Capítulo 10

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-Tú… - Tom alzó la vista con los ojos entornados. Se levantó enseguida de las escaleras que
daban a la puerta de casa, bostezando y estirando los brazos con despreocupación, me miró
con somnolencia.
-Ya era hora. Me iba a quedar frito aquí con este frío.
-¿Qué hacías ahí tirado? – se encogió de hombros.
-No tengo llaves aún. – hum… si lo hubiera sabido me hubiera quedado a dormir en casa de
Georg. ¡Que se jodiera toda la noche ahí, muerto de frío! ¡Se lo merecía por chulo putas! –
¿Por qué has tardado tanto? – caminé hasta la puerta de casa sin parar a mirarle. Estaba tan
cabreado que no pensaba hablarle más de lo necesario, no pensaba dejar que me tocara.
Llevaba todo el regreso en bus mentalizándome. Tom se arrepentiría de haberme humillado
de esa manera frente a toda la universidad, ¡Frente a Natalie! ¿Quién coño se creía que era?
¡Por lo menos podía haber pensado en las consecuencias que A MÍ, me iban a tocar cargar!
Se merecía lo peor, se merecía la peor de las humillaciones, se merecía que lo mataran una
pandilla de vagabundos y lo encontraran en un contenedor de basura descuartizado y
putrefacto como una manzana podrida. – Fui a buscarte después de clase para volver a casa
juntos, pero ya te habías ido.
-¡Mierda! – pateé la puerta con los dientes apretados. Ya no podía contener mi rabia. ¡Y el
mamón me seguía hablando como si nada!
-¿Qué pasa?
-No encuentro las jodidas llaves.
-Venga ya. No puedes ser tan estúpido como para perderlas.
-Te las tiré. Hubiera merecido la pena perderlas si te hubieran dado en la cabeza y te
hubieran dejado tonto. – se situó a mi lado, riéndose y yo lo miré de reojo con expresión
asesina. - ¿Por qué no te mueres, Tom?
-¿Qué pasa? ¿Soy demasiado para ti?
-Si. Una mierda demasiado incordiante y apestosa. – le di una patada a la puerta después de
buscar las llaves inútilmente en mis bolsillos traseros, sin resultado. ¿Y ahora que? ¿A
esperar a mi madre? ¡A saber cuando vendría, me congelaría fuera! - ¡Tom! ¿¡Que coño
haces!? – me revolví entre su asfixiante abrazo. Me agarró por la espalda y me rodeó con su
sudadera, cubriéndome el cuerpo con ella, pegándome a él por completo rodeándome los
hombros con sus brazos. Se me erizó el vello de la nuca al sentir su aliento.
-Muñeco... – no esperé ni a que empezara la frase. Le pegué un codazo y lo eché para atrás,
quitándomelo de encima bruscamente.
-¿¡De que coño vas!? ¿¡Te crees que porque me halla acostado contigo siete veces y te deje
tocarme más allá de lo fraternal tienes algún derecho sobre mí!? ¿¡Te crees que me puedes
tratar como una puta y humillarme así delante de cientos de personas!? ¡No eres nadie para
hacerlo, Tom, nadie! ¡Ni yo tampoco soy nada tuyo! – por un momento, vi como mi hermano
se encogía antes de fruncir el ceño levemente, pero no en actitud amenazante, sino
pensativo, frustrado. Apreté los puños frente a él, esperando una respuesta y la más mínima
provocación para golpearle. Estaba dispuesto hasta pelearme con él, de hecho, quería
pelearme y hacerme respetar, lo deseaba. Venganza.
Tom se quedó callado, mirando al suelo.
-¿Qué? ¿Ahora no dices nada?
-Si… - ladeó la cabeza, muy serio. – Han sido nueve veces, no siete.
-¡Aaahh! ¡Serás imbécil! – le tiré el bolso donde llevaba todos los libros de la universidad a la cara y de un manotazo, Tom lo tiró al suelo como si fuera una molesta mosca,
desperdigando todos los libros sobre las escaleras. Respiré hondo. – No… te acerques… a mí.
-Genial, me lo estabas poniendo muy fácil. Un poco de resistencia nunca viene mal. – lo
mataré, lo mataré, lo mataré, lo mataré… ¡Le sacaré los dientes con unos alicates para que
deje de mostrar esa asquerosa sonrisa llena de prepotencia!
-Mamón, gilipollas, chupa culos, puerco, hijo de… - murmuraba, recogiendo los libros uno a
uno. - ¡Y no me mires el culo, anormal! – Tom se inclinó, riéndose en mi cara. Metí todos los
libros en el bolso con la poca dignidad que me quedaba y lo eché sobre el hombro como si
cargara con un saco de patatas. Me senté en las escaleras. ¡Hay que joderse, ahora a
esperar a mi madre para entrar en casa! Me estaba muriendo de hambre después de la hora
de retraso del puñetero autobús, y mañana prueba oral del sistema nervioso. Apreté los
dientes. Bueno, emplearía el tiempo en algo de provecho. Saqué el libro de psicología y me
puse a estudiar, o a intentarlo. No resultaba tan difícil, Tom callaba como un muerto.
Me giré y lo vi ahí, de cara a la puerta, inclinado. La puerta hizo un ruido raro.
-¿Qué mierda haces?
-Empleo los trucos delictivos que tu madre tanto odia.
-¿Qué?
-Intento forzar la puerta.
-¿Qué? – se giró y me miró con una ceja alzada. – No vas a conseguir abrir esa puerta, es
blindada.
-¿Nos apostamos un polvo? – le dirigí una mirada asesina.
-¡Bah! Tuyo es el tiempo, malgástalo como quieras. - Volví a darle la espalda y empecé a
leer por lo alto lo que entraba en la prueba oral cuando… crack… me giré. Tom sonreía de
oreja a oreja con la puerta abierta de par en par.
-Me debes un polvo. – suspiré. Ese maldito rastafari engreído… ju… acababa de abrirme la
puerta al principio de un buen escarmiento.
-Bueno... – me levanté de las escaleras y fui derechito hacía él con cara de quien recapacita
y se da cuenta de sus errores, con cara de niño indefenso a quien se le han acabado las
chuches y va a pedir más tímidamente. Tom sonrió haciéndose unas ideas no muy
acertadas.
-Bueno, ¿Qué? ¿Me vas a dejar continuar con lo de esta mañana en las taquillas? Un poco
más y te lo hago allí mismo, no hubiera parado si no llega a ser porque me dejó paralizado
notar como te corriste contra mí. – me ruboricé. Que vergüenza. – Sólo porque te toqué un
poco y te llamé perra… te pusiste como una. – bajé la mirada al notar como se acercaba,
confiado. - ¿O quizás fue porque estábamos en público, delante de tu novia? Vaya morbazo
¿no? – mencionar a Natalie me hizo mirarle fijamente, sin pudor. Seguía sonriente.
-Pues tú te pusiste celoso como un maricón enamorado cuando empecé ha hablarle. ¿Qué
pasa Tom? ¿La perra te mola? ¿Te gusta que se te ponga delante y exhibirla delante de miles
de personas como tuya? ¿La quieres sólo para ti? ¿Tanto te mola la perra, Tom? ¿Tanto
como para írsete la cabeza por su culo? – ahí, se quedó mudo, y yo me regocijé por dentro,
riéndome por lo bajo. Era un idiota si creía que podía retarme a un duelo de palabras.
-Pues igual, sí. – o no. No era ningún idiota. Me quedé estático al oírle soltar esas palabras y,
muy lentamente, retrocedí cuando vi cómo se me acercaba esta vez sí, amenazante,
desprendiendo peligro lujurioso contra mí. Me detuve en el umbral de la puerta abierta,
recordando lo planeado. No podía retroceder más o no abría marcha atrás y yo seguía sin
estar seguro de si me atrevería a detenerle si intentaba acabar lo empezado esa mañana. -
¿Y tú? Sigues coladito por esa Natalie, ¿no? - ¿coladito? No… estaba en fase de descuelgue,
que era diferente, claro que, para joder a Tom, haría y diría muchas cosas.
-Pues igual, sí. – Tom entrecerró los ojos. Llevé mis manos a su sudadera, agarrándola y
atrayéndolo hacía mí dándole leves tirones. – Pero eso no tiene nada que ver, el que quiero
que me folle ahora eres tú, no Natalie. – nuestro vaho se unió formando una espesa capa
nublosa cuando respiramos en los labios contrarios. Nos rozamos y bajé la mano hasta su
entrepierna directamente, sin pararme a dar más rodeos, restregué mi mano contra ella
bruscamente, haciendo presión. Tom jadeó y se mordió el labio inferior, con sus ojos
clavados en los míos. Noté como su pene empezaba a crecer contra la palma de mi mano y
tragué saliva. De seguir así yo también iba a acabar cachondo perdido.
-Voy ha acabar con lo de esta mañana, perra. – subí la mano desde su entrepierna por la
ingle hasta encontrar y meter la mano en el interior de los bolsillos caídos de su enorme
pantalón. Lo encontré.
-No entiendo a que estás esperando para no estar ya montándome. – se rió, inclinándose de
nuevo para empezar a comerme la boca, pero no le di tiempo, metiéndole un empujón hacía
atrás que casi lo hace caer por las escasas escaleras que daban a la puerta de casa y la cerré
de un portazo frente a sus narices. Lo primero que hice fue echar los cuatro cerrojos y
encender la alarma antirrobos. Mi madre era muy, muy precavida con el tema y ahora me
alegraba profundamente al empezar a escuchar los golpes que Tom propinaba a la puerta
desde fuera.
-¡Serás hijo de puta! – me empecé a descojonar al oír sus gritos furiosos desde fuera.
-¡Jajaja! ¿¡Qué pasa, Tom!? ¿¡La perra te la ha jugado!? ¡Eso te pasa por calienta pollas,
pedazo de subnormal!
-¡Ya me estás abriendo la puerta o te juro que la tiro abajo!
-¡No sabía que tenías súper fuerza, hazlo, quiero verlo!
-¡Eres un maricón de mierda!
-¡Yo también estoy loco por ti, Tom!
-¡Bill, abre, abre ahora! – y siguió gritando, golpeando la puerta con fuerza. Yo estiré los
brazos, desperezándome lentamente y me introduje en casa con una enorme sonrisa en la
cara.
Ya se cansaría, ya.
Tiene un mensaje nuevo…
Pulsé el botón del contestador automático del teléfono de casa y escuché la suave voz de
mamá a través del aparato.
Cielo, hoy no podré ir a dormir a casa. Tengo tanto papeleo y además, he aceptado dos
casos más, no muy agradables, ¿sabes? Mañana a las siete de la mañana tendré que
defender a una víctima de violencia doméstica y tengo que estudiar su caso a fondo. La
pobre mujer a la que defiendo me necesita de verdad, cielo. No te puedes creer la de cosas
horribles que pasan por mis manos, estoy descompuesta. Cierra bien la casa y activa la
alarma, si pasa algo, llama a Gordon, lo más probable es que esté con él intentando
organizar esto. No me ha dado tiempo a prepararos la cena pero sé que te las apañaras bien
para hacer algo comestible, pero por favor, no te olvides de apagar la freidora si fríes algo, si
vas a lavar algo en la lavadora, recuerda que tienes que echarle sólo un cazo de detergente
y lavar la ropa de color con la de color, ¡No la mezcles con la blanca! He dejado medicinas en
la cocina y vendas, por si os resfriáis u os cortáis con algo. Si vais a tomaros algo para el
resfriado o la fiebre, leed antes el proscrito y… ¡Ah, si vais a ducharos tened mucho cuidado!
¡La alfombrilla no está pues…!
Fin del mensaje…
Ignorando por completo la exagerada reacción de mi madre a la idea de dejarme sólo en
casa, sonreí, volviendo a regocijarme por dentro. Mamá no vendría esa noche, es decir, Tom no dormiría hoy aquí. Pasaría la noche fuera, durmiendo como un perro.
Se seguían escuchando los porrazos que daba intentando abrir la puerta y me llamaba, muy
cabreado. No se cansaba, así que fui a la cocina, cogí un montón de fresas que vertí en un
cazo y las bañé con nata. Puse la calefacción, anduve hacía la entradita y cogí el inalámbrico.
-¡Toooooom! – le llamé con rentintín. Por unos instantes dejó de golpear la puerta. - ¿A que
no sabes una cosa? ¡Mamá no viene hoy ha dormir! ¿Sabes que es lo que quiere decir eso?
¡Que vas a pasarte toda la noche durmiendo fuera, como un perro! ¡Que irónico! ¿Verdad?
-¡Irónica va ha ser tu muerte! – me empecé a reír, llevándome una fresa a la boca,
disfrutando del espectáculo. - ¡Un pobre e inocente muchacho de 19 años es encontrado
muerto, disecado, desnudo y con el culo abierto en un contenedor de basura, horriblemente
castrado con unas tijeras para podar los arbustos!
-¡Jajaja! – volví a empezar a descojonarme. Naturalmente, no lo haría si la puerta que nos
separaba estuviera abierta y no cerrada, pero ya hecho, abría que aprovechar ¿no?
-Bill, la puerta, abierta, ¡Ya!
-¿Qué pasa? ¿Ya no soy el Muñeco? ¡Que mal! ¿Debería asustarme? – me llevé una fresa a la
boca empapada de nata. Hum… que rica.
-¿Asustado? ¿Sólo asustado? ¡Cuando entre ahí vas a conocer el terror! – me tragué la fresa
y me dediqué a darle lametones a los dedos llenos de nata. ¡Me encantaban las fresas con
nata!
-Así no vas a conseguir que te abra. ¡Deja de ser tan burro intentando abrir la puerta a
patadas e intenta convencer al dueño de la casa, idiota! Te aviso que la alarma está activada
y la puerta tiene cuatro cierres. ¡No puedes entrar! – le dio una última patada a la puerta y
se detuvo. Oí su gruñido ronco, exasperado.
-¿Qué mierda quieres que haga? – eso es, así me gusta.
-¡Suplícame! – sonreí pensando en la cara que abría puesto al oírme decir eso.
-¡Ja! ¡Si crees que vas ha oírme suplicar espera sentado!
-¡Lo estoy, calentito, comiendo y cómodo! ¿Cómo estás tú, Tom? – volvió a gruñir.
-¡Pues me meteré en el coche y me pondré la calefacción, fíjate tú que complicación! – volví
a sonreír y corrí subiendo las escaleras hacía mi cuarto. Abrí la ventana y me asomé por ella.
Tom iba rumbo a su coche, aparcado perfectamente frente al garaje.
-¡Tooooooom! – se giró y me miró con el ceño fruncido. Le mostré las llaves del coche en mi
mano, sacudiéndolas, disfrutando al ver como abría los ojos como platos al verlas y
empezaba a rebuscar por los bolsillos de sus pantalones. - ¡Jajaja! – se las quité fácilmente
cuando volví a flirtear con él en el umbral de la puerta. Sabía que lo primero que pensaría
sería meterse en el coche para calentarse o ir a comer por ahí, por su cuenta. Así que
también le quité la cartera, jiji. - ¡Perro capullo! – estaba furioso. No replicó, en vez de eso,
se agachó, agarró una piedra y la lanzó contra mi ventana, contra mí. Me agaché en el
momento justo. Joder, ¡Que bestia! Cogí el pedrusco y volví a asomarme, arrojándosela con
fuerza. La esquivó con la misma facilidad que si le hubiera tirado un globo.
-¡Considérate hombre muerto! – por toda respuesta, le lancé un beso y le guiñé un ojo, lo
que le hizo gritar de rabia. ¡Joder, como molaba cabrearle!
-¡Te quiero, Tom! – le grité, poniéndolo de los nervios hasta el extremo de hacerle patear
una de las macetas de la entrada, haciéndola añicos. Ups, mamá se iba a enfadar por eso…
pero yo disfrutaba como un mocoso.
Me tiré sobre mi cama, dando vueltas, sonriente, riéndome a carcajadas. ¡Oh, que bien
sentaba aquello! Dominaba la situación por ahora… al menos hasta que Tom consiguiera
entrar en casa y me hiciera puré, pero no le tenía mucho miedo, la verdad. Hundí la cabeza en la almohada y me acurruqué sobre las mantas, calentito. Introduje las manos bajo la
almohada y, anda… su sudadera. Yo estaba calentito en la cama y él abajo bajo cero grados,
seguro que helado. Pobre…
Que se jodiera.
Ahora me tocaba la parte difícil a mí. Cogí el inalámbrico y empecé a marcar, llevándomelo al
oído. Georg y Gustav se merecían una explicación razonable.
-¡Georgi! – el grandullón bostezó a través del teléfono. Otro adormilado.
-Bill, estaba echándome una siesta ¿sabes? Tienes el don de la oportunidad y de pasar
desapercibido, ¿Lo sabías?
-Si, algo me había imaginado. ¿Quieres que llame luego?
-No, no, creo que tenemos que hablar, aunque eso sea más típico de Gustav pero… sino he
entendido mal, el rastafari ese de esta mañana era tu hermano, no un clon raro salido de
una peli de ciencia ficción que andaba por ahí, ¿Me equivoco?
-Hum… ¡Nop! Te lo ha dicho Gus, ¿no?
-Me lo gritó. Me dijo zumbado por no darme cuenta yo mismo. ¡No era que no me diera
cuenta, era que me quedé pillado por completo! Mi Billy magreándose con un tío frente a
toda la universidad y encima, delante de Natalie. ¿Qué coño era eso? Fue lo primero que
pensé. Porque… me dio la extraña sensación de que te dejabas y luego, pensar que ese era
tu hermano… aún estoy completamente pillado. No sé ni como he conseguido quedarme frito
nada más llegar. Bill, ¿Qué mierda…?
-Antes de que digas nada… - suspiré, mientras apretaba la sudadera de Tom entre mis
dedos. La acaricié y la abracé contra mi pecho como si fuera un punto de apoyo. De alguna
manera, así me sentía mejor. – Verás… sí, era Tom.
-Guay. Si hubiera sido cualquier otro tío sería más fácil de asimilar, pero Tom… ¿No es tu
hermano gemelo o algo así? ¿Me perdí el momento en el que dijiste que no había relación de
sangre entre vosotros o qué?
-No. Si hay relación de sangre, es mi hermano gemelo, si, pero…
-¿Pero? No me irás a decir ahora algo como, estoy enamorado de mi hermano gemelo ¿No?
-¡No!
-Menos mal, porque ya estaba preparando un tratamiento psicológico para ti. ¿Entonces? –
me mordí el labio inferior. Apreté con más fuerza la sudadera entre mis manos, aplastándola
contra mi pecho. Una excusa, una excusa, una excusa…
-Es por Natalie.
-¿Natalie? ¿Cómo? ¿Qué tiene que ver esa en esto? – su tono de voz se volvió tosco al
pronunciar el nombre de mi ex. No sé porque pero tanto Georg como Gustav siempre se
volvían muy espesos con ese tema. Ya sabía que la odiaban, aunque no el motivo, pero por
lo menos podrían disimularlo un poco en mi presencia, ¿no?
-Tom cree que si le doy un poco de celos, querrá volver conmigo. – una excusa patética, si,
pero en fin. Mejor que decirle que hacía semanas que me acostaba con Tom…
-Ya. ¿Y te has hecho pasar por marica por ella frente a toda la uni? ¿Por volver con ella?
¿Con tu hermano?
-Bueno… nadie sabe que es mi hermano, así que eso no supone ningún problema. – de
repente, un ruido bajo mi ventana me sobresaltó. Sonó como un golpe y un fuerte gruñido
de rabia. ¿Qué mierda estaba haciendo Tom?
-Bill, ¿Qué es eso?
-El perro.
-Tú no tienes perro, Bill.
-Es el del vecino. Hace cosas raras, esta viejo el pobre. Bueno, pues eso. Que Tom me ayuda
a poner celosa a Natalie.
-Bill, ¿Estás de coña? ¿Esto te parece normal? ¿Magrearte con tu hermano por una tía?
-Hombre, normal, normal, no es, eso ya lo sé, pero… era una buena idea.
-Pero, ¿Es que se te ha ido la pinza? ¿Y tu reputación que?
-¿Desde cuando me importa mi reputación o lo que la gente piense de mí, Georg?
-Ah, bueno, eso sí pero…
-Pues eso. Sólo fue… un intento de dar celos, nada más allá, no te preocupes por esto.
-No, si yo no me preocupo, pero es que no lo entiendo, ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Ir
diciendo por ahí que Tom es tu novio o algo así? – me lo pensé. La verdad es que no tenía
muchas más opciones después del numerito de las taquillas. O eso, o me tomaban por gay
libre y un montón de tíos se me acercarían para intentar ligar conmigo y creo que eso sería
desagradable, mucho. Además, a esas alturas, todo el mundo nos consideraba ya novios así
que… ¿Qué mas daba?
-Pues si. Es para no escandalizarte a ti y a Gustav si nos veis cogidos en la universidad o
algo. Fingiremos un tiempo ser novios para ver como va la cosa con Natalie y después… - oí
otro ruido, esta vez bajo mi ventana, como si algo se escurriera por la pared desde fuera. Me
levanté de la cama con los ojos entrecerrados y caminé hacía ella con lentitud.
-Bill, ¿Te he dicho alguna vez que Natalie no te conviene para nada? ¿Qué pasa de tu culo?
¿Qué es una puta, puta?
-Si, cincuenta veces. – seguí caminando hacía la ventana y me asomé lentamente.
-¿A, sí? Pues escucha, por que esa tía no va a volver contigo por mucho que hagas, Bill. Es
mala, no merece la pena que…
-¡No! – pegué un bote hacía atrás, pálido y con el corazón acelerado cuando vi a Tom
asomar la cabeza por mi ventana, con las manos apoyadas en la balaustrada, con la cara
roja a causa del esfuerzo de escalar hasta allí o, quizás por la furia. ¡Estaba loco! ¡Había
subido hasta el segundo piso trepando por el canalón y las escasas enredaderas como un
mono! Y, estaba muy, muy enfadado.
-¿Bill? ¿Bill? ¿Estás ahí? ¿Qué pasa? - ¿Qué que pasaba? Tom empezó a alzarse y a
empujarse hacía delante, casi con medio cuerpo dentro de casa. El teléfono me tembló entre
las manos al ver sus ojos asesinos clavados en mí. Si las miradas matasen prefería no saber
a que clase de torturas estaría sometiendo mi cuerpo en esos momentos.
-Georg… enseguida vuelvo. – y agarré el teléfono con fuerza. No podía dejar a Tom entrar en
casa o… o… o me violaría, uff, seguro que lo hacía y luego me mataría y la violación a
primera vista no podía ser tan mala pero el asesinato era otra cosa.
Tragué saliva. Allá iba.
-¡Fuera! – empecé a empujar a Tom hacía fuera, poniéndole las manos en la cara y los
hombros, echándolo hacía atrás.
-¿¡Que haces!? ¿¡Me quieres matar!?
-¡Fuera, fuera, fuera, fuera! – Tom intentaba agarrarse a algo, desperado. Le golpeé la cabeza con el teléfono y sacudió la cabeza, soltándose de la balaustrada y, ¿Qué fue lo
primero a lo que se agarró para no caerse? ¡Exacto, a mí! Se colgó de mí y yo me colgué de
la ventana. - ¡No, no, no, no, no! – y me salí de ella. Grité, abrazando a Tom con toda mí
fuerza mientras caíamos los escasos siete metros de altura, pero en esos segundos que duró
la caída juro que vi mi vida en diapositivas. Bueno, sobretodo vi a Tom. Tom besándome,
Tom follándome por primera vez en el coche, la primera vez que vi a Tom frente a mí cuando
me lo presentó mi madre como hermano gemelo mío, Tom en la universidad, salvándome de
Sparky, nuestra segunda vez en el baño público de la uni, las caricias furtivas en casa,
nuestra tercera, cuarta, quinta vez, esa misma mañana contra las taquillas y el, “Pues igual,
si” de hacía unas horas y…
¡Pam!
Un golpe y un frenazo en seco.
Mantuve los ojos cerrados con fuerza y mis brazos firmemente agarrados a Tom, sin
moverme. Me temblaba el cuerpo como un flan y el estómago me botaba de arriba abajo. Me
quedé quieto con la cabeza apoyada sobre algo duro que se movía lentamente y chocaba
contra mi oído, un sonido acelerado y tranquilizador.
¡Tumtum, tumtum, tumtum!
Con las manos tan temblorosas que al apoyarlas en el suelo, hicieron que se me doblaran los
brazos dos o tres veces al intentar al menos, sentarme de rodillas en vez estar ahí tumbado
sobre… ¡Sobre Tom!
-T-Tom… - me temblaba la voz del susto, viéndole ahí con los ojos cerrados sin reaccionar a
mi llamada. Llevé una mano temblorosa hacía su cara pálida y le toqué la mejilla helada. Oh,
no… oh, no… ¡Lo había matado! - ¡Tom!
Y de repente, su mano agarró la mía con una fuerza descomunal. Abrió los ojos y me miró,
con una intensidad que me hizo tragar saliva.
-Tú… Muñeco…
Suspiré aliviado al ver que estaba bien. Luego, me paré a pensarlo. Vale, iba a matarme.
-¿Te has roto algo? – sus ojos centellearon alrededor de mí mientras le veía alzarse,
sentándose en el suelo. Frente a frente.
-No. Es a ti a quien le voy a romper ese delgado y bonito cuello de porcelana, Muñeco. – giré
los ojos varias veces, buscando quizás una escapatoria al notar como su mano apretaba la
mía hasta sentir como los huesos me crujían.
-Oye Tom, para. Tampoco ha sido para tanto.
-¿¡Qué no ha sido para tanto!? ¡Me has tirado desde tu ventana y me has dejado en la calle
como un perro! – me gritó. De un tirón, conseguí liberar mi mano de sus garras.
-Y tú me empotraste contra las taquillas y me metiste mano delante de todo el mundo,
llamándome perra. Estamos en paz.
-¡Y una mierda! – hice amago de levantarme del suelo con las piernas aún temblorosas, pero
Tom me dio un tirón y volví a caer al suelo de rodillas. Me agarró de los brazos y tiró de mí
hacía él. Empecé a forcejear, molesto y al ver que no pensaba soltarme, le miré, empezando
a sentir rabia, casi la misma con la que él me miraba a los ojos.
-¿¡Que mierda quieres!? ¿¡Que bese el suelo que tu pisas, que no deje que nadie se me
acerque, que me encierre en un sótano oscuro sólo para ti!? ¿¡Sólo para complacer tu puta
posesividad!? ¡No pienso hacerlo y no pienso pedirte perdón por esto después de humillarme
y tratarme como una puta delante de cientos de personas! ¡Te lo mereces por gilipollas! ¡Y si
no te gusta, sólo tienes que dejar de follarme! – se lo escupí a la cara, gritando sin
importarme quien me oyera. Estaba fuera de mí mismo y quería golpearle, hacerle daño. Era
un maldito idiota y yo otro por preocuparme y comerme la cabeza por él, como si fuéramos algo cuando en realidad no éramos nada, ni siquiera hermanos decentes, pero era necesario
soltarlo precisamente por eso. Ya le había dado demasiada manga ancha, no iba a dejarme
dominar ni avasallar por su asqueroso temperamento… aunque supiera que no sería capaz
de cambiarlo.
-No pienso cambiar por ti. – ya lo había imaginado antes de que lo dijera con tanta frialdad,
así que me limité a asentir con la cabeza.
-Genial, de puta madre. – me solté de su agarré de un manotazo. Él me dejó ir y me levanté
del suelo, totalmente cabreado. – No vuelvas a tocarme, subnormal. – y le di la espalda,
echando a andar fuera del pequeño jardín.
Iría a casa de Georg a pasar la noche, si, ya que no podía entrar en casa. Me había dejado
los cerrojos echados y si no utilizaba las cuatro llaves, no abría manera de abrirlos… si Tom
era capaz de entrar en casa por la ventana, genial, no pensaba…no pensaba…
Mierda…
Me detuve y golpeé furioso la pared que rodeaba la casa de los vecinos. Sentía un nudo en la
garganta de lo más molesto y una ligera presión en el pecho. Me sentía francamente mal,
muy mal y me quemaban los ojos a rabiar. Yo… tenía ganas de llorar y sabía porque… me
apoyé en la pared, mareado y con las lágrimas patentes en mis ojos.
-Tom, eres un maldito gilipollas. – murmuré por lo bajo, con la voz ronca, sintiendo el
molesto dolor en la garganta palpitar.
-Ya… algo había oído. – alcé la cabeza. Tom estaba a poco menos de un metro de mí, justo
en frente, muy serio. Sacudí la cabeza y me tragué las lágrimas que estaban por venir.
-Si al menos tuvieras algún derecho sobre mí como novio o algo así entendería que te
cabreara un poco que Natalie se me acerque o…
-¿Si fuera tu novio? – ladeé la cabeza, esperando oír una risita por su parte, pero no oí nada.
Seguía serio y yo… dolido.
-Si lo fueras. – me limpié las lágrimas con el antebrazo y volví a sacudir la cabeza.
Empezaba a moquear. Novios, que gilipollez.
-¿Quieres salir conmigo, Muñeco? – aparté la mano de mi cara enseguida, encontrándome
con su profunda mirada. Tom estaba ahí, parado, en silencio y me sorprendió ver un ligero
rubor en sus mejillas. Aún así, seguía serio, quieto como un palo. - ¿Quieres ser mi novio? –
el labio inferior me empezó a temblar con un ligero tic. - ¡Deja de mirarme así! ¡Si, lo digo
en serio! ¿Quieres serlo si o no? – Su rubor se intensificó.
Joder, joder, joder… ¡Que lo decía de verdad! Y para respuestas impredecibles la mía. Me di
la vuelta, con la mano de la boca, completamente flipado y… no podía negarlo, ¡Coño, si
hasta me había emocionado!
-Pu-pu-pues… - respiré hondo, acelerado, sin saber que decir, totalmente en blanco. Cerré
los ojos con fuerza - ¡Vete a la mierda, Tom! – y salí de allí a pasos agigantados.
-¿¡Qué!?
-¡Que me dejes!
-¿¡Que he hecho ahora!?
-¡Sólo me quieres para tenerme atado!
-Eso… no… eso… ¡Mentira! – ni él mismo sabía lo que decía. Eché a andar rápido, con la cara
descompuesta. Como era de esperar, Tom corrió hasta mi lado y se puso en medio. - ¡Venga
ya, Muñeco!
-¡Ahora no quiero! – le giré la cara e intenté esquivarle y seguir andando. Tom se me puso en medio de nuevo.
-¿Qué hay de malo? ¿Por qué no? – y se atrevía a preguntarlo. Mejor que él nadie lo sabía y
le señalé con el dedo, acusador. Conmigo no se quedaría.
-¡Sólo quieres una puñetera razón para poder pelearte con cualquiera que se me acerque,
una puñetera razón para hacerte el chulo delante de cientos de personas y una jodida razón
para joderme y dejarme en ridículo, humillarme como esta mañana! ¡Lo que tú quieres es
usarme para buscar pelea sin importarte lo que sienta, porque eres un bestia! ¡Un burro, eso
es lo que eres! ¡Anormal descerebrado que piensa con el nabo! – y volví a darle la espalda,
muy digno, sin mirarle a la cara de pocker que se le había quedado, eché a andar de nuevo
con la cabeza bien alta. Le miré de reojo un par de veces. Estaba parado, mirando como me
alejaba, con los ojos muy abiertos. Genial.
-¡Bill! – pasé por completo de su grito y seguí andando, alzando más la cabeza si cabía
cuando de repente, un golpe seco en plena cara me hizo caer al suelo de culo. – Bill… -
¡Hostia, que dolor, mi nariz, mi nariz! - … Cuidado con la farola…
Miré hacía atrás. Tenía la cara roja del golpe y la nariz… uis, mi nariz… Tom me observó en
silencio y noté como también se ponía rojo, encogiéndose, intentando aguantar la risa. Un
hilito de sangre me cayó de la nariz y él empezó a descojonarse de mí… otra vez…
-¡Muérete!
-¡Jajaja! ¡Joder, que torpe!
-¡Te odio, que me dejes!
-¡Venga ya Bill! ¡Ahora en serio! Vas a salir conmigo ¿no?
-¡No!
-¡Muñeco!
-¡Que no quiero!
-¡Venga ya, sin mí no saldrás vivo de la manzana!
-¡Muérete!
-¡Muñeco!
Puto Tom…
Bueno… quizás se calle cuando lleguemos a casa de Georg o quizás se canse de pedirme esa
solemne gilipollez de ser novios que no pienso aceptar… al menos no de momento…

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora