Al ver que no había ninguna razón para cooperar con esa orden, JongIn se levantó.
Su reacción tuvo un efecto interesante en el guardia, que permaneció en su posición y dirigió su mirada de nuevo a KyungSoo, en busca de nueva orientación. JungSoo también estaba en la habitación y en la puerta había dos guardias haciendo su turno de vigilancia.
KyungSoo entrecerró los ojos ante el problema, pero no ofreció ninguna solución inmediata.
—Podríais traer a más hombres —sugirió JongIn.
Detrás de él, estaban los cojines desparramados y las sábanas de seda arrugadas. Y, arrastrándose por el suelo, había una cadena unida a la esposa de su muñeca, que no restringía sus movimientos.
—Esta noche estás coqueteando con el peligro —le advirtió KyungSoo.
—¿Ah, sí? Pensé que estaba apelando a la mejor parte de vuestra naturaleza. Imponéis el castigo que deseáis a la distancia del alcance de la cadena. Vos y HyunJun sois igual de cobardes.
Entonces, fue el guardia quien reaccionó, no KyungSoo. El acero relució al salir de la vaina.
—Cuidado con lo que dices.
Vestía librea, no armadura. La amenaza que representaba era ínfima. JongIn miró con desprecio la espada desenvainada.
—Tú no eres mejor. Viste lo que HyunJun estaba haciendo y no hiciste nada para detenerlo.
KyungSoo levantó una mano, lo que impidió que el guardia diese un paso más, con rabia.
—¿Qué estaba haciendo? —preguntó KyungSoo.
El guardia reculó y se encogió de hombros.
—Violar a un esclavo.
Hubo una pausa, pero si KyungSoo reaccionó a esas palabras, su rostro no lo traslució. La mirada de KyungSoo viajó de nuevo hasta JongIn y preguntó en un tono agradable:
—¿Eso es lo que te molesta? Te recuerdo que hace nada tú mismo eras libre de hacer lo que quisieras con las manos.
—Eso era... —JongIn se ruborizó. Quería negar haber hecho algo por el estilo, pero recordó claramente que no era así—. Os garantizo que HyunJun hizo mucho más que solo disfrutar de las vistas.
—Con un esclavo —recalcó KyungSoo—. La Guardia del Príncipe no interfiere en los asuntos de la regencia. HyunJun puede meter la polla en cualquier cosa de mi tío si le apetece.
JongIn emitió un sonido en señal de desagrado.
—¿Con vuestro consentimiento?
—¿Por qué no? —preguntó KyungSoo con voz melosa—. Sin duda, tuvo mi permiso para follarte, pero prefirió llevarse un golpe en la cabeza. Sí, es decepcionante, pero no puedo criticar su gusto. Si al final te hubieses abierto de piernas en la arena, tal vez HyunJun no habría estado tan excitado para follarse a tu amigo.
—Esto no es una conspiración de vuestro tío —aclaró JongIn—. No recibo órdenes de hombres como HyunJun. Estáis equivocado.
—Equivocado —repitió KyungSoo—. Qué suerte tengo de contar con esclavos que señalan mis defectos. ¿Qué te hace pensar que voy a tolerar semejante comportamiento, incluso si creyera que lo que dices es verdad?
—Porque podéis acabar con esta conversación cuando queráis.
Había mucho en juego y JongIn estaba harto de cierto tipo de conversación; la clase de charla que prefería KyungSoo porque le hacía disfrutar y se le daba bien. El juego de palabras por sí solo; palabras que construían ardides. Lo que decía no significaba nada.