Capítulo 43

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By Bill.

¿Por qué será que cuando más necesitas a alguien, es cuando nunca hay nadie? ¿Por qué será que cuando lo tienes al lado, nunca quieres contarle nada? ¿Por qué costará más trabajo hablar de los temas que más daño nos hacen, que hablar de los que menos nos molestan? 
Mi problema se podía reducir fácilmente a una simple palabra, a una realidad: Tom. 
Esa realidad había formado parte de un sueño maravilloso durante quince años en los que deseaba encontrar a ese Tom que había perdido a los cuatro años y ahora, se había convertido en mi peor pesadilla. 

Sería tan fácil vivir sin él, tan fácil alejarme y olvidarle. Mi vida dejaría de resultarme tan problemática si Tom no existiera. Eso era lo que todo el mundo pensaría si conociera mi historia de cabo a rabo. Yo mismo lo sabía.
Tom no merece la pena. Debería preocuparme por mí mismo e intentar ser feliz. 
La vida sería tan fácil sin él… a cualquiera le resultaría mucho más fácil sin él pero… quizás a mí no. 

Había llegado un momento en el que, de rodillas en el suelo, llorando y sufriendo, una pregunta había cruzado mi mente, fugaz y necia, intentando despertar el poco razonamiento que albergaba mi conciencia. 
Del purgatorio había ido a parar a otra clase de purgatorio y los dos eran igual de malos para mí. No había diferencia alguna entre uno y otro, salvo los dueños de cada uno. En el purgatorio de Hamburgo, estaba Derek, una persona que había jurado curar todas mis heridas y no permitir que volviera a ser herido otra vez por nadie. En el purgatorio de Stuttgart, estaba Tom, la persona que me había herido y que aún lo estaba haciendo, ¡Es más! Cuya única intención era hacerlo.

¿Por qué estaba en ese purgatorio entonces, en el más difícil de superar para mí, el que más daño me hacía? ¿Por qué no me atrevía a volver al purgatorio del que procedía, donde poco a poco, quizás pudiera recuperar algo de mi antigua forma de ser? 
La pregunta clave era, ¿Porque realmente no estaba preparado para volver a ver a esas personas decepcionadas y odiosas que tantos recuerdos amargos me traían y arriesgarme aún así a ser feliz junto a Derek? O… ¿La auténtica respuesta residía aquí, en Stuttgart, mi propio campo de concentración? Aunque sabía la respuesta, no quería admitirla. 
¿No quería volver a Hamburgo porque tenía miedo o… porque simplemente, al margen del dolor, Tom estaba aquí? 

-Eh, tú. - alcé la cabeza del suelo y observé la sombra oscura reflejada en la puerta que tenía delante, tras la que Tom y su nuevo Muñeco disfrutaban de unos minutos de placer intensos y efusivos, supuse. Mencionar el dolor que me hacía oír sus suspiros dolía mucho más que sufrirlo en silencio. Me levanté del suelo, moqueando.

-¿Qué? - contesté, borde. Quería ser borde en realidad, sobre todo si la persona que me hablaba era la que suponía. Había decidido venir a presentarse en el peor de los momentos. 

-Así que además de nenaza, llorica. 

-Así que además de perro ladrador, poco mordedor, vacilón. - me di la vuelta. Había dejado de llorar, pero las últimas lágrimas se negaron a borrarse de mi cara. Aaron, el Príncipe, y yo, Bill, el Muñeco abandonado, nos observamos. 

-No te conozco de nada, pero ya me caes gordo. 

-No me digas. Menos mal que me lo has dicho porque después de tus juegos de miradas asesinas no me había dado cuenta. ¡Oh, claro! Sin mencionar el increíble numerito de ¡voy a poner a todos los macarras de la ciudad en contra de éste anormal!

-Me lo has puesto a huevo. No es mi culpa que tú seas débil. 

-¿Te parezco débil? 

-No me lo pareces, lo eres. - lo era, pero también era orgulloso y no quería reconocerlo. 

-Bueno… supongo que tú y yo tenemos lo mismo en común ya que los dos venimos desde lo más alto y hemos acabado en este estercolero. 

-No te equivoques, yo vengo porque quiero, tú… ¿quién sabe? - sonreí. ¡Qué truco tan burdo! Tan digno de niños ricos y caprichosos y, como buen niño rico y caprichoso que era, yo también sabía jugar al truco del sarcasmo. 

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora