Capítulo 22

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-Soy todo tuyo, Tom. ¿Me quieres o no? - me pregunto como coño he llegado a esta situación. En realidad, me pregunto hasta qué se me está pasando por la cabeza, porque
ahora mismo sólo tengo un pensamiento libre que recorre cada recoveco de mi cerebro. La visión de Tom abriéndose el cinturón de los pantalones desabrochados, con el musculoso abdomen marcando cada movimiento, las manos abriéndose paso para dejarme ver claramente sus boxers abultados.
-Sí, Muñeco. Te quiero aquí, ya, de rodillas. Tengo algo para ti que está deseando joderte la boca. - me toqueteé el labio superior con la lengua casi inconscientemente mientras veía su mano introducirse en el interior de sus boxers, moviéndose con lentitud. Tom entrecerró los ojos, ladeando la cabeza. Soltó un jadeo, tocándose debajo de la ropa. Veía el movimiento
de su mano sobre su polla, arriba y abajo, arriba y abajo. Las piernas me temblaron, las encogí un poco intentando disimular la erección que empezaba a crecer entre ellas. Verle
frente a mí, masturbándose con tanta naturalidad, como si no tuviera a nadie delante. Era como si su propia mano se moviera sobre mi miembro, tocándome con fuerza, estimulándome. - Ya me he cansado. - se sacó la mano del interior de los boxers y me señaló con un dedo, ordenándome que fuera hasta él - ¿Por qué tengo que tocármela
teniéndote a ti delante, eh? - ahí estaba. El enorme bulto bajo los boxer, aún atrapado, esperándome. No hacía falta que me pidiera nada. Las puras ganas de llevármela a la boca hablaban por sí solas. - Vamos, mi Muñeco. Te tengo muchas ganas... - sonreí con sumisión, superficial.
Me dejé caer al suelo delante suya, de rodillas, con las piernas bien separadas, totalmente erecto. No pude evitar tocarme la punta de mi pene bien dura cuando rodeé con un brazo la cinturilla de los pantalones y los bajé hasta que quedaron justamente debajo de sus nalgas.
Me temblaba el brazo. No estaba nervioso, estaba excitado a más no poder. Tom no apartaba su vista de mí cabeza. La pegué a su abdomen que subía y bajaba, acalorado. Me la solté y restregué mis labios por todos los músculos tensos, besándolos,
lamiéndolos, paseando mis manos por sus costados hacía abajo, agarrando los boxers, bajándolos despacio. Le tenía ganas después de haberle perdido. Ganas de que me lo hiciera
como el bestia que era. Ganas de demostrarle que no era un simple Muñeco con el que jugar porque, aunque pareciera que me estaba vendiendo junto con mi dignidad y orgullo, lo que estaba haciendo era jugarme el todo por el todo en una partida que estaba dispuesto a ganar
a su manera, en su campo de minas. Haciendo el último movimiento y, para mi suerte, había picado el anzuelo.
-Oh, Bill, tu amor va a conseguir tocar mi vena sensible en cuanto te la metas en la boca y empieces a comérmela bien, seguro que sí. - se burló. Su pequeña risa se borró de
inmediato cuando le miré a la cara, con la lengua fuera pegada a su ingle, descendiendo a la vez que le bajaba los boxers de golpe y notaba como su pene me rozaba la mejilla enseguida.
-Suelta un solo comentario más sobre mi afición a chuparte la polla... - se la agarré con algo de fuerza y giré la cara, pegando mis labios húmedos a su longitud, besándosela. - Y te juro
que te la arranco de un mordisco. - una pequeña sonrisa torcida apareció en su cara. Sentí su mano sobre mi cabeza, empujando, manoseándome el pelo mansamente, revolviéndomelo y apartándomelo de la frente, echándomelo hacía atrás para poder ver mi expresión mientras abría la boca y se la comía de una vez, hasta el fondo, sin miramientos, entera.
-¡Oohh! - Tom se encogió sobre sí mismo, apretándome la cabeza hasta que sentí su polla casi rozándome la garganta. Cerré los ojos, escuchando sus gemidos ahogados con cada lamida, cada roce de mi piercing frío sobre la carne dura que engullía con mi boca. Aflojó el apretón de mi cabeza contra su pelvis cuando empecé a moverla de atrás hacía delante con la boca bien abierta, para que sintiera bien las ganas que tenía de ella, de saborearla bien a fondo. No podía negar que me gustara. -Muñeco... Sabes hacer maravillas con la lengua... - me pasó una mano sudada por la frente, por la mejilla. Eché la cabeza hacía atrás,
sacándomela de la boca. Por unos segundos nuestras miradas se cruzaron mientras me sobaba la cara, los labios con los dedos introduciendo uno en mi boca. Lo lamí, jugueteando,
atrapándolo con mi lengua mojada y mordiéndolo cuando lo sacó de mi boca. - ¡Ah! Serás piraña...
-¿Ahora soy una piraña? - susurré, bajando la cabeza de nuevo, centrándome en lo que tenía delante. Estaba roja y húmeda, empapada por mi saliva. Le besé la punta y la lamí con la lengua mientras se la acariciaba con una mano, de arriba abajo, desde la base hasta la punta con la que jugaba mi piercing. Noté el preesemen descender por mi pene sin
habérmelo tocado una sola vez. No tienes remedio, Bill. Vas a correrte por que tienes la polla del loco de tu hermano metida en la boca. Y te encanta...
-Ahora eres una sucia perra - apoyé las dos manos sobre el suelo. Me temblaban los brazos y con Tom agarrando mi cabeza entre sus manos, guiándome, marcándome el ritmo desesperado con el que quería que me la tragara, la saboreaba. Un hilo de saliva descendía de mis labios. Ya notaba su semen empezar a llenarme la boca y escurrirse por entre mis dientes, empapándome hasta la barbilla. Se iba a correr... y yo con él.
-Aaah... - sentía el espasmo final, el que me iba a hacer ver las estrellas. Me llevé la mano a la punta de la polla sin poder aguantarlo más. Oí a Tom gruñir por lo bajo y sonrió,
mirándome.
-¿Sabes una cosa? Bien mirado... te pareces a la zorra de Natalie. - y el placer se esfumó de golpe, dejándome extasiado, al borde del precipicio. Me la saqué de la boca al instante y giré
la cara, apretándomela para intentar evitar la corrida. Tom se inclinó, temblando. Tosí violentamente notando en mi garganta los restos de su semen, a punto de llenármela por
completo. - ¿Qué... que coño haces? - le oí gruñir, desesperado, cortado justamente en el momento cúspide, como yo. Le miré sin levantarme del suelo, jadeando, con el preesemen y
la saliva empapándome la barbilla y los labios. Escupí a un lado y sacudí la cabeza. A Tom le temblaba el cuerpo, llevándose las manos a la entrepierna bien despierta y mojada,
agarrándosela con fuerza evitando lo inevitable, con la respiración entrecortada como yo.
-Ahora... te toca a ti. - Tom se inclinó tanto que estuvo a punto de caer al suelo de rodillas, pero se sostuvo.
-¿Qué? - suspiró.
-Quiero... que me hagas una felación. Ahora... - me miró fijamente, sin saber si tomarme a broma o no, pero no podía estar hablando más en serio.
-¿Estás de coña? - sonrió.
-No pienso seguir si no lo haces y, entonces sí que podrás darte el piro con una puta de verdad. - estaba celoso, sí. El tema de Natalie había pasado de ser una prohibición suya a
ser una prohibición mía. No lo soportaba. Tom me miró en silencio, evaluándome.
-Así que se trata de eso, eh... celoso de mierda... - se agachó de cuclillas frente a mí, con los ojos llameantes, fieros y las piernas abiertas, sin pudor alguno frente a mi cara. - No me
estás demostrando tu amor, Muñeco. No sabes jugar al amor... - acerqué mi boca a la suya, lamiéndome los restos de semen y saliva. Sabía que Tom estaba siempre atento a cada uno
de mis movimientos, a lo mínimo que hiciera, nada le pasaba desapercibido.
-Tú no quieres amor, Tom. Quieres follarme. No te hagas la víctima. - él entrecerró los ojos.
Su mirada maliciosa me devoraba el cuerpo desnudo, flácido sobre el suelo. Me quería penetrar, ya, en ese mismo instante, lo sabía. Me deseaba como un lobo desea una oveja alejada de su rebaño, perdida en el bosque, inofensiva y vulnerable a sus colmillos.
-Muy bien. - susurró. Su mano me acarició la mejilla, apartándome los restos de fluido con el pulgar de los labios. Bañados en sudor los dos, respirando, alterados por la reciente
acción. Sus labios contra mi oído, calados. - ¿Te rindes?
-¿Te gustaría que lo hiciera? Te quedarías solo otra vez. Aunque te lo merezcas, sentiría lástima por ti. - Tom enmudeció. Quizás me había pasado... quizás no...
-Muy gracioso, pero no estás en condiciones de decidir nada, Muñeco. - su brazo rodeó mi hombro como si fuera una serpiente asesina intentando estrangularme.
-¡Ah, Tom, no! - le grité, dolorido, apretando los dientes. El pelo, otra vez el jodido pelo. ¿Qué coño le había hecho mi pelo para maltratarlo siempre de la misma manera? Intentando arrancármelo con tirones tan fuertes que no entendía como no se quedaba en la mano con varios mechones de largo pelo negro.
-Levántate. Vamos a jugar al amor, pero a mí manera, ¿Entendido? Entre Natalie, el chucho y tú ya me habéis calentado bien la noche. - empezó a tirar de mí hacía arriba, levantándose. Me agarré a la mano que me mantenía fuertemente cogido del cabello, clavándole las uñas hasta el fondo mientras me levantaba a su paso, intentando disminuir el dolor siguiéndole, soltando quejidos y maldiciones, con los ojos fuertemente cerrados. Tom empezó a arrastrarme con una tranquilidad pasmosa por el salón, ignorando mis gritos de
dolor y mis intentos vanos de librarme del agarre.
-¡Tom, para, para, duele, mierda! ¡Me estás haciendo daño! ¡Para, por favor!
-¡Oh, por favor! ¿Cómo es eso? ¡Deja de suplicar y ten dignidad y las pelotas de enfrentarte a mí, no seas patético! - me dio otro fuerte tirón, a mala hostia. Grité, andando detrás de él con la espalda encorvada hacía delante, la cabeza agachada como él me obligaba a caminar.
De repente, me empujó hacía delante, soltándome. Choqué contra algo duro, contra la mesa que se movió ruidosamente debajo de mí. El jarrón con tres tulipanes rosas con el que mamá adornaba la mesa tembló de forma peligrosa frente a mí. Me alcé y de inmediato, Tom me empujó agarrándome de la nuca, hacía abajo, obligándome a mantener la cabeza y el pecho firmemente apoyados a lo largo de la mesa. Le miré, hecho
una furia, apretando los filos de las mesas entre mis manos.
-¡Tom, suéltame y muérete!
-¡Vaya genio, Muñeco! ¿Tengo que bajarte también los humos? - me revolví, intentando levantarme. Él apretó la presión de la nuca, haciéndome sentir la intensa punzada de dolor que me paralizó momentáneamente. - Quieto. Disfrutemos del juego del amor así. Es una bonita postura. - le vi descender la mirada hacía mi trasero, totalmente expuesto a él. Me sentí avergonzado de tal patético espectáculo.
-Tom, ojala te mueras.
-Oh, con lo que tú me quieres lo pasarías mal... Se nota que me quieres mucho zorrita, se nota que te gusta. - se me puso el vello de punta y los nudillos blancos de la fuerza con la
que me agarré a la mesa, con los dientes chirriando y las piernas temblando mientras él delineaba el interior de mis nalgas con los dedos, de arriba abajo hasta encontrar mi
entrada, presionando sin compasión, abriéndolas y manoseando mi agujero con el pulgar, lentamente... entrando poco a poco. Noté la punta húmeda de su polla rozándome el trasero con descaro.
-Tom... esto es demasiado... hum... - al fin dejé la cabeza quieta, resignado, incapaz de moverme. Empezaba a chorrear de puro gusto con su dedo entrando y saliendo de mí, poco a poco. Y él lo observaba todo desde arriba, sin perderse detalle de mi sumisión.
-¿Demasiado porno para ti, Muñeco? ¿No quieres más? - Lo sacó y volvió a acariciarme la entrada en círculos, descendiendo hacía abajo. Más, más... cerré los ojos, gozando y sintiendo su mano revolverme el pelo sobre la mesa y lo sentí. Su mano cerrarse con fuerza y posesión sobre mis testículos, con saña. Alcé la cabeza de golpe con los ojos llorosos y la espalda sufriendo intensas descargas de placer.
-¡Tom! - se pegó por completo a mí. Su pelvis chocando contra mi culo y su polla entre mis nalgas, calada de preesemen, como yo, chorreando sobre la mesa, él sobre mi entrada,
lubricándola. - ¡Oh, dios...! - empecé a gemir, a punto de correrme, con la vista nublada y los ojos llorosos.
-Muñeco... ¿Me quieres o no? - me mordí el labio inferior, girando la cabeza intentando verle, alzándome sobre las manos. Sus rastas me rozaban los hombros y su aliento la nuca. Sentí la humedad de la punta de su pene presionando mi agujero, ansioso por penetrarme y jugar
y acabar rompiéndome en mil pedazos del placer. Giré la cabeza, buscando su boca a tientas y me encontré con la comisura de sus labios cerrados, rozándolos con mi aliento. Me miró con los ojos entornados, otra vez con esa pequeña lucecita tierna encendida en medio de
tanta oscuridad y odio. ¿Sabes? - suspiré, jadeante. - A veces me miras... y llego a ser tan idiota que acabo creyendo que soy importante para ti. - Tom tragó saliva. El labio inferior le temblaba y me soltó los testículos con suavidad, tocándolos con lentitud, haciéndome sentir escalofríos. Giré la cabeza al frente de nuevo, desorientado por sus caricias subiendo hacía arriba, delineando
el contorno de mi costado con los dedos, hasta pasearse por mi pecho, acariciándome los pezones con las manos sudorosas, consiguiendo endurecerlos con pellizcos fuertes y
excitantes. Me la sacudió con cuidado con la otra mano, tocándome la punta empapada.
Gemí. - Sí, Tom... Joder... ¡Sí, Te quiero! - Deseaba con todas mis fuerzas saber que pensaba de mis confesiones, ¿Me entendía, se burlaba de mí para sus adentros o quizás,
remotamente le gustaba que se lo dijera? No hubo respuesta. Pegó su frente sudorosa sobre mi sien, con los ojos cerrados, suspirando. Por fin... parecía haberse relajado otra vez.
-¿Pues sabes tú una cosa? Siempre que te pones así de cariñoso... quiero darte fuerte... pero nunca soy capaz de hacerlo. Es superior a mí... Joder, puedes conmigo, Muñeco. Puedes
conmigo... - me besó el cuello, sin intentar succionar, despacio, humedeciéndome la piel con su saliva, subiendo hasta mi mejilla, mordiéndola. Encontró mis labios por fin, entreabiertos, esperándole y me besó con la lengua entrando en mí boca, chocando con efusividad contra la mía, moviéndose sobre mi espalda, haciéndome notar sus músculos tensos, sus brazos acaparándome, abrazándome, comiéndome, devorándome por completo buscando más y más profundidad, mejor posición para poder penetrarme y tomar mis labios, lamer mi
lengua, jugar con ella...
Nos separamos lo justo para tomar pequeñas bocanadas de aire y volver a empezar a tocarnos, repletos de humedad, bañados en sudor, intercambiando saliva en nuestro sucio boca a boca, cargando el aire con el sonido chorreante de nuestros magreos.
Separó su boca de la mía una vez más, sin sacar su lengua de mi cavidad aún y lo agarré de la nuca, tirando de él hacía mi cara. Su saliva descendía por mi barbilla hasta el cuello.
-Juega... - atrapó mi labio inferior entre los suyos, besándome y mi lengua empapó sus labios. Estaba ansioso, no me conocía de lo pletórico que estaba. - Quiero que juegues
conmigo... - jadeé. Su espalda se despegó de la mía. Sentí el sudor recorrérmela hasta colarse entre mis nalgas, desciendo por mis piernas, mojándome más el agujero sobre el que sentí su polla bien dura lista para entrar, chorreando. - Tom... quiero que juegues conmigo, como quieras... rómpeme por dentro... - sentí sus manos aferrarse con fuerza a mis glúteos, clavando los dedos en ellos, manoseándolos, abriéndomelos bien mientras me penetraba. Empecé a jadear entre dientes, cachondo perdido.
-Bill... eres realmente sucio... - me palmeó el trasero con suavidad cuando me penetró entero, despacio. Sentía perfectamente como me calaba por dentro su preesemen, hasta el
fondo y su pelvis chocaba contra mí, buscando más profundidad. - Uhm... - Tom gruñó, alzando la cabeza hacía arriba. Las gotitas de sudor descendían por su cuello dibujando
caminos entre sus perfectos pectorales. Deseé estar frente a él para poder lamérselos y morderlos. Definitivamente, me había convertido en un maricón rematado.
-Tom, ahora... fóllame... juega duro conmigo... - posó la mano sobre mi cabeza y de un empujón brusco, me obligó a pegarla sobre la mesa, revolviéndome el pelo, apretándolo
entre sus dedos.
-Creo que nunca voy a entender... hum... como puedes ponerte como una perra en celo cuando te doy por detrás. - noté perfectamente como me la sacaba y como volvía a entrar
con mucha más fuerza que en la primera estocada. Entreabrí la boca, dejando escapar los berridos que no era capaz de contener cuando empezó a hacérmelo con fuerza, tirando de mí
agarrándome por la cintura, impulsándome hacía delante por la fuerza de las embestidas. Mi pene se rozaba contra la fría mesa, haciéndome sentir una mezcla de dolor y placer que me volvía loco, que simplemente me mantenía en el límite, apunto de correrme, empapándome por completo de mi propia esencia el abdomen. Tom me revolvía el pelo sin parar, dándome
leves tirones cuando mi cuerpo vibraba. El ruido de la mesa moviéndose bruscamente y mis
propios gemidos me impedían oír bien sus excitantes jadeos y gritos roncos.
Tuve que cerrar los ojos y apretar los dientes, tragándome el enorme placer, el gran borbotón de semen que se me acumulaba en la punta de la polla, a tres embestidas de estallar. Tom lo sabía. Se me tiró encima como un animal, recostando su espalda por
completo sobre la mía y soltándome el pelo, me agarró el culo, aplastando su pelvis sudorosa contra mi trasero, clavándomela hasta el fondo.
-¡Aaah...! ¡Tom, por favor, más, más fuerte! ¡Reviéntame ya! ¡No puedo más! ¡Ah! - noté su mano en mi culo, apretándome las nalgas alrededor de la penetración, haciéndola más
estrecha. Gimió.
-¿¡Y tu amor, Bill!? ¿¡Dónde está tu amor ahora!? ¡No lo siento ni siquiera clavándotela hasta el fondo! ¡Eres un puto vicioso que le pone ser follado por su hermano! ¡Eres peor puta que
Natalie! - el corazón se me encogió de golpe de la aceleración del momento. Noté los dedos de Tom hurgar alrededor de la penetración, rozándome el agujero profanado, presionando dolorosamente.
-¡No! ¡Cállate! - grité, intentando alzar la cabeza de la mesa inútilmente. Tom me aplastó con más fuerza contra ella. Se levantó, apartando su espalda de sobre la mía y tiró de mi
trasero hacía arriba, pegándome un manotazo en la espalda para que no intentara levantarme, exponiéndome aún más a su mirada escrutadora y a su dura polla toda mojada a punto de romperme en dos. Me dio un azote fuerte e intenso, doloroso. -¡Aaah!
-¡Mírate y reconoce lo que eres! ¡Eres una maricona reprimida que finge sentir amor a cambio de buen sexo! ¡Eres un completo ramero, un puto, un chapero! - el cuerpo empezó a
temblarme. Sentí lágrimas puras salpicándome la cara, lleno de humillación. - ¿¡Dónde está tu amor ahora, Bill!? - me dio otro azote - ¿¡Dónde!? - y otro más.
El jarrón cayó al suelo, derramándose el contenido, y grité como un perro apaleado y cachondo incapaz de defenderse de su dueño. La saliva se me escurrió por la comisura de los
labios.
-¡Me has traicionado, me has hecho daño y yo te he perdonado! ¡Me arriesgo por ti, doy mi dignidad, mi orgullo, mi libertad y te he perdonado cuando no mereces perdón! ¡Y todo
porque quiero estar contigo y porque te quiero! ¡Ahí está mi puto amor! ¡Te quiero! - le mostré mi última carta cuando se tumbó sobre mí, embistiéndome por última vez,
aplastándome contra la mesa, obligándome a notársela entera rompiéndome, desmontando cada pieza de mí. Se corrió. Sentí a la perfección su semen llenándome entero y encorvé la espalda hacía atrás, con la boca entreabierta y los dientes apretados. Tom gritó con furia, apretándome la cintura fuertemente.
Caí de nuevo sobre la mesa, rendido mientras me la sacaba con rapidez y sentí como las gotas de semen caían sobre mi espalda, exprimiéndose al cien por cien sobre mi cuerpo. Yo
aún seguía bestialmente duro, aún chorreando y tieso, insatisfecho.
-¡Eres un cabrón! - su puño impactó al lado de mi cara, sobre la mesa. Encogí las piernas y él me agarró del brazo hecho una fiera, haciéndome daño. Me obligó a levantarme y a
girarme para mirarle a la cara, a los ojos entrecerrados y brillantes. - ¡Estabas jugando conmigo desde el principio! ¡Voy a demostrarte mi amor echando un polvo! ¡Es mentira! -
una sonrisa floja se dibujó en mi cara, ido.
-Un truquito de maricones... - jadeé. - No te hubiera dejado follarme si no te hubiera perdonado y si no lo hubiera hecho... quizás fuera porque no te quería lo suficiente como para hacerlo. - Tragué saliva, con la garganta seca y cogí aire de nuevo. - Pero he ganado.
El amor existe y yo te quiero. - Tom abrió la boca de par en par, intentando decir algo.
Volvió a cerrarla, indignado y me pegó un guantazo en la cara, flojo y casi indoloro.
-Eres una mala maricona, Muñeco. - volvió a empujarme hacía atrás, clavándome el filo de
la mesa contra el principio de la espalda y acabando por tumbarme a lo largo de ella. Me cogió las piernas y me obligó a doblarlas, apoyándolas sobre el filo, tirando de ellas para que
las abriera y le mostrara con claridad mi polla aún dura y empapada, a la cara. - Y encima tienes demasiado aguante. Venga, tócate que yo te vea. ¡Ahora!
Me llevé la mano hacía abajo. Me entraban escalofríos recorriéndome la ingle con los dedos hasta agarrarme la base del pene con la mano temblorosa. Tom me miraba con una sonrisa que conocía bien, apartándose las rastas de la cara con un movimiento típico de un chulo en
toda regla.
Posó la mano sobre mi pecho. Estaba húmeda y pringosa y se sentó sobre la mesa, a mí
lado, mirándome a la cara.
-Venga, enséñame esa carita que tanto me gusta. - empezó a acariciarme el pecho sin apartar su mirada de mi rostro ido y sudoroso. Me decidí a cerrar los ojos, con las mejillas
ardiendo, empezando a mover la mano encima de mi pene mojado, arriba y abajo, fuerte, desesperado como me sentía en aquel momento. Abrí más las piernas y giré la cabeza, gimiendo con la boca abierta. Más, más... más fuerte... oí a Tom suspirar y apreté los ojos, tocándomela con más fuerza, masturbándome con unas ganas que nunca había experimentado. Tom se bajó de la mesa de un salto. Sentí su mano acariciarme la mejilla, empezando a descender por mi cuello. - Bill, eres precioso, como un muñeco. - me pellizcó un pezón a mala hostia, queriendo hacerme gemir.
-¡Hum...! - arqueé la espalda, apunto de correrme.
-Cuando te follé aquella vez en el coche, supe enseguida que se volvería a repetir. Me encantaste, me fascinaste. No tienes ni idea de la de veces que me la toqué pensando en ti
antes de que nos volviéramos a ver. - me encogí sobre la mesa, apretando los dientes, aumentando la velocidad. Noté el preesemen escurrirse por mi pene y mis testículos hasta mi entrada recientemente penetrada y abierta. - No pensé que esto iba a durar tanto. Creí que en cualquier momento me cansaría o tú te cansarías de mi actitud de chulo putas, pero no sólo no ha sido así, sino que tú has acabado totalmente flipado conmigo y yo... estoy verdaderamente enganchado a mi nuevo Muñeco. - apoyé la mano libre sobre la mesa y me medio erguí, bien abierto, para que me mirara sin perderse detalle de la masturbación que me hacía pensando en él, sabiendo que me miraba y escuchaba mis gemidos, moviendo la pelvis buscando más contacto, más intensidad. Mi trasero chocaba contra la mesa, moviéndola con brusquedad. Estaba a punto, iba a reventar. - Bill, me encanta que seas tan sucio y tan... mío... Y siento decirte esto después de todo el numerito que hemos montado
pero... no me he tirado a Natalie. - y me corrí.
-¡Aaah...! ¡Hum... oh, joder! - me mordí el labio inferior, aguantando la sonrisa de satisfacción al oírle decir eso. Me pringue toda la mano, parte de la mesa y el suelo disfrutando plenamente del orgasmo. Empecé a jadear, muerto, hecho polvo dejándome caer sobre la mesa de nuevo, esta vez, sentado sobre el borde, recuperando el aliento. Tom lanzó un silbido de admiración, burlón.
-Como disfrutas tú solo, Muñeco.
-Así que... no te tiraste a Natalie. - Tom alzó las cejas, ladeando la cabeza y negando con ella. Sonreí. - Ya lo sabía. - y estreché la sonrisa al ver su cara de incomprensión, de casi
indignación ante lo oído.
-¿Cómo lo has sabido? - Tom me apartó el pelo de la cara con suavidad. Yo estiré el cuerpo sobre la cama de mamá y le miré con el codo apoyado sobre la almohada, recargando todo
su peso en él, observándome desde arriba echado de costado.
No teníamos fuerzas para mantenernos en pie después del cuarto polvo del día. Subimos a la
habitación de mi madre después de meternos juntos en la bañera y darnos una ducha rápida, lo suficiente como para eliminar el sudor, la saliva y restos de semen de nuestro cuerpo.
Cuando subimos, Scotty se nos echó encima. El pobre se había quedado encerrado en mi cuarto en algún despiste mío y todo estaba hecho un desastre. Limpiaríamos al día siguiente.
De todas formas, mamá no vendría hasta el domingo por la tarde con Gordon de la mano y un reluciente anillo de compromiso en el dedo anular.
Tenía apoyada la cabeza sobre la almohada, con los ojos cerrados sintiendo sus caricias recorrerme el pecho con la yema de los dedos.
-Dijiste que no tenías condones al entrar a la fiesta. - le empecé a acariciar la barbilla, el cuello, los labios, delineándolo todo con los dedos. Me tumbé de costado, frente a frente y me pasó un brazo por la cintura, pegándome a él un poco más mientras nos acariciábamos
debajo de las sábanas, todavía desnudos, piel sobre piel.
-¿Y por eso has pensado que no lo he hecho con ella? Tú no sabes si yo uso condones o no.
Nunca los he utilizado contigo.
-Porque no hacen falta conmigo ¿No? Debiste pensar, un tío tan pijo como mi hermano no puede tener ninguna enfermedad rara. - nos reímos.
-En realidad pensé, puede que ya halla pillado el SIDA, así qué use o no condón, a estas alturas importa poco. Si se lo paso a alguien, no es mi problema. - suspiré, intentando imitar su sonrisa maliciosa.
-Que cabronazo. Menos mal que no tienes SIDA. - alcé las cejas, un poco más preocupado al ver como su expresión no variaba. - Porque no tienes SIDA ¿No?
-¡No! - se volvió a reír. - En realidad, siempre he usado condones hasta que te conocí a ti.
-Lo suponía. Esa es una ventaja, ¿No? Puedes jugar conmigo sin temer que halla ningún accidente.
-Una ventaja... y cientos de inconvenientes. No me sales rentable, Muñeco. - mi expresión se volvió indignada de golpe. - ¿Qué? Lo negarás. Las chicas nunca me exigían que las llevara al centro, que fuera de compras con ellas, que las llevara a fiestas organizadas por personas
que odio...
-Y sí te regalaban guitarras eléctricas Gibson, supongo. - Tom puso los ojos en blanco un momento, pensativo.
-Cierto. Lo retiro. Todo son ventajas... Bueno, si tenemos en cuenta que somos hermanos gemelos, igual eso se tuerce un poco. - entrecerré los ojos y bajé la cabeza un poco, tragando saliva. No quería ni oír mencionar la palabra hermanos. Ya no. Me ponía enfermo.
Me acurruqué contra su pecho duro, apoyando la frente en él, sintiendo los latidos de su corazón retumbar bajo la piel. Pasó los brazos alrededor de mi espalda, abrazándome con
suavidad.
-¿Por qué rapaste a Natalie, Tom? - le pregunté, tocándole ahora el torso con los dedos. Le besé el cuerpo con los labios empapados y noté su estremecimiento entre mis brazos.
-Me tocó las pelotas. - suspiró. - Empecé a desvestirla y me preguntó por ti, por qué te había dejado solo. Le dije que no le importaba y empezó a parlotear hasta que se le escapó
lo de la apuesta que hizo y como te utilizó. No me gusta pegar a las mujeres, tienen menos fuerza que los hombres y aprovecharse de esa ventaja lo veo bastante cobarde, así que busqué una opción alternativa para devolverle la jugada y la rapé.
-Una manera llamativa de pagar una deuda con una mujer. - le di un lametón en el pezón izquierdo y le mordí. Tom tembló poco, inquieto y medio riéndose.
-¿Estás enfadado?
-No... nervioso. Podría denunciarte.
-Estoy acostumbrado a eso. No tengo miedo. - cerré los ojos. Más bien se me cerraron.
Estaba muerto de sueño, no podía más. Muerto. - ¿Tienes sueño?
-Estoy hecho polvo.
-Duérmete. Hoy ha sido un día bastante largo. - relajé los músculos, a punto de cerrar los ojos definitivamente para no volver a abrirlos hasta la tarde del día siguiente. Pero una duda se asomó a mi cabeza.
-Tom... cuando acabe la universidad, ¿Volverás a Stuttgart? - Tom se quedó callado. Cogió aire, suspirando. Me pregunto que estaría pensando en ese momento, deseando que sólo fuera en mí, en nada ni nadie más, pero con Tom siempre me quedaba esa duda.
-Si no me echáis de aquí a la fuerza, no. Nunca volveré. - un gran alivio me recorrió el cuerpo entero, una gran tranquilidad y sensación de bien estar.
-Tom, te quiero. - Sonreí, simplemente feliz y me separé de su pecho para darle un beso en los labios. Me estrechó con fuerza entre sus brazos, volviéndolo todo mucho más intenso,
más sucio, más mojado hasta dejarme sin aliento. - No, para. Si lo intentamos una vez más... me vas a matar.
-Exagerado, si a ti te encanta lo duro... De todas formas no creo que pueda volver a empalmarme hasta mañana. Cuatro en un día. Has superado mi límite, Bill.
-Ya no me llamas Muñeco.
-Si prefieres que lo haga... de todas formas, sigues siendo mío, Muñeco.
Nos besamos otra vez. Fue divertido intentar hacerlo por quinta vez, con poco resultado, pero lo que sentía y quería transmitirle a Tom flotaba en el ambiente y eso fue suficiente
hasta que nos quedamos dormidos abrazos al otro.
Quizás algún día Tom acabaría sintiendo lo mismo que yo. Quizás ya lo sentía...
O quizás no y nunca lo sentiría...

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora