By Bill.
Me sentía pegajoso y helado. Un sudor frío me recorría la piel, haciendo que se me pegara la ropa al cuerpo. Estaba tan agobiado y empecé a ser engullido por una desesperación tan grande, que me dificultaba la respiración y sentía como mis pulmones se llenaban de aire hasta el límite, a punto de estallar. Y aún así, me faltaba el aliento.
Tenía los ojos cerrados. No veía nada, todo estaba oscuro. Tenía que encontrar a alguien, pero era imposible en esa completa oscuridad. No veía nada.
Quería gritar su nombre, pero no sabía cuál era, ni siquiera era capaz de gritar. Me ahogaba.
De repente, me dominó un odio ciego. Si hubiera tenido algo delante, lo hubiera apaleado hasta haberlo destrozado, hasta hacerlo puré... aunque fuera una persona. Le hubiera aplastado la cabeza fuera quien fuera, sin pensármelo dos veces.
Era tanto el odio y tanta la oscuridad, tanta desesperación... y sabía que no podía escapar de ella. Sabía que solo una persona, la que buscaba y añoraba en silencio, podía sacarme de allí.
Pero no estaba.
Yo sabía que no estaba y... decidí dejar de luchar y ahogarme en la oscuridad.
Esa persona no estaba. No merecía la pena salir de la oscuridad si no estaba. No merecía la pena.De repente, abrí los ojos y todo se volvió mucho mas claro. Una penumbra que me dejaba ver figuras en la noche, sombras de muebles y la débil luz que entraba por la ventana de mi cuarto se abrió ante mí.
A mi lado oía un débil gemido sollozante. Giré la cabeza con lentitud y encontré a Scotty, de pie, con las patas delanteras apoyadas en la cama, mirándome y gimiendo, intentando llamar mi atención. Me moví lentamente y él ladró.
Tenía la camiseta pegada al pecho por el sudor, que me había dejado helado por lo frío que era. El cuerpo me temblaba con una violencia preocupante y mi respiración era muy pesada e irregular, ansiosa. Tenía un agujero en el pecho que me hacía difícil el respirar y estaba muy mareado. Me daba vueltas la cabeza sin parar, como si estuviera drogado.
Cuando me llevé las manos a la cara, temblorosas, sentí el montón de lágrimas mezcladas con el sudor de mi cuerpo.
Y supe lo que ocurría.
Me levanté de la cama con rapidez, acabando en el suelo de inmediato. Empecé a toser, desgarrándome el pecho y notando como la asfixia se intensificaba. Me levanté a rastras, apoyándome en el picaporte de la puerta y salí de mi cuarto, cada vez más ansioso.
Bajé las escaleras, tropezándome en el escalón final y agarrándome a la barandilla para no caerme. Scotty me seguía, sollozando, gimiendo, dando vueltas a mí alrededor, intentando hacerme retroceder. Pero yo lo ignoré.
En la mesa del salón estaban las llaves del coche de mi madre. Siempre las dejaba allí y siempre aparecían allí al día siguiente. Me precipité hacia ellas, las cogí y, apoyando la mano en la pared, crucé el pasillo hasta la entrada y salí fuera de casa. Scotty empezó a ladrar con fuerza entonces, mientras yo me dirigía al coche de mi madre, lo abría y me metía dentro, en el asiento del conductor. Metí las llaves en el contacto y con el pulso a doscientos, arranqué. Tenía carnet de conducir aunque casi nunca condujera. No después del accidente en el centro, que ni siquiera había sido culpa mía. Ese imbécil se había saltado el stop. Pero eso no importaba ahora...
Apoyé la mano en la palanca de marchas pero... me quedé paralizado...
Bill... ¿Eres estúpido?
Sabes que Tom necesita ayuda. No. Sabes que Tom necesita tu ayuda pero... ¿acaso la merece? No... no la merece después de humillarte, aplastar tu corazón sin piedad y abandonarte a tu suerte después de aprovecharse de ti. No la merece y tú no debes ir a buscarle, a ofrecerte de nuevo como un idiota. No debes hacerlo. No...
Por mucho que le eches de menos... es la única manera de olvidarlo.
¡Él no quiere tu ayuda, Bill!
Apreté el volante hasta que mis nudillos se pusieron blancos y sentí un ligero escozor en las manos. Lloré con tanta fuerza, que mis sollozos se hicieron comparables a los ladridos que daba Scotty en la puerta de casa. El volante se llenó de lágrimas, quedó empapado y los cristales se empañaron.
Luego... me quedé dormido allí dentro o quizás, me desmayara. Sólo sé que los ladridos de Scotty y sus uñas raspando la carrocería del coche funcionaron como una nana perfectamente equiparable a la desolación que sentía... o a la que sentía Tom.
ESTÁS LEYENDO
MUÑECO By Sarae
Storie d'amoreUn Muñeco al que hacer sufrir... un Muñeco al que romper... Poco me importaba quien fuera o qué fuera para mí. No tenía preferencias por nadie, cualquier criatura bonita con cuerpo de porcelana y fácil de manejar estaría bien. Cualquier persona, cua...