Capítulo 36

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By Tom. 

A esas horas del mediodía, yo volvía a casa por primera vez desde de la mañana del día anterior. La guardia en el Floy había sido todo un éxito y me había proporcionado una gran satisfacción. 
Había pillado a los amigos de Alfred intentando negociar con algunos de los camellos a los que yo les permitía la venta, pero dio la casualidad de que precisamente el camello al que le pidieron maría, yo no lo conocía. Estaba vendiendo sin mi autorización, así que cuando los pillamos y Kan y toda su basca se les echó encima, los arrastraron a los tres hasta mí, enteritos, para que pudiera juguetear al ratón y al gato con ellos. 
Así que la noche en sí, había sido entretenida. Nadie había armado barullo en el Floy, yo había vengado a Guetti sin necesidad de comerme mucho el tarro y había ganado medio kilo de heroína en polvo, una bolsita pequeña de crack en pastillas y dos jeringillas de PCP. Odiaba las jeringillas, odiaba picarme con una así que por lo pronto, también odiaba el PCP. 
Le di a uno de los camellos "legales" las jeringillas y las pastillas y esnifé el resto de heroína. Solo una raya. No estaba para mucho más. Lo demás lo repartí entre Kan y los suyos cuando terminamos el turno. 
Estaba molido, sintiendo plenamente los efectos secundarios de las drogas en mi cuerpo. Esos efectos de los que hablaba todo el mundo y por los que las madres pedían a sus hijos que por favor, no se arriesgaran con algo tan peligroso como las drogas. Yo sabía que las drogas eran una mierda, aunque nadie me hubiera avisado de ello. Por supuesto, yo no tenía madre que se preocupara en decirme que las drogas eran malas, así que si las tomaba nadie se quejaría por ello ni se atrevería a replicarme nada en mi cara. 
No era drogadicto. No pasaba nada si no me drogaba en meses, tal y como hice en Hamburgo. Allí no había sentido ni una vez la necesidad de meterme nada y sabía demasiado bien por qué. Había sido adicto a otra droga aún más peligrosa y sus efectos secundarios todavía hacían mella en mí. Supongo que en Hamburgo había abusado demasiado del Muñeco, la peor droga que había tomado nunca. Pura, casta e inocente, pero adictiva como ninguna otra. 
Anduve medio tambaleándome hasta la puerta de mi casa. Tenía la vista borrosa y me dolía el estómago vacío. Antes de llegar a la puerta, apoyé mi espalda en la pared y eructé un par de veces, intentando no vomitar, reprimiendo las arcadas. La garganta me sabía a vómito y la bilis trepaba por ella como si fuera ácido sulfúrico. 
Iba a vomitar. 
De repente, la puerta metálica de mi casa a prueba de ladrones y cualquier tipo de inmundicia humana, se abrió. 

-Pero ¿Cuándo se ha ido? ¿Por la noche? ¡Es una locura! ¡Él solo, sin nadie! - mi viejo salió de casa, totalmente rojo, colocándose una chaqueta apresuradamente. Tenía el teléfono en la mano y gesticulaba con aceleración. Se le veía muy alterado. No se dio ni cuenta de que yo estaba detrás suya, mareado, contra la pared. - Está bien, está bien, no llores Simone. Iré a buscarlo. ¿Has llamado a la policía? - Simone... ese nombre me produjo más arcadas. Era lo que me faltaba para provocarme el vómito y sin embargo, me contuve cuanto pude. ¿De qué coño hablaban esos dos? ¿La hipócrita de Simone había llamado a mi padre para que supiera que tenía un violador en casa? Como si a mi padre le importara. - Tranquilízate. Lo encontraremos. Creo que es muy probable que venga aquí, ¿No te parece? No tiene ningún lugar a dónde ir. Quizás venga a ver a su hermano. - ¿A su hermano? ¿De quién coño hablaba con esa arpía? Cerré los ojos y me apreté el estómago, hecho polvo. Iría directo a la cama en cuanto acabara de... 
De repente, un flash resplandeció en mi cabeza. Miré a mi viejo fijamente, hablando y moviendo las manos con nerviosismo. No me jodas...
-Sí, de acuerdo. Si lo encuentro te llamaré enseguida. - y colgó. Mi viejo suspiró con cansancio y dio un paso adelante. Pensaba darse el piro y dejarme allí como si nada, ocultándome información importante. Me apreté fuerte el estómago y abrí la boca.

-¡Viejo! - le grité, y él se dio la vuelta enseguida. Me miró en silencio, con sorpresa. No me esperaba allí, desde luego. 

-Tom...

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora