Capítulo 41

114 13 1
                                    

"Cuando mueres, tu alma no desaparece, se funde con las estrellas, con el viento, con la tierra. Sigues siendo parte de este mundo, incluso cuando ya no caminas en él." - Aubrey.

Estoy sentada en el salón de la casa que Aubrey me ha ofrecido, perdida en mis pensamientos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estoy sentada en el salón de la casa que Aubrey me ha ofrecido, perdida en mis pensamientos. Las llamas del fuego danzan frente a mí, creando sombras cálidas en las paredes, pero nada puede calentarme por dentro. Es una de esas noches en las que la oscuridad parece más profunda de lo normal, envolviéndolo todo, como si la noche misma quisiera ocultarme del mundo. Afuera, los faroles proyectan una luz suave a través de las ventanas, pero aquí, dentro de mí, solo hay un frío y oscuridad.

Mis ojos están fijos en las llamas, como si pudieran darme las respuestas que tanto busco, pero todo sigue siendo un caos. Los secretos que Aubrey me reveló... todo lo que creía saber sobre mi vida, sobre mi familia, se ha hecho añicos. Asha, Neyvelan, Yzzinteir... Mi verdadero linaje. ¿Cómo procesas algo así? ¿Cómo sigues adelante cuando de repente todo lo que creías sólido se convierte en polvo?

La verdad es que no sé cómo y cada vez que muevo la cabeza hacia Ney, quien está durmiendo en un cojín en el suelo, frente al fuego, las preguntas me inundan una vez más.

De pronto, tres golpes suaves resuenan en la puerta, sacándome de mi trance. Al principio, no reacciono. Mi cuerpo se siente pesado, pero finalmente me obligo a levantarme, arrastrando los pies hacia la entrada. El calor del fuego queda atrás, pero no me siento más fría de lo que ya estoy por dentro.

Abro la puerta lentamente, sin esperar nada ni a nadie. Y entonces lo veo. Daelion está de pie frente a mí, con ambas manos apoyadas en el marco de la puerta, sus hombros tensos y su rostro bañado por la luz suave que llega desde afuera. Hay algo en su expresión que me paraliza: preocupación, tal vez incluso dolor. Sus ojos se clavan en los míos con esa intensidad que siempre me desarma por completo.

Por un momento, nos quedamos ahí, mirándonos, sin decir una palabra. Me doy cuenta de que estoy conteniendo el aliento, como si su presencia hubiera robado el oxígeno del aire. Siento un nudo en la garganta, y cuando sus labios finalmente se mueven, su voz es un susurro quebrado que apenas logra salir.

—Necesitaba verte...

Algo dentro de mí se retuerce al escucharlo. No sé qué decir. No sé si tengo las fuerzas para responderle. Así que simplemente me hago a un lado, permitiéndole entrar, como si eso pudiera responder por mí.

Daelion cruza el umbral, y siento el cambio en la atmósfera de inmediato. El aire entre nosotros se vuelve más denso, cargado de algo que no sé cómo describir, pero que me pesa en el pecho. Cierro la puerta lentamente detrás de él, pero cuando me giro, lo encuentro justo ahí, frente a mí. No me da tiempo para pensar, para procesar.

Antes de que pueda hacer o decir algo, me envuelve en un abrazo.

El mundo se detiene. Al principio me quedo inmóvil, sorprendida por el gesto. No lo esperaba. Pero en cuanto siento el calor de su cuerpo envolviendo el mío, toda mi resistencia se desmorona. Me derrumbo en sus brazos, como si ese abrazo fuera lo único que hubiera estado sosteniéndome desde hace horas, tal vez desde hace días.

Balada de sangre y fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora