Capítulo 66

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By Bill.

El cuarto de baño de la habitación de Ricky era pequeño, con una de esas placas de ducha que ocupaban parte del suelo llano, con una mampara fina y transparente. Me duché a una velocidad que no había alcanzado ni en los baños públicos del instituto, después de natación, donde tantas veces se habían metido conmigo y me habían acorralado desnudo para humillarme y soltarme obscenidades. Esos episodios de mi vida me eran tan lejanos ahora, lejos de casa, perdido en una ciudad que apenas conocía, con una vida nueva y con el demonio por guía, que me había olvidado de los detalles más embarazosos.

Tenía la sensación de que esa noche iba a pasar algo especial, quizás por eso apenas tardé diez minutos en ducharme, en lavarme el pelo y en sacudírmelo con la toalla. Me puse uno de los bóxer de Ricky (vaya, para algo servían) y casualmente, resultaron ser de mi talla. Sentí un poco de vergüenza por ello. Ella era tan delgada como yo, cosa que sería impensable en cualquier otro caso, en una pareja de chico y chica normal y corriente. Aún habiéndome puesto los bóxers, me rodeé la cintura con una toalla y tragando saliva, agarrando el picaporte de la puerta que me llevaría a saber qué situación, salí de allí. 
Ricky se estaba secando el pelo, sacudiéndoselo de un lado para otro. Lo tenía más largo de lo que parecía con tanta gomina. 

-Ya he terminado. – musité. Ella levantó la cabeza y dejó la toalla reposar sobre sus hombros. Fue hacia el armario y empezó a escarbar entre la ropa, mayoritariamente masculina. – Hum… ¿estás segura de que quieres que me quede a dormir? Debería volver a casa y… no tenéis habitación de invitados. – le dirigí una breve mirada a la cama, grandecita, con sábanas de un color rojo oscuro que incitaban a la pasión. Bufé. La situación no podía ser ética. 

-No pasa nada. Tampoco es que tengas muchas opciones. No sabes el camino de vuelta a casa desde la mía y con este temporal, yo no pienso acompañarte. También es mala suerte. – se levantó del suelo y se apartó del armario con unos pantalones de chándal en la mano. – Tengo esto, pero te va a quedar muy corto. 

-Da igual. Debería llamar a mi hermano. Él puede venir a por mí con el coche. – Ricky encogió la cara. 

-Puedes intentarlo, aunque hoy le toca turno de noche. 

-¿Turno de noche? 

-No creerás que el dinero le cae del cielo, ¿no? – no contesté. Suspiré y cogí el chándal que me ofrecía, aunque no me lo puse. Ricky no apartaba la mirada de mí. No me atrevía. 

-¿A tus hermanas le parece bien que yo esté aquí? Soy un tío, no sé. Es un poco raro. 

-A ellas se la sopla. Como si no supieran que soy sexualmente activa. – Ricky se dejó caer en la cama boca arriba, estirando brazos y piernas. Al contrario que yo, parecía muy cómoda. – Creo que están sorprendidas. A mi cuarto no ha pasado nadie que no fuera Andreas o Tom y quizás, alguna chica. 

-Oh… - menudas hermanas. Sospechaba que, más que enrolladas, estaban un poco flipadas. Sabela no me había quitado ojo durante toda la película y Heidi… ¡Con lo modosita que parecía en el trabajo! La había pillado haciéndome guiños en más de una ocasión. – Bueno… - murmuré y me senté en el otro extremo de la cama, nervioso. – Pues eso. 

Nos quedamos en silencio. 

-Bill. 

-¿Hum? 

-Enséñame los brazos. 

-¿Para qué? 

-Quiero ver si te has vuelto a cortar. 

-¿Y qué te hace pensar que me he cortado más? Esa vez solo me mordí un poco. 

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora