Capítulo 42

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By Bill.

Muerto. En menudo infierno me había metido. Cuando Tom dijo que haría de mi vida un infierno no pensé que pudiera referirse a esto. Miles y miles de prendas para lavar, kilos y kilos de basura que tirar, colonias enteras de polvo mutante que eliminar, siete botellas de desinfectante y lejía para la casa, gastadas, vacías enteras para fregar. 
Y ratas. Y bichos. 
Como no pienso moverme de esta casa y pienso hacer algo útil para contribuir en ella para que no tengan motivos para echarme, me puse manos a la obra con la limpieza… pero era más grave de lo que creía. 
Cuando abrí la puerta de la cocina cargando con una tonelada de ropa sucia encima, el mundo se me vino abajo. Algo cruzó por entre mis piernas, rozándome, algo peludo y que emitía un ruido agudo, un ¡Iiiii, iiiii! Cuando bajé la mirada y me encontré esa enorme rata del tamaño de un gato pequeño mirándome fijamente con esos pequeños dientecillos apuntando hacia mí… supe que necesitaría ayuda. Caí hacia atrás de culo y la ropa voló por los aires mientras yo corría a la velocidad de la luz hasta el salón y cerraba la puerta de un portazo, escondiéndome detrás de mi padre. Vi corretear por el pasillo cinco ratas casi iguales, algunas más pequeñas y otras más grandes, pero ratas, ratas ¡Ratas! 
Puedo dejar como una patena el baño más asqueroso que alguna vez se haya podido ver, puedo fregar y eliminar el olor a vómito con solo chasquear los dedos, puedo hacer la colada a velocidad luz si quiero, pero… ¿bichos, ratas, lagartijas? ¡Eso no! ¡Contra eso no puedo! ¡No puedo, es imposible, me muero del asco, arg! 
Miré a mi padre y le rogué con la mirada un poco de ayuda. En menos de un cuarto de hora, las ratas estaban fuera, las arañas y las cucarachas aplastadas y las lagartijas volaron por la ventana. Ahora… me tocaba a mí limpiar sus restos. 
Empecé por la cocina. Mi padre me trajo tanto desinfectante como necesitaba y en menos de una hora, con guantes y mascarilla, conseguí tirar la basura que se había apilado en la cocina hasta criar toda clase de larvas e insectos. Apestaba a podrido. Preferí no saber lo que había dentro de las bolsas y lo saqué todo fuera. ¡Todo! No quedó nada. Después, con una pinza en la nariz por el olor, (ni siquiera Scotty se acercaba de lo mal que olía) y tras recoger toda la porquería del suelo, ¡Plash! Ni si quiera vertí la lejía en la cubeta de la fregona, directamente vacié un boté entero sobre el suelo, inundando la cocina y me puse a darle bien fuerte al suelo con estropajo y todo. La nevera daba pena. No había nada, solo cervezas y algo que apestaba, lo cual terminó en la basura. La mayoría de las cosas que había en la cocina no servían, eran inútiles, totalmente vomitivas y asquerosas, así que en menos de veinte minutos, reuní otra pila de basura que saqué a rastras. Encontré hasta condones usados y compresas sucias. ¿¡Qué coño hacía una compresa sucia entre la basura de mi hermano!? Preferí no pensarlo. Lavé los platos, limpié los muebles a fondo y he de decir que no tenían calidad ninguna, aunque servían bien a su propósito y, cuando todo quedó limpio y reluciente después de dos horas de intenso trabajo, puse un ambientador bonito, cerré la puerta, abrí la ventana para que entrara el aire y definitivamente, el olor se fuera, y me fui para el baño. ¡Parecía que había cagado un jodido elefante en el jodido water! Fue repulsivo… ¡Había pelos en la bañera! ¡Buag! Estuve cerca de las dos horas limpiando, otra vez y cuando salí por fin, mi padre intentó entrar. 
Lo eché fuera de casa. ¿Me estaba tomando demasiadas libertades, quizás? 
Le dije, vete por ahí para que yo pueda limpiar mejor, si no, me voy a entretener y así no puedo trabajar. Se fue. Yo me puse con el salón, que me costó más trabajo del que me esperaba. Otra pila de basura fuera, recoger la ropa, a la lavadora que llevaba sin funcionar por lo menos cinco años y que, por lo que veía, tendría otros tantos años de antigüedad por el ruido que hacía tan… “chip”. Nunca había visto tanto polvo en la vida. Tuve que pasar la fregona por lo menos cuatro veces y luego, tuve que limpiar yo mismo con trapos y estropajos las manchas que no se iban. Me pasó lo mismo con el sofá, que estaba para el arrastre, era incomodísimo, olía mal y estaba sucio. Debía de ser un nido de ácaros y bacterias, así que también, las fundas del sofá a la lavadora. Lo demás fue más sencillo aunque tuve que luchar contra un par de cucarachas furtivas y algún que otro bichejo asqueroso, pero gané con la escoba en la mano. Limpié los cristales de las ventanas, metí las cortinas en la lavadora también, después de que se hubiera lavado la ropa y mientras esta se secaba, tuve que darle un repaso a mano a las fundas del sofá de lo asquerosas que estaban. Esperé que se secaran mientras barría y fregaba de arriba abajo el pasillo y, como por suerte, la casa era pequeña, no tuve que hacer mucho más. Eché mucho desinfectante en la habitación de Tom, cambié las sábanas (había rastros de semen y alcohol por todos lados ¡Qué guarro era, joder!) y cuando ¡Por fin! Di por concluido el trabajo del día, me percaté de algo. Había una segunda planta medio escondida a la que se accedía desde el salón… subí por las escaleras echo polvo, muerto, muerto y abrí la puerta del piso de arriba, solo había una habitación y… Oh… parecía una especie de despacho. Estanterías con algunos libros, un escritorio y un sofá pequeño a un lado de la habitación… y no estaba tan mal como el resto de la casa. Era muy luminosa y solo tenía restos de polvo, nada más. Había un montón de cajas apiladas a un lado de la habitación y fui a ver si se trataba de más basura asquerosa pero… no. No lo era. 

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora