Capítulo 70

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By Bill.

-¡Me estás aplastando las tetas, Bill! 

-¡Pues no me tires del pelo! 

-¡Ah, ay! ¡Bestia! 

-¡No te muevas tanto, que no entra! 

-¡Pero qué torpe eres! 

-¡Si te estuvieras quieta! 

-¡Cómo si fuera fácil estarse quieta cuando intentas empalarme! 

-¡No lo toques, no tires, que se baja, eh! 

-No lo creo. No puedes ser tan sensible. 

-¡Que no tires, que no es de goma! 

-¡Mierda! 

-¿Lo ves? ¡Ya se ha bajado! ¿Contenta? ¿Sabes el trabajo que me ha costado levantarla? - ¡Me estaba entrando claustrofobia entre las sábanas! Me ahogaba con las mantas y con Ricky encima, aplastándome mi parte más sensible con los dedos de una mano. ¡Había que ser basta de huevos, nunca mejor dicho! 

Por fin, tras mucho forcejear y gritar, nuestras cabezas emergieron de entre el lío de sábanas. La frustración nos estaba poniendo cada vez más irritables, por lo menos a mí, que ya había tenido tres empalmes y los tres habían acabado cediendo por la barbarie de Ricky. Ella no parecía para nada complacida. ¡Pero es que era tan burra! 

Un trueno sonó a lo lejos, alejándose poco a poco de la ciudad. La auténtica tormenta seguía en la habitación de mi anfitriona, que tras varios segundos de pequeños gruñidos, se giró hacia mí con mala cara, bien dispuesta a reprochármelo. 

-Lo que yo decía. Eres un puñetero picha floja. 

-Pues no me tires de la polla y me la agarres como si estuvieras amasando pan, joder. Luego la culpa es mía. 

-¡Pero si es que es tuya! ¡Con Tom nunca ocurrió nada parecido! 

-¡Pues si tan orgullosa estás de mi hermano, tíratelo a él! – Ricky y yo nos lanzamos una última mirada helada, antes de suspirar y dejarnos caer derrotados sobre la almohada. Me rendía. Mi orgullo tendría que esperar a otra ocasión especial. – Será mejor que lo dejemos. Ninguno de los dos está preparado para esto. No hay compenetración. 

-Hablando de penetración…

-He dicho compenetración. 

-Vale. Pues dejémoslo. Será lo mejor. – no contesté a eso. Cerré los ojos e intenté dormir. 
Debía reconocer que estaba agotado, hecho polvo. Las piernas seguían doliéndome después de todo el día yendo de abajo para arriba, atendiendo clientes. La mano golpeada me seguía doliendo. Quería lavarme los dientes, sintiendo aún el sabor de la cena en el paladar, pero por supuesto, no tenía nada con lo que cepillarme. 

Me di la vuelta en la cama y me puse boca arriba. Sentí como Ricky se movía a mi lado, imitando mi postura. Pestañeé durante varios segundos y luego volví a cerrarlos. Acabé con los párpados alzados, mirando el techo. Cada vez que los cerraba, la imagen de Tom se colaba en ellos, como un salvapantallas. Pensé en qué me diría al día siguiente. Estaría muy enfadado, muchísimo. No le había llamado y tampoco le había dicho que empezaría a trabajar en la pastelería. Quizás me pegara. Quizás no haría nada porque tal vez, ni siquiera se habría dado cuenta de que no estaba, de que me había ido. No sabía cuál de las dos opciones prefería. Que no se hubiera dado cuenta de que me había largado y no me cayera ninguna bronca, o que se hubiera dado cuenta y me amenazara con matarme por idiota. Al cabo de unos minutos recapacitando, decidí que prefería la segunda opción. Quería que se diera cuenta de que no estaba. Quería que se preocupara o que al menos, lo fingiera, que se enfadara. Quería que me gritara y así conseguir que él tuviera consciencia que existía en su mundo, que ahora había un Bill estúpidamente sumiso en su vida. Ahora formaba parte de la vida de Tom, aunque él se negara. 
Quería llamar su atención, que preguntara por mí, que temiera que me había ocurrido algo. Quería importarle un poco, sólo un poco. 

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora