Capítulo 71

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By Tom. 

No me molesté en llamar al timbre. Heidi no me dejaría entrar si no la derribaba de un puñetazo. Directamente, caminé hacia la parte trasera del edificio hasta situarme bajo la ventana de Ricky. Había trepado varias veces hasta su cuarto, ya que su familia nunca me había dejado entrar, ni a mí ni a ningún otro chico que no fuera Andreas o Black. Ni siquiera me pregunté cómo era posible que le hubieran permitido el paso a Bill, pero me lo imaginaba. Era difícil desconfiar de alguien que te miraba con la ingenuidad de un niño de nueve años.

Me quité la camiseta y la dejé colgando de un saliente del edificio. No podía trepar con el peso de la ropa mojada. Ya sería lo bastante difícil con los pantalones empapados. 

Me escupí en las manos para eliminar los restos de sangre y favorecer la cicatrización de las heridas. Esa clase de cura animal bien efectiva en los perros y gatos, al igual que el meado, también servía para la mayoría de mis heridas. Alcé la cabeza y encontré el canalón que conducía el agua hasta el suelo. Me encaramé a él y empecé a subir, sirviéndome de los constante salientes de ladrillo que estropeaban la fachada, junto a los grafittis y a los restos de humedad. Las heridas se abrieron todavía más y la sangre me dificultó la subida, junto al tembleque constante del canalón. Finalmente, conseguí llegar hasta la ventana de Ricky con ciertas dificultades, pasando antes por la terraza de un vecino. Estuve a punto de caer varias veces por el agua, que me provocaba torpes pasos en falso, pero dando un último salto, conseguía agarrarme al alfeizar de su ventana, quedándome colgando de ella. Inmediatamente sentí dolor en hombros y brazos y busqué otro saliente donde poder apoyar los pies. Solo pude encontrar uno que se movía y crujía, pero a falta de nada más, me apoyé en él e intenté empujarme hacia delante para intentar ver más allá de la oscuridad de la habitación.
No fue necesario. La luz de la lámpara que colgaba de un par de cables de la pared se encendió, dejándome paralizado. 

Alcé la cabeza y vi aquello que me había causado tanta rabia ciega como para hacer que me golpeara la cabeza contra un muro de piedra y me dejara los nudillos en una pared, y en la cara de un par de camellos desconocidos. 

Bill estaba allí, casi desnudo, sentado en la cama y mirando a Ricky dormir con ojos brillantes. Ojos que había creído que solo me miraban a mí. Arañé la pared de granito y ladrillo con las uñas, dejándomelas atrás y mi hermano se levantó de la cama con una mano en la cabeza, suspirando, con expresión de dolor. Estaba pálido y casi podía describir cada uno de los movimientos de su piel cuando recibía esos espasmos causados por el frío… o el miedo. 
Deseé que fuera miedo, que pensara en mí y temblara de pánico, porque tenía grandes motivos para temerme. Mi pecho se aceleraba pensando en la traición y la pérdida de tiempo y dinero que habían supuesto esas compras, en el enfado de Andreas, en la noche lluviosa y en todas las manzanas que había recorrido para encontrarme a ese cerdo revolcándose con otra cerda. 

Bill se tambaleó y se apoyó en la estantería cuando empezó a andar. Parecía costarle trabajo mantenerse en pie y deseé que se cayera al suelo, se desnucara contra la mesa y no despertara jamás del golpe. No lo hizo, sin embargo. Empezó a buscar algo entre la ropa, dejándose caer al suelo de rodillas. Apartó las prendas de Ricky y se concentró en las suyas. Retiró su camiseta, no, ¡mi camiseta! Y cogió sus pantalones, metiendo las manos en los bolsillos. 

Alcé un brazo para llamar a la ventana. Quería darle un susto de muerte, hacerle ver mi cara y luego, largarme sin decir nada. Provocarle un temor que no le dejara dormir a sabiendas de que sabía todo lo que había hecho esa noche y de que lo mataría por ello. Lo mataría. 
Mi dulce hermanito pequeño estaba muerto, ¡muerto! Y a punto de golpear la ventana con el puño hasta romperla estuve cuando sacó algo del pantalón que me desconcertó. 

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora