CAPÍTULO 20 pequeño desastre

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Luego de que los mellizos dormitaran un rato en la sala principal de la casa de Selena, creyó que era el momento de prepararles algo de desayunar, habían llegado todos muy temprano, ni siquiera ellos comieron algo, los biberones preparados estaban en la pañalera que su amiga le dio, así que ella se puso de pie con cuidado de no molestar a Charlie que estaba recargado en ella, sacó de la maleta los biberones.

—¿Quieren leche, bebés? — se los mostró.

—¡Leche! — Evie habló.

—Ok— rio. —Tomen— les dio el suyo a cada uno. —Me haré cargo del desayuno, ¿Está bien?, ¿Puedes vigilarlos mientras? —

—Claro— Ross estaba sentado al lado de Evie. —Vigilo al rubio enojado y a la pequeña traviesa— bromeó.

Ella se acercó para besarlo rápido y se fue a la cocina.


Desde ahí podía ver que los bebés estaban acostados tomando su leche, Ross los vigilaba, ahora tenían un poco más de experiencia cuidando de ambos, por lo que tendrían más cuidado si llegaban a hacer alguna travesura o ponerse en peligro, esperaba que ya no fuese así, de pronto, los pensamientos de Selena comenzaban a aflorar, esas visiones al futuro que le llegaron sin querer, o al menos eso es lo que ella creía, sus más profundos deseos salían a flote, ella pensaba que podría verse así en algún punto de su vida con su novio, sonreía para sí misma al pensar en eso, una madre haciendo el desayuno para sus hijos y esposo.

Era un pensamiento bastante convencional, además de lo repetitivo que se le ha vuelto imaginar ese tipo de escenarios, esperaba no estarse volviendo loca, se acercaban a los cinco meses de relación y eso parecía algo pronto para poder hacer algo, o no lo sabía, lo mejor era no pensar más, se concentró en terminar el desayuno, a los bebés les gustaría comer panqueques esponjosos y creía que a Ross también.

Acomodó los platos en la mesa, ella no contaba con sillas altas para sentar a sus ahijados, así que debía improvisar, un par de cojines ayudarían, sirvió la comida, tratando de hacerla vistosa, no sabía si ellos les gustaría comer eso.


Evie terminó de beber su leche y se quedó mirando todo su alrededor, en este punto ella analizaba todo, tenía un tinte de recuerdo de esa casa, Winnie y Daysi se acercaron a olerlos, eran visitas, los amables perritos movían la cola.

—¡Ah!, perro— la pequeña se sentó. —Perro— les tocaba la cabeza con una mano, la otra estaba ocupada con su hipopótamo.

A charles todo le era indiferente, la verdad es que se hallaba enojado, su irritabilidad aumentaba por no ver a sus padres, se volteó en el sillón, tapándose la cara con un cojín.

—¿Todo en orden Charlie? — Ross le preguntó, casi pensando que el niño le iba a contestar, pero solo logró que se molestara más, cubriéndose la cara con la almohada y dejando que solo se vea su cuerpo. —Creo que estás de malas hoy— dedujo.

—Ross— Evie lo llamó, lo tenía perfectamente ubicado.

¿Cómo es que ya sabía su nombre?, eso le parecía increíble. —¿Dijiste mi nombre? — rio. —Guau, ¡Sel!, Evie dijo mi nombre— parecía un niño pequeño emocionado, en su círculo cercano no había niños, así que era algo nuevo y asombroso de experimentar.

Selena dejó lo que estaba haciendo para ir a verlos. —¿Es verdad eso? — reía ante la felicidad que su novio sentía.

—Sí, escucha, Evie, ¿Cómo me llamo?, ¿Quién soy? — el grandulón se veía esperanzado.

La rubiecita se les quedó mirando, sonriendo. —Ross—

—¿Oíste?, ¡Ross! — el hombre reía.

—Vaya, Evie, ¿Y yo quien soy?, ¿Sabes cómo me llamo? — Selena se le quedó mirando, se señalaba a ella misma, tratando de que la niña dijera su nombre.

Mi vicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora