By Bill.
Cuando conseguí tranquilizar a Kasimir y a Scotty, me dediqué a hacerle una cama cómoda al gato en mi habitación. Bueno, la habitación de Tom. Le ordené a Scotty que se sentara en una esquina y a Kasimir, lo mandé a otra. Con un revuelo de sábanas y trapos viejos, conseguí hacerle un pequeño nidito al gato, que lo llenó de pelos enseguida. Luego, apagué la luz y dejé la habitación a oscuras. Todavía era de día, pero cuando estaba deprimido, la oscuridad me consolaba. Me gustaba encerrarme y acurrucarme en la cama.
Ese día tomé una de mis viejas costumbres. Cogí una de las sábanas de la cama y me la eché encima. Me cubrí con ella como si fuera un fantasma, sentado en la cama y apoyando la espalda contra la pared. Luego, me arranqué una pequeña costra del brazo y tras un rato de silencio, me arañé la barriga.
Pensé en Tom. ¿Debía fiarme de él? ¿No debía hacerlo? Lo había visto tan melancólico en la cocina… y la ropa… ¿de verdad quería verme sonreír? Me negué a creerlo, encogiéndome bajo la sábana. Estaba decidido. Tom era agua pasada. Nunca le perdonaría, no.
No merecía la pena sufrir así por alguien que no me quiere ni me querrá nunca. Además, está prohibido que me quiera. No tiene sentido.
Estuve dándole vueltas a la cabeza. Echaba de menos a mamá y me gustaría tanto tener a Georg y a Gustav al lado para hablarles de mi indecisión (aunque seguramente, ellos pensarían lo mismo que yo). No merecía la pena, no merecía la pena. Pero es que yo quería que la mereciera la pena…
Tenía que pasar página, pero no quería pasar página. Tom iba a volver a ser el mismo de Hamburgo, mi Tom. Me había prometido que me arreglaría, pero ¿cómo? A no ser que hiciera algo muy especial por mí, yo no le perdonaría. Tenía que demostrarme que de verdad quería estar conmigo, si no… nunca más. Nunca más…
Tan pronto como me hube encerrado en el cuarto, anocheció. Los segundos se me hicieron cortos y las horas, más aún. Empecé a tener hambre (extraño en mí) y la luz dejó de filtrarse a través de la persiana. El Sol desapareció y yo seguí dándole vueltas al tema, más y más vueltas, más… No llegué a ninguna conclusión… y Tom pasaba de largo por la puerta del cuarto, deteniéndose de vez en cuando frente a ella. Lo sabía por el sonido de sus pasos y la sombra de sus pies traspasando la rendija de la puerta. Se quedaba allí, parado durante unos minutos en los que yo deseaba que entrara o que se fuera, cualquiera de las dos me valía, pero que hiciera algo de una maldita vez. No hacía nada. Siempre acababa largándose por dónde venía y entonces, yo suspiraba de alivio.
Más tarde, Tom se aproximó a la puerta una última vez. Se quedó parado delante de ella unos diez minutos y, tras ese larguísimo período de angustia, apagó la luz de la galería, sin rozar siquiera el pomo. El sonido de sus pasos desapareció en el salón y supuse que esa noche dormiría en el sofá, lejos de mí. Quizás él también necesitara pensar.
Suspirando, me tumbé en la cama y me aparté las sábanas de la cara, agobiado. Oí un maullido y noté el pequeño bultito de Kasimir trepando por mi pierna, aproximándose a mi cara. Le acaricié el pelaje negro y él ronroneó.
-Grrr. – gruñó Scotty, pero no le hice caso.
-Calla, Scotty. Tú siempre vas a ser mi perro favorito. – él encogió el lomo y dejó de hacer ruiditos. Se quedó callado mientras yo me entretenía acariciando a Kasimir, que se acurrucó junto a mi cara, haciéndome cosquillas en la nariz. – Mañana será otro día. – murmuré, y acto seguido, cerré los ojos, envolviéndome en la calidez de las sábanas.
Intenté dormirme con el estómago pidiéndome comida, pero sin atreverme a salir del cuarto para ir en su busca. ¿Y si me cruzaba con Tom? ¿Qué haría? ¿Qué le diría? Prefería evitar lo incómodo de la situación.
Busqué la postura adecuada para dormir cuando me vino un extraño olorcillo proveniente de la galería. Olía a… a pizza. Me levanté, anduve hacia la puerta y muy lentamente, abrí una pequeña rendija para poder ver el exterior. Un plato de pizza entero descansaba en el suelo, caliente e intacto, con su sabroso aroma a barbacoa atravesándome la nariz.
Tom, ¿por qué me lo pones tan difícil?
Me agaché, abrí la puerta, cogí el plato y me lo llevé dentro. Tom no asomó la nariz desde el salón, pero pude apreciar el leve parpadeo de la tele desde las sombras. Todavía estaba despierto. Comí, e incluso compartí un pequeño trozo con Scotty. A Kasimir no le gustó nada la pizza, así que me la tragué entera en escasos diez minutos. Luego, con el estómago lleno, volví a tumbarme en la cama.
Entonces sí que me dormí. Las sábanas de la cama olían a Tom…
No soñé nada y tampoco recuerdo lo último que pensé antes de dormirme. ¿No es curioso? Da igual qué es lo que pienses, qué es lo que se te cruce por la cabeza segundos antes de dormir. Nunca te acuerdas de nada cuando te despiertas. Y así me desperté yo, aturdido y somnoliento. Todavía tenía sueño, muchísimo y me sentía más cansado que antes de acostarme. Sin embargo, eso no se debía a la anemia, si no a que aún no era hora de despertar.
Alguien había interrumpido mi sueño y el peso de ese alguien hundía la almohada en un lateral de mi cabeza. Hundía mi cuerpo en el colchón y me aprisionaba contra éste.
Subido sobre mí, a cuatro patas, formando una cárcel de brazos y piernas a mí alrededor, estaba Tom y a pesar de la penumbra, podía ver el brillo de sus ojos, deslumbrantes como si estuvieran llenos de chispas propias de una corriente eléctrica de cientos de voltios. Me observaban afilados como los ojos de un gato.
Di un respingo y un pequeño jadeo ahogado salió de mi boca. Tom no se movió ni un ápice y nos observamos mudos. Estaba sorprendido y conmocionado por la expresión decidida con la que me analizaba.
-…To… - murmuré. Ni siquiera me vi capaz de terminar su nombre cuando él me tapó la boca con una mano.
-No digas nada. Cállate. – me ordenó, apretando los dedos sobre mis mejillas hundidas. Obedecí, sorprendido. Tom se inclinó hacia delante, muy lentamente. Cerré los ojos con fuerza por puro instinto y él besó la mano que ocultaba mis labios, como si quisiera saborearlos y a la vez, protegerlos de la agresividad de su boca. Me tembló todo el cuerpo, desde los párpados hasta la punta de los dedos del pie.
“¡Quita la mano y bésame, gilipollas!”
-Bill… - me llamó. Su agarre se hizo más fuerte. De repente, se tornó brusco y noté el tono cargado de amenaza en su voz. – Que te quede claro que yo no soy el jodido Muñeco.
“¿Qué quieres decir con eso?”
No hizo falta más explicación que la que me concedió su otra mano descendiendo hasta mi entrepierna, dando un violento tirón de mis bóxers hacia abajo. No hizo falta más explicación que la mirada cargada de recelo e irritabilidad de Tom.
“No…”
Miré hacia la puerta cerrada, siendo zarandeada brutalmente. Scotty ladraba y gruñía desde el otro lado.
“No puede ser…”
Sí podía ser. Levanté los brazos hasta el cuello de mi hermano y le empujé, le golpeé con los puños, pero él ni se inmutó. Aumentó la fuerza del agarre y se dejó caer casi por completo sobre mí.
Sí podía ser y era.
Entonces, supe con seguridad que ni ahora ni nunca podría confiar en Tom. Lo supe, sobre todo, cuando me quitó los bóxers a la fuerza entre patadas y quejidos.
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MUÑECO By Sarae
RomantizmUn Muñeco al que hacer sufrir... un Muñeco al que romper... Poco me importaba quien fuera o qué fuera para mí. No tenía preferencias por nadie, cualquier criatura bonita con cuerpo de porcelana y fácil de manejar estaría bien. Cualquier persona, cua...