y preparé mis piernas para darse la vuelta, pero Heidi sonrió y alzando los brazos, gritó. - ¡No hemos hecho palomitas para todos! ¡Venga, sentaos, estábamos a punto de poner “It”! Voy a hacer más las palomitas. Siéntete como en tu casa, Bill. ¡Me has caído bien esta tarde en el tajo, tío bueno!
Oh. Qué cambio tan drástico. ¿Me había dicho tío bueno?
No había visto sonreír a Heidi ni una sola vez en todo el día, pero de repente, la sonrisa le atravesaba las mejillas.
Busqué una guía en Ricky, pero ella, recuperando por completo su agresiva personalidad, se sentó sin mediar palabra en el sofá más cercano. Me dejó a mí al lado de su hermana Sabela y cuando fui a sentarme, cortado a más no poder, Heidi pasó por mi lado cantando con voz risueña.-¡Bienvenido, bienvenido! – y me pegó un azote en el culo con la mano izquierda, tan fuerte, que pegué un bote. No, no me había dado un azote. ¡Me había pegado un pellizco que casi me hacía ver las estrellas!
-Bill, siéntate. – me pidió Ricky, suavizando la voz y yo, traumado, me dejé caer sobre el sofá entre las dos hermanas. Richelle miraba hacia otro lado, como si intentara evadirse de mí, así que giré la cara, buscando un punto de apoyo en Black. Me crucé con Sabela. Ella me observaba descaradamente y cuándo empecé a preguntarme si tendría algo en la cara, otra sonrisa enorme se formó en su rostro, igualita a la de Heidi.
Tragué saliva y rogué porque no apagaran las luces para darle un mayor ambiente a la película.
Fuera de la casa de Ricky, bien decorada y limpia, empezó a llover. En un abrir y cerrar de ojos, una tormenta de magnitudes innombrables desató toda su fuerza y los rayos, acompañados de sus truenos, estallaron en el cielo.
By Tom.
Me sentía muy raro. Me sentía anti-yo.
Sentado en el sofá de mi casa, recordando una y otra vez las palabras apresuradas y frustradas de Andreas, me preguntaba una y otra vez por qué no estaba enfadado. ¿Por qué era incapaz de arder de rabia? ¿Por qué era incapaz de apartar la vista del reloj de muñeca cuya pulsera se había roto hacía meses? ¿Por qué el Muñeco sabía que no era yo esa noche y por eso me miraba?
De nueve de la mañana a una de la tarde y de cinco de la tarde, a nueve de la noche. Ese era el horario de Bill, según Andy.
Era muy impropio de mí quedarme sentado cruzado de brazos esperando su llegada en silencio, deseando verle cruzar la puerta y mostrarle el resultado de tantas vueltas por los barrios altos, llenos de tiendas.
Cuando no observaba el reloj, me fijaba en las bolsas de ropa. Cuando no me fijaba en ninguno de los dos, daba vueltas por el salón. Suspiraba. Encendía la tele. La apagaba. Intenté hacer una cena sustanciosa para dos, pero sin vitrocerámica y dada mi deficiencia culinaria, sólo conseguí preparar fritos de pollo calentados previamente en el microondas.
Y Bill no llegaba.
Y dieron las diez y media.
Y había empezado a llover a mares.
El Muñeco me miraba…
Y yo salí a buscarle, sin moto y sin coche, los dos aparcados en el gran taller de Hather.
También sin paraguas.
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MUÑECO By Sarae
RomanceUn Muñeco al que hacer sufrir... un Muñeco al que romper... Poco me importaba quien fuera o qué fuera para mí. No tenía preferencias por nadie, cualquier criatura bonita con cuerpo de porcelana y fácil de manejar estaría bien. Cualquier persona, cua...