Capítulo 79

246 12 2
                                    


Derek… Sparky. Mi rubio.

Un sudor pegajoso me recorrió la espalda, provocándome una desagradable sensación. Tragué saliva y lo siguiente que hice fue girar la cabeza hacia el chiringuito. Miré a Tom. Con la cabeza apoyada en el puño se había quedado dormido… o esa era la impresión que me daba. Sabía perfectamente cómo dormía Tom y sabría decir sin duda alguna cuando se estaba haciendo el dormido y cuando no. En aquel momento tan estresante, no lo sabía y eso me puso de los nervios.

-¿Sigues ahí? – suspiré y pegué mi oído al teléfono, vigilando a los demás Encadenados lo suficientemente lejos como para no poder escuchar la conversación. Aún así, hablé en voz baja. 

-Sí, sigo aquí. 

-Supongo que preguntarte dónde estás no tiene sentido a estas alturas. 

-Supongo que no. Oye… Sparky… - murmuré. Quería decirle algo que suavizara la tensa situación, pero enmudecí. 

-Y preguntarte por qué no has llamado hasta ahora tampoco.

-Sí que he llamado. Es solo que…

-Es solo que has llamado a tu madre y le has mandado algún que otro mensaje a tus mejores amigos, sí. Se me olvidaba. – estaba hablando con sarcasmo puro y yo sabía que me merecía esa actitud tan mezquina. ¡Joder, no le había llamado desde hacía más de dos meses por puro miedo después de lo bien que se había portado conmigo! Aún así, me molestó. 

-Oye, ¿me has llamado solo para hacerme sentir una mierda o quieres decirme algo importante? 

-Quería decirte algo importante, pero creo que te mereces un pequeño sermón después de todo ¿no? – gruñó.

-Pareces mi padre. 

-No. Parezco tu madre. Tú no tienes padre. – por el lago correteó una suave brisa que me puso los pelos de punta al entrar en contacto con mi sudor.

Mi padre… ¿qué decir de él? De los dos meses que había estado en casa de Tom, él había aparecido solo tres veces, se había quedado dos días solo por las noches y luego se había ido. Apenas habíamos tenido conversaciones y en la mayoría, el tema era Tom. Mi padre no volvía no porque prefiriera trabajar, si no porque prefería no arriesgarse a pillar cabreado a su hijo. No había pronunciado las palabras específicas, pero estaba claro que le temía. 

Me contó que una vez Tom le llenó una botella de cerveza de ácido puro y que ésta, por un golpe, cayó sobre la mesa de madera y el ácido la destrozó, abriendo un enorme boquete en ella. Esa fue la única que vez que mi padre se atrevió a pegarle un guantazo a mi hermano en la cara y él… se lo devolvió con una patada en la entrepierna. 

Si bien, en los últimos días había vuelto más veces de lo acostumbrado. La semana pasada vino tres noches y esta, dos. E incluso se quedó durante el día, cosa que nunca hacía, ya que Tom descansaba en ese tiempo y papá temía molestarle. Dice que se levanta con un humor de perros cuando le despiertan (algo raro. Conmigo nunca se ha levantado de mal genio). Cuando le pregunté el por qué se quedaba, él dijo: “Es que Tom está muy tranquilo cuando está contigo. Es como una bestia domada. Ya no pone mala cara cuando me ve, simplemente me ignora y a veces, incluso me habla. Eso es gratificante. Nunca había visto a Tom tan tranquilo y estoy seguro de que es gracias a ti. Creo que está incluso… feliz.”

Mi padre me caía bien, pero nuestra relación dejaba mucho que desear. Había un abismo entre nosotros después de tantos años separados. 

-Tengo padre. Quizás el que no lo tiene eres tú. – Derek se quedó callado durante unos segundos. Había dado en la yaga, supuse. 

MUÑECO By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora