Epílogo

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Bill está sediento, así que lo primero que hace cuando llega a casa es correr hasta la nevera y coger una cerveza bien fresquita antes de dirigirse al amplio salón. Como siempre, el contestador telefónico está lleno de mensajes y lo primero que hace antes de tumbarse en el sofá es activarlo mientras recoge su correspondencia. 
El primer mensaje es de Georg, que lo saluda desde Australia en su Luna de Miel. Le pregunta por su nuevo caso, el de los asesinos de Berlín; quiere saber también si ha conseguido meter a esa banda de narcotraficantes en la cárcel y por cuánto tiempo. Curiosidad morbosa, como siempre.
El siguiente mensaje es de Gustav, que le pregunta algo sobre el pirateo en la red. Bill apunta mentalmente que debe contestar enseguida con un rotundo, “sí, es ilegal y como sigas haciendo el tonto como hacker en la red, no pienso defenderte en los Tribunales. Búscate un abogado de oficio, por idiota”. 
Después, llega otro de su madre, Simone. Le pregunta cómo está y si necesita ayuda (una vez más) con algún caso en especial. Tras su jubilación prematura, su madre está necesitada de acción, algo que su hermanita pequeña, Helem, no consigue cambiar a pesar del trabajo que da. Bill se apunta en la mano, con bolígrafo, que mañana le toca recoger a su hermanastra de siete años de la escuela. 
Entonces, empiezan a llegar a mensajes nuevos de gente con la que Bill no suele hablar. El primero es de una tal Ricky, y el joven de veintisiete años salta sobre el sofá, con los ojos como platos. ¿Cuánto tiempo hace que no habla con ella? La última vez que la vio fue hace dos años, cuando vino de visita a Hamburgo acompañada de Aaron, (el nuevo director del hospital provincial de Stuttgart) y su novio Toro, además de sus dos hermanas mayores, Heidi y Sabela. El niño de Sabela, hijo de Black, vino con ellas, por supuesto. Su negro y enorme amigo no pudo venir; estaba demasiado ocupado haciendo el papeleo en la comisaría de policía de Stuttgart. Sin duda, el cuartel general había conseguido un hombre imposible de corromper. 
Heidi está contenta. Pronto se casará con otro chico, uno que Bill no conoce, pero supone que es bueno para ella. 
Ricky, como siempre, soltera y viajando de un lado a otro con su enorme camión, le grita a través del teléfono que se ha acabado, que ya lo tienen, que ya no hay peligro. 
Bill no sabe a qué se refiere e inmediatamente salta otro mensaje. Esta vez es Andreas, que le habla de su nuevo libro, el cual saldrá a la venta en Diciembre. Bill mira su estantería y encuentra la sección dedicada especialmente a los libros de su amigo; por ahora van cinco, y todos le han gustado por su dosis de crudeza y realismo.
Entonces, los mensajes se acaban, y el joven hace una mueca de disgusto. Le da un nuevo sorbo a su cerveza y revuelve las cartas, una a una, con cansancio. Facturas, facturas, propaganda, facturas… y una carta. Bill la observa detenidamente; conoce esa letra.
La observa con el corazón acelerado, agitándola en el aire entre suspiros. Cierra los ojos y mira el remitente; no hay. Sólo hay un nombre escrito, algo que le trae increíbles recuerdos.
Sólo pone una cosa…

Muñeco

—Así que por fin ha llegado el momento. —Dice alguien a sus espaldas y Bill se gira. Derek se apoya en el cabezal del sofá, observando la cara con ojos curiosos y también, nerviosos. 
—Te dije que llegaría. 
—Ha tardado siete años en responder. 
—Eso no cambia nada. 
—¿Tú crees? —El joven quiere sentarse a su lado, pero Bill le fulmina con la mirada.
—Vete a casa, Derek. 
—Eso no es justo, y tú lo sabes. Yo he estado a tu lado estos últimos siete años, y él no. 
—Lo sé. 
—¿Entonces? ¿Vas a ir a por él, sin más, vas a olvidarlo todo por él?
Bill suspira. 
—Ya sabes cuál es la respuesta. 
Derek no dice nada. Con cuidado, se sienta en el sofá que hay al lado de Bill, lejos de él.
—¿A qué esperas? —le pregunta, haciendo de trizas corazón—. Ábrela. 
A Bill le tiemblan las manos, pero no espera más. 

Con una sonrisa de felicidad que no ha vuelto a mostrar desde hace siete años, abre la carta. Su contenido le deja sin respiración. 
Por fin hay un final a lo acontecido siete años atrás… y también un nuevo comienzo. 

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora